lunes, 30 de enero de 2012

Te he llorado tanto que ya ni sé cómo es vivir sin hacerlo

Hola,


Porque la he llorado, Max. La he llorado mucho y, como siempre se llora, a demasiada distancia. Bajo la lluvia, mezclando mis lágrimas con las del cielo, desde el cierre derrotado de cualquier bar o bajo la media apertura de su ventana, da igual. La he llorado como nunca lloré a los que creía conocer. La he llorado por ese futuro que ya no tendremos. La he llorado por ese pasado que dejamos pasar. La he llorado hasta quedarme sin aliento. Y la sigo llorando por lo que pudo ser, incluso por lo que nunca será.

Que la muerte te acompañe - Risto Mejide




Besos

domingo, 29 de enero de 2012

Superheroe

Hola,

"Ojalá" se ha convertido en la palabra más usada de mi vocabulario.





- Nosotras....No somos nada -
- No. Nosotras lo somos todo
-




Besos

sábado, 28 de enero de 2012

Pacuare

Hola,

Ella escribió esta canción hace un tiempo. La escribió y no voy a contar su historia porque ella la cuenta en el vídeo que os pongo en esta entrada. Ella es Boza. Esa debería ser más que una tarjeta de presentación y aún así de todas formas voy a hablar de ella. Carmen Boza ha sido y es un chaleco salvavidas para mí. A riesgo de parecer una grupi desquiciada, he de admitir que la admiro, y que si llevara carpeta a la universidad probablemente pegaría sus fotos como ella misma nos aconsejó que hiciéramos en el concierto. Pero en lugar de eso tengo su EP firmado tal y como vino de Cádiz, como si de un trofeo se tratara puesto en la estantería de mi habitación.

Sinceramente, yo nunca he sido fan de nadie. Nunca me he considerado así, ni siquiera con toda la fiebre de OT en su día. Sin embargo, hace algo más de un año que sí que me considero fan de Boza. Por un motivo muy sencillo: ella es todo lo que yo amo de la música. He visto como ha ido sacando canción a canción, y he visto cómo ha creado de la nada un EP. Ha sido como ver crecer algo que quieres mucho, y a día de hoy todavía siento ese cosquilleo cuando me pongo a ver A la altura justa de tus ojos en youtube, en ese vídeo en blanco y negro en la que sale su cabeza medio cortada.

Yo soy una consumidora patológica de canciones. No es lo mismo que decir me gusta escuchar música, no. Yo las canciones las consumo. Llega un punto en el que se pegan a mis poros y no sé dónde acabo yo y dónde empiezan ellas, y en ese punto de fusión se encuentran unas pocas privilegiadas que las llevo conmigo sin necesidad de auriculares.

Hay muchas canciones que me han encantado a lo largo de mi vida. No sabría decir cual es mi favorita porque creo que para cada momento y para que estado de ánimo tenemos una canción que encaja mejor con nuestra escena. Pero aún así, después de mucha investigación y divagación por los confines de la tierra media, he encontrado la canción que se ha convertido en mi segunda piel.

Muchos podríais pensar que debería tratarse de una canción mía. Tal vez. Es un razonamiento lógico. Pero si tuviera que hablar de mis canciones, si tuviera que hablar por ejemplo de 14(Catorce) diría que más que una segunda piel es todo lo que queda debajo de ella.

Esta canción es mi impermeable. Es la armadura con la que me enfrento al mundo como si fuera un guerrero sin más defensa que el aguantar estoicamente los ataques. Como si me hubiera pintado la piel con cada letra y con cada palabra, y ahora todo doliera un poco menos. Aunque claro, todo eso son solo figuraciones mías.



Pacuare llegó a mí en un momento de mi vida en el que yo no era capaz de entenderla. Al menos no en toda su complejidad. Después fue mi paño de lágrimas en un Febrero triste y aún así tampoco me sentía totalmente identificada. Pasó mucho tiempo, muchos meses en los que sin saber por qué, dejé que mis oídos se acostumbraran al silencio. Y un día hace no demasiado tiempo saltó en mi iPod mientras iba andando por la calle. No recuerdo cómo fue, ni en qué momento empecé, pero sé que acabé llorando como si de pronto hubiera tenido una revelación. Y es que me pareció estar escuchándola por primera vez y todo tenía una significado nuevo para mí. Y dolía, vaya que si dolía. Pero a la vez fue maravilloso. No sé si alguien podrá entenderme.

