Llevo un rato dándole vueltas a algo: Mi alma de bloggera se siente desalentada y perdida en el mar de la incertidumbre. Sin tener nada que decir, nada que contar. Sin encontrar en el universo gramatical nada lo suficientemente coherente como para invertir tiempo y esfuerzo en ponerse delante del ordenador y construir desde la nada algo con un mínimo de sentido.
Todo esto lo he pensado mientras me quitaba el esmalte de uñas - una roja y otra negra, alternativamente- Tal vez me haya intoxicado con la acetona - he de decir que el esmalte negro más bien podría haber sido alquitrán de lo incrustado que se ha quedado a la ya nombrada superficie - O tal vez ha sido el grito que he pegado cuando he dejado el algodón bañando en quita-esmalte sobre mi pierna recién depilada - Si no os ha pasado, os aconsejo que no lo probéis. A no se que os mole ese rollo, en ese caso, cada uno es libre de actuar según le parezca-
Y es que no me gusta estar apática - He usado demasiado esa palabra desde ayer por la noche- en lo que al blog se refiere. Porque me gusta. Me resulta entretenido. Es más, muchas veces siento impulsos de escribir un diario, unas memorias - A veces hasta pienso en hacerlo a mano en una moleskine, porque soy una moderna- Pero es que para eso tengo el blog -pienso- ¡Pues úsalo, hija de mi vida! -me digo- Y aquí estoy, teniendo una conversación conmigo misma que no es para nada, en absoluto, ni por asomo psicótica.
Tengo la necesidad de dejar fluir mi ingenio y mi agudeza. Porque me he dado cuenta de que estoy desaprovechada - a parte de una moderna soy todo modestia - Y no creo que haya mejor sitio que el blog. Lo mismo este es un único momento de lucidez y mañana vuelvo a ser el ser apático -otra vez la palabra- y desalentado al que no le interesa la belleza de la intelectualidad ni las maravillas del mundo de la expresión escrita. Tal vez todo esto sea - como ya he mencionado - efecto del exceso de acetona que he respirado. Pero es que hoy a medio día cuando en mi casa han bromeado sobre la posibilidad de plantar marihuana para consumo y tráfico, he sentido que necesitaba salir de ese bucle para volver a introducirme en mi universo paralelo de reflexión y meditación sobre cuestiones importantes de la existencia. Todavía no he decidido cuales, pero vamos, que ya se me ocurrirá alguna.
Besos
domingo, 24 de julio de 2011
miércoles, 20 de julio de 2011
Los ojos de Paula
Ibamos cogidas de la mano, andando con el sol de las nueve de la mañana pegando en nuestra nuca, cuando Paula me miró con sus enormes ojos marrones con curiosidad. -Seño,¿Qué son las sombras?-. Yo pensé durante una fracción de segundo cómo contestarle esa pregunta a una niña de siete años. -Son lo que se produce cuando el sol no puede atravesar nuestro cuerpo, ¿ves?- dije señalando nuestras siluetas en el suelo. -El sol pasa por todas partes, pero choca con nosotras y por eso está oscuro delante nuestra, porque el sol no puede pasar - . Ella dudó un momento y volvió a mirarme como si hubiera algo que no cuadrara en sus pensamientos. -Pero, ¿de qué están hechas?-. Entonces miré al sol, al suelo, y finalmente a esa niña de metro cuarenta que me cogía la mano - De ausencia de luz, Paula. Las sombras siempre son ausencias-
Paula y yo esta mañana, 20/07/11
Hoy estoy así de mística y profundamente inconexa. Prometo volver más cuerda, o tal vez menos. Ya veremos.
Besos
Paula y yo esta mañana, 20/07/11
Hoy estoy así de mística y profundamente inconexa. Prometo volver más cuerda, o tal vez menos. Ya veremos.
Besos
domingo, 10 de julio de 2011
Despedidas momentáneas
El viernes quedé a cenar con mis amigas, y sus novios – también amigos ya- Y durante unos segundos me quedé en silencio, mirándolos a todos hablar, comer y beber. Y mientras ellos se reían y se interrumpían mutuamente, yo estaba sentada en silencio, mirándolos, pensando en el camino que nos había llevado a ese momento. A quedar para despedirnos el cuarto año, a estar todos juntos como el final de un capítulo de una serie. Llegando poco a poco, cada uno de un camino, y estar sentados alrededor de la mesa del piso que tantas cosas nos ha visto hacer. El piso en el que hicimos nuestro primer botellón hace casi cinco años, que nos ha visto hacer fiestas del pijama, comer macarrones, miles de días de Mcdonals, películas, juegos de mesa y conversaciones hasta las tantas. Ese piso que tal vez no volvamos a pisar si al final A. lo deja y se va a otro.
A pesar de no terminar la carrera este año – aunque sean cuatro años a mi me queda uno de optativas y demás- tengo la sensación de que se ha terminado un ciclo. S. y C. se van, porque ellas sí han terminado, y eso ya es un cambio importante. Pero es algo más que las ausencias. Es la sensación de final.
