viernes, 16 de diciembre de 2011

Las cosas que se aprenden sin querer

Hola

Como ya dije en la última entrada, llevo mucho días intentando actualizar sin éxito. Cada vez que me siento delante de la pantalla de blogger y escribo cuatro o cinco líneas, de pronto me doy cuenta de lo vacío del contenido y de lo vacío de mi mente, que ya empieza a crear eco cuando pienso.

Pero como dicen, todo mejora con la práctica, y hasta que no me ponga a escribir no empezaré a llenar ese vacío que se ha instalado cómodamente en mi vida. Así que aquí estoy, obligándome a contar cosas que quiero contar y hace tiempo que no sé cómo.

Hay una frase de mi madre y que intuyo que de todas las madres, que dice algo así como "Cuando seas madre lo entenderás". Lo que viene diciendo que lo que piensas ahora, cuando lo veas dentro de unos años va a ser una estupidez. Voy a ser sincera: odio darle la razón a mi madre, pero a veces la tiene. E incluso cuando me decía esas cosas yo sabía que ella tenía razón, algo que todavía me cabreaba más. Pero bueno hoy no voy a hablar de mi madre, que ella se merece toda una entrada a parte.

Hoy voy a hablar de las cosas de las que no nos damos cuenta cuando nos tenemos que dar cuenta. Errores como ver la película de Matrix con doce años, por ejemplo. Yo soy un ser contradictorio, a pesar de esforzarme por vivir en la más absoluta coherencia, parezco sufrir algún mal de desdoblamiento de la personalidad, posesión demoníaca, o fallo neural, que me impide comportarme tal y como sé que debo hacerlo. Y eso provoca catástrofes de mayor o menor índole a mi alrededor. En este caso, las catástrofes están siendo algo más movidas y me han hecho darme cuenta de cosas de las que no había sido consciente hasta ahora.

Yo solía decir que quería tener dos vidas. Una en la que poder ser una persona "decente" con una novia seria, un comportamiento sano, e incluso haciendo deporte y todo, y otra para ser una persona menos decente, y liarme con la primera que pasara cada fin de semana, vivir al límite y no pensar en las consecuencias. Quería tener esas dos vidas sin que eso supusiera eliminar la otra de mi repertorio - todo muy poco patológico como podréis comprobar ¿verdad? menos mal que estudio psicología - ¿Que por qué? Porque no quería perderme nada. Tenía la sensación de estar "perdiéndome" algo mientras estaba anclada a una sola vida, y he de admitir que tengo cierta aprensión al paso del tiempo, a hacerme mayor y haber desperdiciado las oportunidades.

Pero entonces pasa algo en tu vida. Algo que te abre los ojos y descubres que todo es mucho más simple de lo que tu enrevesada mente planeaba con su división de los universos. Y ves claro qué quieres y cómo lo quieres y te preguntas ¿Pero en qué coño estaba yo pensando? pero claro, las cosas no son tan fáciles como decir: Oye, que he descubierto cual de esas dos personas paralelas soy, retomemos por donde lo dejamos. Y es ahí donde se complican las cosas.

Este último mes me ha dado para mucho. Noviembre va a ser a partir de ahora : El fatídico mes. Los primeros quince días los pasé metidos en la cama, sin apenas comer, sin apenas parpadear. Creo que alrededor del día 12 dejé de llorar, tal vez se me secaron los ojos, tal vez mi cuerpo ya se había rendido. Salí del armario en casa - historia que contaré detenidamente, no os alarméis- hice tal vez las dos cosas más románticas y más importantes de mi vida por ella, y tras quedarme vacía por dentro al hacerlas, y no poder llorar más, ni sufrir más, decidí levantarme. Y por muy extraño y paradójico que parezca, cuando ya no tienes nada más que tu cuerpo con cuatro kilos menos, es menos complicado salir del pozo, porque pesas menos. Y asumí, y me resigné, y sonreí. Y recuerdo ser feliz los últimos diez días de Noviembre y los primeros diez de Diciembre.

Pero claro, ser feliz implica volver a llenarte de vida, de ilusión, de esperanza. Siendo feliz corres el riesgo de volver a acostumbrarte a la serotonina en tu cerebro, y a querer. A quererla más. Porque sí, todo esto es por ella. Si sois lectores antiguos probablemente sepáis de quien hablo. Si no, bueno, os la presento: ella es el amor de mi vida. Y yo soy la gilipollas que la ha echado de su lado tantas veces que no se merece otra oportunidad. Pero como he dicho al principio de la entrada, hay algunas cosas de las que no nos damos cuenta cuando nos tenemos que dar cuenta, y aquí estoy, después de tanto camino recorrido, con los dos pies en el suelo diciéndole que lo único que me da miedo ahora del paso del tiempo, es pasarlo sin ella a mi lado.




Besos

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Te leo desde hace tiempo y sé de quién hablas. Yo es que estaba taaaan enganchada a vuestra historia que, en serio, deseaba una entrada como esta. Ahora a llenar el vacío de buenos momentos.

Marina_2508 dijo...

Increíble tu historia. Yo, que estoy pasando por lo mismo que tú, además por lo que parece, de manera similar (mi novia, bueno, ahora exnovia, y yo lo hemos dejado varias veces y siempre hemos acabado volviendo), sólo te puedo decir que hay dos alternativas a elegir: Llorar y llorar y llorar un poco más esperando a que ocurra un milagro y ella venga, te bese y te diga que te sigue queriendo. O bien, intentar seguir con tu visa al margen de ella. Y digo intentar porque sé que es jodidamente difícil.

Personalmente yo he optado por la primera porque no tengo fuerzas para la segunda.
Espero que tú si que las tengas. O que, finalmente, tengas más suerte.

Te deseo lo mejor, de verdad, con el corazón en la mano :)

P.D.: Escribes increíblemente bien (igual que cantas). No lo dejes nunca. Hazlo por los mortales que no somos capaces de hilar dos frases y que quede algo digno de ser leído.