Pacuare no es mi canción favorita, porque no la puedo incluir en ningún ranking. Pacuare es ya una parte de mi. Gracias Carmen por construirme un impermeable tan bonito.




(Sí, la ilustración es mía. Es lo que tiene ser una grupi con tiempo libre)

Besos

jueves, 26 de enero de 2012

Sal con una chica que lee (Por Rosemary Urquico)

Hola,

Hoy he leído esto, y me ha encantado. Lo dejo por aquí.

Sal con alguien que se gasta todo su dinero en libros y no en ropa, y que tiene problemas de espacio en el clóset porque ha comprado demasiados. Invita a salir a una chica que tiene una lista de libros por leer y que desde los doce años ha tenido una tarjeta de suscripción a una biblioteca.

Encuentra una chica que lee. Sabrás que es una ávida lectora porque en su maleta siempre llevará un libro que aún no ha comenzado a leer. Es la que siempre mira amorosamente los estantes de las librerías, la que grita en silencio cuando encuentra el libro que quería. ¿Ves a esa chica un tanto extraña oliendo las páginas de un libro viejo en una librería de segunda mano? Es la lectora. Nunca puede resistirse a oler las páginas de un libro, y más si están amarillas.

Es la chica que está sentada en el café del final de la calle, leyendo mientras espera. Si le echas una mirada a su taza, la crema deslactosada ha adquirido una textura un tanto natosa y flota encima del café porque ella está absorta en la lectura, perdida en el mundo que el autor ha creado. Siéntate a su lado. Es posible que te eche una mirada llena de indignación porque la mayoría de las lectoras odian ser interrumpidas. Pregúntale si le ha gustado el libro que tiene entre las manos.

Invítala a otra taza de café y dile qué opinas de Murakami. Averigua si fue capaz de terminar el primer capítulo de Fellowship y sé consciente de que si te dice que entendió el Ulises de Joyce lo hace solo para parecer inteligente. Pregúntale si le encanta Alicia o si quisiera ser ella.

Es fácil salir con una chica que lee. Regálale libros en su cumpleaños, de Navidad y en cada aniversario. Dale un regalo de palabras, bien sea en poesía o en una canción. Dale a Neruda, a Pound, a Sexton, a Cummings y hazle saber que entiendes que las palabras son amor. Comprende que ella es consciente de la diferencia entre realidad y ficción pero que de todas maneras va a buscar que su vida se asemeje a su libro favorito. No será culpa tuya si lo hace.

Por lo menos tiene que intentarlo.

Miéntele, si entiende de sintaxis también comprenderá tu necesidad de mentirle. Detrás de las palabras hay otras cosas: motivación, valor, matiz, diálogo; no será el fin del mundo.

Fállale. La lectora sabe que el fracaso lleva al clímax y que todo tiene un final, pero también entiende que siempre existe la posibilidad de escribirle una segunda parte a la historia y que se puede volver a empezar una y otra vez y aun así seguir siendo el héroe. También es consciente de que durante la vida habrá que toparse con uno o dos villanos.

¿Por qué tener miedo de lo que no eres? Las chicas que leen saben que las personas maduran, lo mismo que los personajes de un cuento o una novela, excepción hecha de los protagonistas de la saga Crepúsculo.

Si te llegas a encontrar una chica que lee mantenla cerca, y cuando a las dos de la mañana la pilles llorando y abrazando el libro contra su pecho, prepárale una taza de té y consiéntela. Es probable que la pierdas durante un par de horas pero siempre va a regresar a ti. Hablará de los protagonistas del libro como si fueran reales y es que, por un tiempo, siempre lo son.

Le propondrás matrimonio durante un viaje en globo o en medio de un concierto de rock, o quizás formularás la pregunta por absoluta casualidad la próxima vez que se enferme; puede que hasta sea por Skype.

Sonreirás con tal fuerza que te preguntarás por qué tu corazón no ha estallado todavía haciendo que la sangre ruede por tu pecho. Escribirás la historia de ustedes, tendrán hijos con nombres extraños y gustos aún más raros. Ella les leerá a tus hijos The Cat in the Hat y Aslan, e incluso puede que lo haga el mismo día. Caminarán juntos los inviernos de la vejez y ella recitará los poemas de Keats en un susurro mientras tú sacudes la nieve de tus botas.