Ningún año me ha dado especialmente pena despedirme de nadie para las vacaciones de verano. Y sin embargo el viernes, cuando abracé a mi amiga A. pensé que iba a romper a llorar de un momento a otro ante la perspectiva de no poder volver a hacer ese gesto que tan familiar me resulta en dos meses. No han pasado ni dos días y la echo tanto de menos que me parece insano.
Porque ha sido A. el gran pilar de mi año. Desde que la conocí he sentido por ella algo distinto que por el resto de mis amigas. Las quiero muchísimo a todas, pero A. tiene algo especial, algo que me conecta a ella por encima del resto de mis relaciones.
Yo no soy una persona especialmente cariñosa y sin embargo, vivo con la imperiosa necesidad de darle un abrazo cada vez que la veo. Ha sido mi consejera, mi apoyo. La única persona capaz de hacer que me quite el pijama cuando estoy totalmente convencida de quedarme hecha un cuatro en mi cama pensando lo desgraciada que soy, y conseguir vestirme y salir a la calle a tomarme unas cañas. Es de las pocas personas con las que nunca se me acaba la conversación, y que cuando no hay nada de que hablar el silencio se convierte en un amigo, no en una incomodidad.
Ella es una persona que me llena. Me hace sentir feliz, sin dobleces, ni medias tintas. Ella es una amiga, con mayúsculas. De esas que te hacen sonreír cuando tienes ganas de matar a alguien, de las que hacen que se te rompa el corazón al verla mal, de las que siempre están ahí dispuestas para todo, que no te juzgan sino que opinan con sinceridad y siempre intentando hacerte sentir mejor.
Ahora mismo soy incapaz de imaginar mi vida sin ella, tal vez hoy estoy demasiado sensible, tal vez no. Tal vez ella es mi alma gemela, mi media naranja. Tal vez no siempre deba tratase de amor romántico. Tal vez simplemente se trate de amor, más simple que todas las complicaciones que nos podemos crear nosotros mismos. Porque la quiero más de lo que ella se pueda imaginar y ya estoy deseando que sea Septiembre para volver a verla, que nos vayamos las dos de cañas y yo le cuente mis aventuras y desventuras,que el día menos pensado cojamos el coche y nos escapemos en busca de un Starbucks, y volver a encontrarme riéndome con ella cuando nos miremos y sepamos qué estamos pensado con exactitud.
Gracias por este año A.
A pesar de no terminar la carrera este año – aunque sean cuatro años a mi me queda uno de optativas y demás- tengo la sensación de que se ha terminado un ciclo. S. y C. se van, porque ellas sí han terminado, y eso ya es un cambio importante. Pero es algo más que las ausencias. Es la sensación de final.
Ningún año me ha dado especialmente pena despedirme de nadie para las vacaciones de verano. Y sin embargo el viernes, cuando abracé a mi amiga A. pensé que iba a romper a llorar de un momento a otro ante la perspectiva de no poder volver a hacer ese gesto que tan familiar me resulta en dos meses. No han pasado ni dos días y la echo tanto de menos que me parece insano.
Porque ha sido A. el gran pilar de mi año. Desde que la conocí he sentido por ella algo distinto que por el resto de mis amigas. Las quiero muchísimo a todas, pero A. tiene algo especial, algo que me conecta a ella por encima del resto de mis relaciones.
Yo no soy una persona especialmente cariñosa y sin embargo, vivo con la imperiosa necesidad de darle un abrazo cada vez que la veo. Ha sido mi consejera, mi apoyo. La única persona capaz de hacer que me quite el pijama cuando estoy totalmente convencida de quedarme hecha un cuatro en mi cama pensando lo desgraciada que soy, y conseguir vestirme y salir a la calle a tomarme unas cañas. Es de las pocas personas con las que nunca se me acaba la conversación, y que cuando no hay nada de que hablar el silencio se convierte en un amigo, no en una incomodidad.
Ella es una persona que me llena. Me hace sentir feliz, sin dobleces, ni medias tintas. Ella es una amiga, con mayúsculas. De esas que te hacen sonreír cuando tienes ganas de matar a alguien, de las que hacen que se te rompa el corazón al verla mal, de las que siempre están ahí dispuestas para todo, que no te juzgan sino que opinan con sinceridad y siempre intentando hacerte sentir mejor.
Ahora mismo soy incapaz de imaginar mi vida sin ella, tal vez hoy estoy demasiado sensible, tal vez no. Tal vez ella es mi alma gemela, mi media naranja. Tal vez no siempre deba tratase de amor romántico. Tal vez simplemente se trate de amor, más simple que todas las complicaciones que nos podemos crear nosotros mismos. Porque la quiero más de lo que ella se pueda imaginar y ya estoy deseando que sea Septiembre para volver a verla, que nos vayamos las dos de cañas y yo le cuente mis aventuras y desventuras,que el día menos pensado cojamos el coche y nos escapemos en busca de un Starbucks, y volver a encontrarme riéndome con ella cuando nos miremos y sepamos qué estamos pensado con exactitud.
Gracias por este año A.
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