‘J’ nunca se había enamorado. ’E’ tenía el corazón roto y dudaba que pudiera enamorarse de nuevo. ‘J’ tenía ganas de despegar los pies del suelo. ‘E’ de sentir cosquilleos detrás de las rodillas. ‘J’ quería noches sin dormir y ‘E’ amaneceres entre otros brazos. ‘J’ quería sonreír hasta que le dolieran las mejillas y ‘E’ soñaba con besos que pararan las lágrimas que caían por las suyas.
Jugaron al juego de las casualidades no casuales. Un sitio, una hora, una conversación (in)trascendente. Tal vez una sonrisa (in)esperada, y sus ojos coincidiendo más de lo médicamente recomendado.
Ellas se enamoraron antes de conocerse. Se necesitaron antes de existir.
martes, 28 de febrero de 2012
viernes, 24 de febrero de 2012
No more drama
Hola,
Siento mi prolongada ausencia. Estaba convirtiéndome en una persona de provecho sonriendo, bebiendo cerveza, comiendo como si no hubiera mañana, soltando carcajadas interminables, respirando oxígeno puro en la Sierra, echando las voces de mi cabeza, convenciendo a mi corazón de que la vida es maravillosa tal y como es, conociéndo(te)me, emocionándome,bailando, cantando a pleno pulmón montada en un coche por una carretera solitaria, despertándome siendo acosada por ellas, durmiéndome con una sonrisa en la cara y un "El señor de la nooooche" de fondo por el pasillo. En definitiva: siendo feliz.
Se han acabado los dramas, las lágrimas y el perder el tiempo. Se ha acabado el autocompadecederse, el culparse, y el arrepentirse de cosas que no se pueden cambiar. Se ha acabado dejarme a mí misma en segundo lugar, alimentar las malas asociaciones y pensar que merezco lo que me pase. Porque está llegando la primavera, cada día anochece más tarde y hace menos frío. Cada día que pasa me doy más cuenta de lo importantísima que es la gente que está a mi lado y la gente que se preocupa de verdad por mi felicidad y de lo afortunada que soy por tenerlas conmigo. Cada día quiero más a esas personas que ya saben quienes son si están leyendo esto y cada segundo que pasa soy un poco más feliz que el anterior.
No pienso desperdiciar ni un minuto más estando triste. Por nada ni por nadie. Con no rallarse, con no comerse la cabeza, con no darle vueltas a cosas incoherentes es más que suficiente. Voy a mirar las cosas buenas de la vida y me voy a agarrar a ellas. ¿Y las malas? Las que tenga que afrontar las afrontare. Las otras ya pueden ir desapareciendo porque no pienso hacerles caso.
Hace un tiempo me puso triste leer algo que hacía referencia a ser egoístamente feliz. Ahora lo entiendo y lo comparto. Es hora de ser egoísta en un sentido positivo. Es la única forma que tengo de ser feliz. Y me gusta.
Besos
Siento mi prolongada ausencia. Estaba convirtiéndome en una persona de provecho sonriendo, bebiendo cerveza, comiendo como si no hubiera mañana, soltando carcajadas interminables, respirando oxígeno puro en la Sierra, echando las voces de mi cabeza, convenciendo a mi corazón de que la vida es maravillosa tal y como es, conociéndo(te)me, emocionándome,bailando, cantando a pleno pulmón montada en un coche por una carretera solitaria, despertándome siendo acosada por ellas, durmiéndome con una sonrisa en la cara y un "El señor de la nooooche" de fondo por el pasillo. En definitiva: siendo feliz.
Se han acabado los dramas, las lágrimas y el perder el tiempo. Se ha acabado el autocompadecederse, el culparse, y el arrepentirse de cosas que no se pueden cambiar. Se ha acabado dejarme a mí misma en segundo lugar, alimentar las malas asociaciones y pensar que merezco lo que me pase. Porque está llegando la primavera, cada día anochece más tarde y hace menos frío. Cada día que pasa me doy más cuenta de lo importantísima que es la gente que está a mi lado y la gente que se preocupa de verdad por mi felicidad y de lo afortunada que soy por tenerlas conmigo. Cada día quiero más a esas personas que ya saben quienes son si están leyendo esto y cada segundo que pasa soy un poco más feliz que el anterior.
No pienso desperdiciar ni un minuto más estando triste. Por nada ni por nadie. Con no rallarse, con no comerse la cabeza, con no darle vueltas a cosas incoherentes es más que suficiente. Voy a mirar las cosas buenas de la vida y me voy a agarrar a ellas. ¿Y las malas? Las que tenga que afrontar las afrontare. Las otras ya pueden ir desapareciendo porque no pienso hacerles caso.