Sal con una chica que lee porque te lo mereces. Te mereces una mujer capaz de darte la vida más colorida que puedas imaginar. Si solo tienes para darle monotonía, horas trilladas y propuestas a medio cocinar, te vendrá mejor estar solo. Pero si quieres el mundo y los mundos que hay más allá, invita a salir a una chica que lee.

O mejor aún, a una que escriba.




Besos

miércoles, 18 de enero de 2012

Te quiero

Hola,



Yo siempre seré tu casa.

Vuelve, que cada centímetro te echa de menos tanto que duele.



Besos

lunes, 16 de enero de 2012

Cuasipotencialidad

Hola,

Existe la creencia popular de que hacerse mayor es convertirse en alguien potencialmente más sabio. Seguro que alguna vez os han dicho eso de cuando seas mayor lo entenderás, o ya me lo dirás cuando seas mayor. Pero como todas las cosas que nos dicen esas personas potencialmente más sabias que nosotros, nos lo tomamos como advertencias vacías o como amenazas sin fundamento. Como cuando tu madre te decía que no corrieras porque te caerías pero tú salías como una bala. Y claro, te caías y te hacías una de esas heridas en la rodilla que ahora es la cicatriz de aquella advertencia que ignoraste.

Tengamos la edad que tengamos, creemos que lo sabemos todo. Y pese a que esa también sea una de las frases favorita de las personas potencialmente más sabias, creo que en realidad sí lo sabemos todo. Tan solo debemos matizar: sabemos todo lo que debemos saber.

Obviamente no me refiero ni a conocimientos intelectuales, ni al conocimiento del ser espiritual que nos habita. Me refiero a las herramientas con las que nos toca vivir el momento presente de nuestra vida. Creo que en cada momento de nuestra existencia, tenemos las herramientas estrictamente necesarias para enfrentarnos a lo que se nos plantea. Lo que ocurre, es que cuando avanzamos un poco más en nuestra linea temporal, y vamos a Bricodepot con asiduidad comprando cosas nuevas, nos damos cuenta de lo fácil que habría sido solucionar cierto problema si hubiéramos tenido lo que tenemos ahora. Pero eso sería algo parecido a que el inventor del teléfono móvil estuviera martirizándose el resto de su existencia por haber usado en su momento un teléfono con cable.

Cuando yo estaba en ese momento de mi vida en el que recibía de forma más o menos regular las advertencias de las personas potencialmente más sabias que yo, creía que hacerse mayor era algo estupendo. Todo eran ventajas. La mejor de todas: que dichas personas dejarían de darme el coñazo y yo sería una de esas personas potencialmente más sabias que le daría consejos vacíos a niñas como yo. Por no hablar de la independencia, la libertad, y el equilibrio profesional y emocional que se consigue cuando te haces mayor.

Sin embargo, de forma inevitable creces y descubres que la realidad es otra. Hacerse mayor es tener delante cien caminos y no saber cual elegir por miedo a equivocarte y no poder rectificar. Y es tener la paciencia necesaria para aguantar allí, al filo del principio de todas las posibilidades y soportar la lluvia, el frío, el calor y lo más importante: las decepciones. Hacerse mayor es aprender que hay cosas que van a doler tanto como una puñalada y que habrá cosas que no podrás arreglar aunque te dejes la piel intentándolo.

Hacerse mayor es darse cuenta de que se puede querer a alguien con algo más que el hipotálamo y que esa idea utópica del amor para toda la vida puede ser verdad. Que las consecuencias de tus actos son mucho más dolorosas que un ya no me junto, o ya no eres mi amiga. Es ser capaz de arrepentirte ante tus equivocaciones y de aprender de tus errores. Es llorar sin motivo aparente porque en realidad los motivos no pueden explicarse con palabras.

Hacerse mayor no es ser mejor ni más listo. Es comprender que cada minuto que pasa es decisivo, que tal vez no existan segundas oportunidades y que las cosas que dejas escapar no siempre vuelven. Es querer a alguien más que a ti, preocuparte por alguien más que por ti, y construir para alguien que no eres tú y sin embargo saber que aunque las miles de razones que existen no os permitan estar juntos, cada minúscula partícula de tu cuerpo vive por ella mientras viven para ti a tiempo parcial.

