martes, 9 de julio de 2013

Noventa y cuatro días.

Hola,

Hoy hace un mes desde mi última entrada. Un mes en el que han cambiado muchas cosas de forma bastante sustancial. Si me seguís en tuiter, o en ask, o en alguna de las millones de redes sociales en las que me encanta perder el tiempo, ya sabréis que estoy viviendo en Irlanda desde hace diez días. ¿Que qué se me ha perdido a mí en Irlanda? eso mismo me pregunto yo. Pero aquí estoy, de au pair en una decisión que tomé como se toman todas las decisiones realmente importantes; sin pensarlo demasiado.
Estoy viviendo en mitad de la nada, en la montaña. Rodeada de ovejas, caballos y toda clase de insectos variados de los que ya me conozco su nombre en inglés. Ah, y también está Dora, la gata. El pueblo más cercano es Kenmare, y un día de estos, cuando tenga manejo con el coche tendré libertad para bajar y pasearme por sus cuatro calles de casas de colores y bares forrados de madera en los que ponen pintas de Heineken a 4,10.
Ahora mismo no puedo tener queja; la familia es genial, los padres son majísimos y ya he conocido a los abuelos, tíos, tías, sobrinos, cuñadas, vecinos y sus respectivas mascotas. He conocido a un puñado de au pairs que trabajan aquí; tres españolas, una polaca, una checa y una francesa. Gente que vive aquí, como Mónica, una chica que vino de au pair hace tres años, y después encontró trabajo y se quedó y Noelia, otro caso igual. Y también me hice amiga-post-tres pintas de Garret, un chico que iba muy borracho y que se sentó a mi lado mientras esperábamos al taxi, diciéndome lo guapa que era y contándome algo incomprensible sobre sus padres. O eso creo. Porque señores, el acento de Kerry SE LAS TRAE. A los taxistas - hombres ya entrados en su años - no se les entiende una jodida mierda. En serio os lo digo. Qué odisea.

Bueno, que a lo que venía yo al blog no era a contar precisamente qué he hecho esta semana - aunque debería -. Siempre he tenido la mala costumbre de acordarme más del blog cuando estoy triste, y eso es lo que me ha traído hoy aquí. Hoy estoy triste. Y creo que es porque es el primer día en el que realmente he tenido tiempo para pensar. Yo, que siempre he criticado a esa gente que llora porque se va fuera y echa de menos a su familia y a sus amigos, me he visto esta tarde llorando a mares hecha un cuatro en la cama. Y es que aunque solamente hayan pasado diez dias, aquí para mí ha sido como si llevara un mes. Todo nuevo, todo super intenso, todo agotador. Y hoy necesito discutir con mi madre, salir a La Sureña a tomarme unos cubos con mi gente, hablar de idioteces con mi hermana en la litera, y hasta incluso morirme con los 42 grados que están teniendo por allí.

Yo nunca me he considerado una persona apegada al resto, ni a los sitios. Pero supongo que poner casi 3,000 km de distancia entre todo lo que tengo y yo me ha servido para darme cuenta de que tal vez sí que necesito ciertas cosas. Y hoy ha sido el primer día en el que he echado de menos las tonterías más simples y más absurdas y me ha dolido un poco todo el cuerpo al no poder coger y conseguirlas en media hora.

Supongo que es normal. Vaya, sé que es normal. Estar lejos de las personas que quieres no es fácil y menos al principio. Sé de sobra que me va a llevar una semana o dos más adaptarme realmente a todo, y que cuando tenga independencia con el coche todo va a ir mejor, y los días se pasarán volando y cuando llegue octubre no querré volver - porque ahora mismo podría firmar que voy a volver en octubre -. Pero hoy hasta he mirado los vuelos de vuelta, y el día al azar que he puesto para volver es el único día de toda esa semana en el que había vuelos a Málaga. Curioso.
Para ese día quedan noventa y cuatro días.


Y mañana solamente quedarán noventa y tres.




Besos.