Hace un tiempo me puso triste leer algo que hacía referencia a ser egoístamente feliz. Ahora lo entiendo y lo comparto. Es hora de ser egoísta en un sentido positivo. Es la única forma que tengo de ser feliz. Y me gusta.
Besos
martes, 14 de febrero de 2012
viernes, 10 de febrero de 2012
Dicen que ser relativamente feliz es algo incompatible con ser un artista productivo
Tal vez a eso se deba mi ausencia.
martes, 7 de febrero de 2012
Elegir
Hola,
Las puertas las cerramos y las abrimos nosotros, y las ventanas, y la nevera, y el buzón del correo. Todo está en lo que hacemos o no hacemos. En lo que elegimos. Elegimos cómo queremos que nos llamen, cómo será nuestra firma o cómo vestir. Elegimos cómo llevar el pelo, dónde vivir, la posición de los muebles de nuestra habitación y el color de los calcetines todas las mañanas. Elegimos entre café con leche o sólo, o cortado, o leche manchada. Entre tostadas con aceite o tostadas con paté. Elegimos entre whisky, vodka, ron, ginebra o sobriedad. Entre abrigo con gorro, paraguas o gotas de lluvia cayendo por la nuca.
Elegimos lo que pensamos, lo que decimos y lo que hacemos. Elegimos enamorarnos. Entre dar un mordisco en el cuello o en el corazón. Elegimos sonreirle al conductor del autobús por las mañanas, decir buenos días al vecino del portal o ponernos mala cara ante el espejo. Elegimos mantenernos jóvenes o hacernos viejos. Ser buenas personas o no dejar salir antes de entrar en un edificio.
Somos el resultados de las decisiones que tomamos. Fruto de la casualidad no casual. Del destino no predestinado. Somos lo que queremos ser, sin excusas, sin dobleces ni medias tintas. Estamos donde hemos llegado con nuestros pasos e iremos dónde queramos llegar. Nadie triunfa esperando a la suerte. La suerte está detrás de las puertas que abrimos, de las cosas que decimos y de las oportunidades que no perdemos. Las cosas que nos dan miedo son las cosas que nos definen y nosotros somos quienes elegimos vencerlas o dejar que nos venzan.
Podemos vivir eligiendo o dejando que elijan por nosotros. Que pidan por nosotros en un restaurante, que elijan el color de las paredes o el nombre de nuestros hijos, nuestro coche, el trabajo que tendremos, y terminaremos dejando que elijan el color de nuestros calcetines por la mañana.
Seamos dueños de nuestras decisiones. Serán buenas o malas sí, pero serán nuestras. Serán tuyas. Y créeme, nadie va a quererte más que tú.
Besos
Las puertas las cerramos y las abrimos nosotros, y las ventanas, y la nevera, y el buzón del correo. Todo está en lo que hacemos o no hacemos. En lo que elegimos. Elegimos cómo queremos que nos llamen, cómo será nuestra firma o cómo vestir. Elegimos cómo llevar el pelo, dónde vivir, la posición de los muebles de nuestra habitación y el color de los calcetines todas las mañanas. Elegimos entre café con leche o sólo, o cortado, o leche manchada. Entre tostadas con aceite o tostadas con paté. Elegimos entre whisky, vodka, ron, ginebra o sobriedad. Entre abrigo con gorro, paraguas o gotas de lluvia cayendo por la nuca.
Elegimos lo que pensamos, lo que decimos y lo que hacemos. Elegimos enamorarnos. Entre dar un mordisco en el cuello o en el corazón. Elegimos sonreirle al conductor del autobús por las mañanas, decir buenos días al vecino del portal o ponernos mala cara ante el espejo. Elegimos mantenernos jóvenes o hacernos viejos. Ser buenas personas o no dejar salir antes de entrar en un edificio.
Somos el resultados de las decisiones que tomamos. Fruto de la casualidad no casual. Del destino no predestinado. Somos lo que queremos ser, sin excusas, sin dobleces ni medias tintas. Estamos donde hemos llegado con nuestros pasos e iremos dónde queramos llegar. Nadie triunfa esperando a la suerte. La suerte está detrás de las puertas que abrimos, de las cosas que decimos y de las oportunidades que no perdemos. Las cosas que nos dan miedo son las cosas que nos definen y nosotros somos quienes elegimos vencerlas o dejar que nos venzan.
Podemos vivir eligiendo o dejando que elijan por nosotros. Que pidan por nosotros en un restaurante, que elijan el color de las paredes o el nombre de nuestros hijos, nuestro coche, el trabajo que tendremos, y terminaremos dejando que elijan el color de nuestros calcetines por la mañana.
Seamos dueños de nuestras decisiones. Serán buenas o malas sí, pero serán nuestras. Serán tuyas. Y créeme, nadie va a quererte más que tú.