Hacerse mayor no es cuestión de tiempo ni es un momento concreto de la vida. Nos hacemos mayores desde que nacemos, y seguiremos haciéndonos mayores hasta que muramos. Porque siempre nos quedaran cosas por aprender y cosas que querremos arreglar con lo que hemos aprendido, dándonos cuenta de que hacerse mayor no es otra cosa que ser consciente de lo que vamos dejando atrás y que eso nos importe.

Un persona potencialmente más sabia que yo me dijo lo difícil que era hacerse mayor. Para mí fue una advertencia vacía, una amenaza sin fundamento. Y ahora que he crecido y que vuelvo, ya no vuelvo con cicatrices en las rodillas si no en el corazón.



Besos

sábado, 14 de enero de 2012

Soy

Hola,

Ese mensaje a las dos de la mañana, ese beso en el ascensor, esa pintada en la puerta del baño, ese olor en las manos y en la ropa, esos trazos de rotulador sobre papel continuo, eso que ves en las constelaciones, esa colonia de una tienda, ese mes, esa estación del año, ese san valentín atípico, ese banco de la calle, esos gusanitos a medio día, ese helado ácido de limón, esos vaqueros rotos, esas natillas con cortezas, esos atardeceres de verano, ese efecto mariposa, ese concierto, esa tormenta bajo las mantas, ese lado de la cama, esa sudadera roja, esa caja, ese libro, ese viaje a Roma, ese jersey de rayas, esa noche en París, esas manos heladas, ese verano sin dormir, ese no me dejes nunca, esa tinta de bolígrafo en la piel, ese abrazo en las escaleras, esa pregunta en el cuarto de baño, ese kinder bueno, ese ataque de batman, ese Solo para ti en el coche, ese deseo a las estrellas, esas estrellas tras los ladrillos del residencial, esa canción al piano, ese silencio al mirarnos, ese te quiero entre besos. Ese futuro perfecto.



Besos

viernes, 13 de enero de 2012

A veces

Hola,

A veces me pregunto cómo va a ser mi vida a partir de ahora. Tengo la sensación de haber olvidado demasiadas cosas. Tengo la impresión de que vivir se ha convertido en una costumbre, en un hábito. En la rutina diaria de quien no puede desconectarse de la realidad.

A veces siento como si estuviera de paso. Como si vivir fuera un medio y no un fin. Como si todo lo que me ha traído hasta aquí no fuera más que el prólogo de lo que tengo que ser, lo que tengo que vivir, y lo que tengo que afrontar.

A veces mientras estoy sentada mirando por la ventana, pienso que en realidad no me conocía y no sabía cómo era. Me recuerdo y no me recuerdo. Soy una sombra de mi propio pasado y una incoherencia con mi presente.

A veces pienso que soy una buena persona y que como todas las buenas personas, merezco que me pasen cosas buenas. Otras simplemente me atormento pensando que las cosas malas que me ocurren me las merezco y que las buenas personas siempre son las que más sufren en las películas. Al menos me consuela saber que al terminar la trama, los buenos siempre terminan por conseguir el final feliz y los malos...bueno, los malos no me interesan demasiado.

A veces miro dentro de mí mientras estoy a oscuras en esos minutos previos a quedarme dormida y lo veo todo. Veo mi forma de sentir y de afrontar lo que me está pasando. ¿Y sabéis qué es? es amor. Y no amor en el sentido cursi de la palabra. No es un amor de esparcir pétalos de rosa, o susurrar a la luz de las velas. Es amor incondicional y sincero. De ese que perdonaría todo y aguantaría todo. De ese que a pesar de todo lo malo y todo lo llorado sigue ahí. Eso me hace preguntarme si algo podría destruirlo. Porque si no lo ha destruido ya, empiezo a pensar que se ha acomodado en cada átomo de mi piel como un okupa y no tiene intención ninguna de marcharse. Que se ha fusionado con mis propias moléculas y ya no somos dos elementos distintos si no uno completo.

A veces me paro a pensar qué significa eso. Creo que cuando queremos a alguien, cuando nos enamoramos, hay algo en nuestro cuerpo que ama a la otra persona. Algo que nunca había estado ahí. Unos lo llamarán mariposas en el estómago, otros la sensación de montaña rusa o puede que lo llamen notar como si se flotara. Todos hemos pasado por ahí. Pero eso se termina por perder en algún momento. Sin embargo yo no tengo ese algo. Yo soy ese algo.


A veces...A veces tan solo me pregunto si la querré toda la vida.




Besos

miércoles, 11 de enero de 2012

Clips

Hola,

Ya he comentado alguna vez que yo colecciono clips. Y no colecciono clips en el sentido de compra cajas y cajas, o buscar los clips más raros sobre la faz de la tierra, o traerme un clip de cada país al que voy. Yo colecciono los clips que me encuentro por la calle. Pensaréis ¿Pero hay clips por la calle?. Sí. Doy fe de que hay muchos, muchísimos y por todas partes.

Todo empezó porque alguien me dijo que los clips daban suerte, y en cierto modo los clips se han ido integrando en mi vida siendo ya una prolongación de mi persona. Para mí los clips no son simplemente clips. Son algo más. Y aunque he pasado una racha un poco, digamos, mala, y digamos también que dicha persona ha estado íntimamente relacionada con todo -racha y clips-, me he llegado a plantear seriamente dejar de recogerlos. Es más, hacía muchos días que no me encontraba ninguno - desde el día 3 de Enero concretamente - Y hoy, bajaba andando a la universidad cuando he visto un clip verde tirado en la acera. Esa persona decía que los clips de colores daban más suerte que los clips plateados. ¿Y cómo iba a dejar pasar un clip de color? ¿Y encima verde?. Así que lo he cogido y he pensado que sí, que tal vez siempre me acordaré de esa persona cuando coja un clip, pero que al fin y al cabo las experiencias que vivimos son las que nos convierten en quienes somos. Borrar el pasado equivale a arrepentirnos de vivir. Y no creo que nadie deba arrepentirse de las cosas que en algún momento le han hecho feliz, aunque ya no impliquen lo mismo.

Cada vez que le digo a alguien que colecciono los clips que me encuentro en la calle me dice lo mismo: ¿Pero en serio te encuentras clips por la calle?. Y yo siempre contesto lo mismo: Puedes creerme que los hay. Yo me he encontrado clips en todas partes y en cada lugar que he pisado. Me he encontrado un clip hasta en el suelo de Notre Dame. Tan solo tienes que fijarte, y el día que lo hagas te darás cuenta de que hay miles de clips en el suelo para ti.

La suerte está ahí, solamente hay que saber dónde buscarla.



Besos

sábado, 7 de enero de 2012

La estancia

Hola,

Hace tiempo que empecé una obra. De esas que dicen que son para dos semanas y se acaban alargando dos meses. No sabía dónde me metía sinceramente, pero bueno, aquello empezó de la manera que empezó, los tabiques empezaron a desaparecer y todo comenzó llenarse de obreros que a mi me parecían todos la misma persona. Pero es que había que poner un poco de orden ¿eh? yo lo admito. Cuando las cosas se hacen mal, se hacen mal, y eso pasa factura. Se construye con materiales que salen más baratos, se paga menos la mano de obra, se hace deprisa y corriendo y claro, las lluvias, los temblores de tierra, y el paso de los días acaban agrietando las paredes, levantando las baldosas y provocando humedades en el piso de abajo que te cuestan una discusión con la vecina del segundo y una llamada al seguro.

Así que sin apenas darme cuenta todo aquello estaba en ruinas, paredes con agujeros, muebles tapados con sábanas, suelos manchados de pintura, puertas descolgadas, baldosines amontonados y demás aparataje propio de cualquier reforma que se precie. Al principio pensé que sería algo rápido, y los primeros momentos los sobrelleve extrañamente bien. El ruido del pico a las ocho de la mañana no me molestaba, los gritos de los obreros no me alteraban, y tenerlo todo lleno de ese polvo blanco digno de maquillaje de mimo que me hacía salir como si fuera un boquerón enharinado no me incomodaba.

Sin embargo conforme fueron pasando los días empecé a mosquearme. La obra no avanzaba como yo me esperaba. Aquello hacía aguas y los obreros se quedaba viendo la ruleta de la suerte en lugar de continuar remodelando mi preciada estancia. Bueno, por unos días no pasará nada - me dije - Así que me amoldé al estilo de vida de mis trabajadores. Me comía mi bocata de calamares y mi cerveza a mitad de mañana, veía la ruleta de la suerte, y piropeada a las chicas monas que pasaban por delante de mi ventana. Y así, como quien ve pasar los trenes, se pasaron los meses.