Besos
jueves, 2 de febrero de 2012
El puzzle
Hola,
Las piezas están esparcidas por todo el tablero de forma aleatoria. Bueno, en realidad no. Dentro de todo caos hay un orden lógico, aunque nadie más que el generador de dicho caos - mi persona - sea capaz de entenderlo. El cielo está empezando a ponerse gris, aunque gracias a Dios nos acercamos a la primavera y a las siete de la tarde todavía hay tonos naranjas en el cielo que me dicen que el sol se resiste a irse, que pide cinco minutos más.
Desde que hiciera mi pequeña reforma tengo una mesa pegada a mi ventana, encima del radiador. Y como si de una abuela y su mesa camilla se tratara, me paso las horas con las piernas pegadas al hierro notando como me quema la piel por encima de la tela de cuadros del pantalón de mi pijama. Duele. Pero lo encuentro patológicamente agradable.
Mil piezas dispersas en mis manos un Sábado por la mañana. Medio puzzle hecho el Jueves por la tarde. Mi hermana a veces pasa por mi puerta y me dice que soy una obsesiva. Y vale, puede que tenga razón.
Me siento delante de mi ventana, con las piernas ardiendo y disfruto del silencio absoluto de mi habitación. Solo lo rompe el sonido del tren que pasa a escasos metros de mi bloque. Odio el tren, es la frase que suena en mi cabeza cada vez que los vagones atraviesan mi campo visual y el sonido de las vías llega a mis oídos. Lo odio.
El sol de invierno - adoro el sol del invierno - ilumina toda mi mesa y casi puedo tocar la tranquilidad que estoy sintiendo en esos momentos. Apenas respiro, apenas me muevo. Mi cerebro se concentra en los tonos, en las formas y en odiar el tren. Y así el cielo se va poniendo gris y el sol del invierno refunfuña y pide cinco minutos más. Cinco minutos más que se acaban y la luz termina por desaparecer.
No soy capaz de ver nada, y la calefacción está en su punto álgido. Mis piernas tienen marcas rojas de las altas temperaturas a las que las expongo pero aún así no las retiro. El dolor me hace sentir extrañamente viva. Y me quedo en silencio, dejando que la oscuridad sea total a mis espaldas mientras miro por la ventana sin pestañear.
Hoy se aprecia mejor el dibujo del puzzle. Hoy quedan menos piezas en la caja que ayer.
Besos
Las piezas están esparcidas por todo el tablero de forma aleatoria. Bueno, en realidad no. Dentro de todo caos hay un orden lógico, aunque nadie más que el generador de dicho caos - mi persona - sea capaz de entenderlo. El cielo está empezando a ponerse gris, aunque gracias a Dios nos acercamos a la primavera y a las siete de la tarde todavía hay tonos naranjas en el cielo que me dicen que el sol se resiste a irse, que pide cinco minutos más.
Desde que hiciera mi pequeña reforma tengo una mesa pegada a mi ventana, encima del radiador. Y como si de una abuela y su mesa camilla se tratara, me paso las horas con las piernas pegadas al hierro notando como me quema la piel por encima de la tela de cuadros del pantalón de mi pijama. Duele. Pero lo encuentro patológicamente agradable.
Mil piezas dispersas en mis manos un Sábado por la mañana. Medio puzzle hecho el Jueves por la tarde. Mi hermana a veces pasa por mi puerta y me dice que soy una obsesiva. Y vale, puede que tenga razón.
Me siento delante de mi ventana, con las piernas ardiendo y disfruto del silencio absoluto de mi habitación. Solo lo rompe el sonido del tren que pasa a escasos metros de mi bloque. Odio el tren, es la frase que suena en mi cabeza cada vez que los vagones atraviesan mi campo visual y el sonido de las vías llega a mis oídos. Lo odio.
El sol de invierno - adoro el sol del invierno - ilumina toda mi mesa y casi puedo tocar la tranquilidad que estoy sintiendo en esos momentos. Apenas respiro, apenas me muevo. Mi cerebro se concentra en los tonos, en las formas y en odiar el tren. Y así el cielo se va poniendo gris y el sol del invierno refunfuña y pide cinco minutos más. Cinco minutos más que se acaban y la luz termina por desaparecer.
No soy capaz de ver nada, y la calefacción está en su punto álgido. Mis piernas tienen marcas rojas de las altas temperaturas a las que las expongo pero aún así no las retiro. El dolor me hace sentir extrañamente viva. Y me quedo en silencio, dejando que la oscuridad sea total a mis espaldas mientras miro por la ventana sin pestañear.
Hoy se aprecia mejor el dibujo del puzzle. Hoy quedan menos piezas en la caja que ayer.
Besos
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