Decidí irme un tiempo de allí, mientras terminaban la obra. Pensé que bueno, que tampoco pasaría nada por ausentarme unos días ¿no?. Craso error. Me fui unos días y cuando decidí volver, aquello estaba manga por hombro. Los obreros no sólo no habían avanzado, sino que me habían tirado el pilar de contención, el principal, el indispensable y mi techo tenía una grietas del tamaño de la falla de San Andrés. ¿Y ahora qué hacía yo? Me quedé tan impresionada que no pude ni echarles la bronca, al fin y al cabo, era yo la que se había ido unos días y los había dejado hacer lo que quisieran ¿no? Así que haciendo acopio de mis dotes para el diálogo, propuse que nos sentásemos, nos comiésemos un bocata de calamares con una cerveza, y debatieramos sobre el futuro de mi preciada estancia.

Allí nadie me daba soluciones, y el techo se empezaba a caer a trozos día tras día. A aquello le quedaba el mismo tiempo que un suspiro y yo no sabía qué hacer. Entonces, tras muchos días de reflexión y meditación profunda, decidí hacerme yo misma cargo de la obra.

Lo primero que hice fue cerciorarme de dónde estaban los problemas verdaderos, los problemas básicos. Los cimientos de aquella hecatombe. Revisé una y mil veces cada esquina, cada hueco, cada columna, hasta estar segura de que no dejaba nada sin asegurar. No quería tapar con cemento cosas que después se quedaran inacabadas.

Después, pinté las paredes de verde. El verde es el color de la esperanza y mi color favorito. Mis paredes siempre habían sido blancas. Paredes que no contaban nada, que no sentían nada. Pero eso ya era parte del pasado, parte de esa estancia que estaba remodelando desde sus raíces. Y no puse ningún cuadro, ni colgué nada en esas paredes, porque la esperanza adornada no es esperanza, si no utopía.

Tuve que elegir los muebles. ¿Para dos o para uno? Para dos, ¿no? Se supone que en eso consiste la vida, en acabar compartiendo la preciada estancia con alguien. Así que bueno, un armario grande, una cómoda con muchos cajones y una cama de 1,50 estaría bien.

Y así poco a poco aquello empezó a parecer algo habitable. Sin embargo había algo que todavía no estaba solucionado. El pilar de contención, ese que tiraron sin querer seguía sin estar. Y había zonas de la estancia de las que caían trozos de techo a diestro y siniestro y yo seguía sin saber qué hacer para solucionar ese problema. En realidad tenía muchas cosas que hacer y estaba empezando a cansarme de tener que estar preocupada de que aquello no se cayera a pedazos al mínimo temblor. Ya había hecho todo lo que estaba en mi mano. Había picado, echado cemento, pintado, limpiado y amueblado. ¿Qué más podía hacer? Me tumbé hecha un cuatro en aquella cama - para dos - durante ocho días y ocho noches tratando de encontrar una solución para que todo mi trabajo y todo mi esfuerzo no fueran para nada. No podría destruirse todo después de lo que había luchado por construirlo.

Así que me sequé las lágrimas, me levanté y cogí la escalera de detrás de la puerta. La puse debajo del punto donde debería estar el pilar de contención y me subí hasta el último peldaño. Fijé bien mis pies y respiré hondo. Levanté los brazos con las palmas de las manos extendidas, y las puse en el techo, sobre las grietas que se extendían más allá de donde alcanzaba mi vista. Y de pronto, como si aquello fuera suficiente, los trozos de techo dejaron de caer y aquel crujido preludiando el derrumbe inminente cesó.

Entonces fue cuando lo entendí todo. Fue cuando me di cuenta de que nunca hubo obreros y que por eso todos me parecían iguales: porque no tenían cara. Entendí que aquello lo destruí yo misma, que yo quité las paredes, y que yo tiré el pilar de contención. Entendí que la obra no avanzaba porque yo no avanzaba, porque yo no actuaba. Entendí entonces que no hablaba con nadie en aquellas reuniones de bocatas de calamares, si no que me hablaba a mí misma. Entendí que me esforcé por crear algo para dos, el mejor lugar que podría imaginarse, con paredes verdes que anunciaban la esperanza del futuro feliz que creía estar construyendo y entendí que sin embargo, al final de todo, no usaría esa cama para dos, ni esa cómoda para dos, ni ese armario para dos, porque tendría que ser yo el pilar que se quedara sujetando ese punto en el que todo se rompe y todo se derrumba. Y que tendré que quedarme ahí para siempre, para que cuando alguien venga a dormir a mi preciada estancia, jamás, jamás se le caiga el techo encima.


Besos

viernes, 6 de enero de 2012

Noche de Reyes

Hola,

Este año los Reyes me han traído tres cosas muy importantes:

La seguridad de que no perderé oportunidades por miedo a arrepentirme

La tranquilidad de que por primera vez en mi vida estoy siendo plenamente consecuente con mis sentimientos.

La certeza de que seré feliz.



Ah, y un telescopio para perderme encontrarme entre las estrellas.





Besos

jueves, 5 de enero de 2012

Chaleco salvavidas

Hola,

Quería escribir una gran entrada, una gran dedicatoria, un texto largo, lacrimógeno, sentido y profundo. Quería escribir líneas y líneas contando nuestra historia, nuestra trayectoria, las cosas buenas y malas que hemos pasado juntas y todo lo que hemos compartido. Pero después de un rato escribiendo y borrando me he dado cuenta de que lo único que quiero hoy es darte las gracias.

Gracias porque hoy, cuando he llegado a casa y creía que me moriría de dolor y he pasado llorando media hora sentada sola en mi habitación, he sentido que sería contigo con quien me sentiría segura. Y me he armado de valor,y he hecho algo que no he hecho jamás: he llamado a tu puerta y me he metido en tu cama a llorar. Y tú me has abrazado, me has secado las lágrimas, y me has dicho que todo irá bien. Y te he creído.

¿Sabes? Yo solía pensar que realmente no necesitábamos a nadie de forma indispensable en nuestra vida. Entonces esta noche he dejado que todo lo que me consumía por dentro saliera mientras lloraba, y estando ahí, tumbada contigo, me he dado cuenta de que tú eres la persona que más quiero en este mundo, la totalmente indispensable, y que nada que me traigan los Reyes esta noche, ni ninguna otra noche del 5 de Enero, podrá nunca estar a la altura de estos momentos en los que mi hermana mayor se convierte en el chaleco salvavidas de mi corazón.

Te quiero



Besos

miércoles, 4 de enero de 2012

Aprender

Hola,

Con el tiempo he aprendido que los amigos no son para siempre. Que las cosas que estudias de memoria se olvidan y que el pelo crece aunque creamos que siempre tendremos ese corte horrendo que nos hicieron en la peluquería.
He aprendido que las heridas se curan con el tiempo, las de la piel y las más profundas. Que las cicatrices se quedan, pero que algunas veces son el recordatorio de una buena historia o simplemente la marca de algo que nos importó lo suficiente.
He aprendido que un beso no siempre es algo feliz, sino que hay besos tristes, besos de despedida. Besos de los que se dan con los ojos abiertos para no perder ni un segundo de vista a la persona que probablemente se vaya para siempre. He aprendido que no todos los te quiero son bonitos, ni significan lo mismo. He aprendido que hay te quieros que significan déjame, te quieros que significan adiós.

Con los años he aprendido que madurar es algo que nos llega por obligación y no por decisión propia. Que los sentimientos se hacen mayores como nos hacemos mayores nosotros, y que la vida se complica a medida que la complicamos nosotros. He aprendido a diferenciar entre querer y amar. Entre desear y anhelar. He aprendido la diferencia entre vivir por mí y vivir por alguien.

Pero lo más importante que he aprendido a lo largo de mi vida, algo de lo que no había sido consciente hasta ahora que ha llovido tanto que las alcantarillas están a rebosar, es que después de luchar, de esforzarme y de llorar hasta quedarme dormida, merecer algo de forma sincera, es mucho, mucho más importante que a fin de cuentas, conseguirlo



Besos

martes, 3 de enero de 2012

Desde ninguna parte

Hola,

Por raro que parezca, sé que naciste de parto natural y lloraste la primera, la segunda y la tercera noche de tu vida. Creciste feliz, y tu primera palabra fue "patata" porque quisiste decir "Papá" y te hiciste un lío. También sé que fuiste una niña inquieta, o puede que el término exacto fuera inventora. Inventora de nada bueno, he de añadir. Tuviste una infancia divertida, como la gran mayoría de los niños. Los Reyes no siempre te traían lo que pedías pero no podías quejarte. Te hiciste mayor y lo más probable es que te metieras en algún lío, como fumar demasiado pronto. Mal hecho. Y tuviste una extensa lista de novios de esos con los que no hablabas por vergüenza.

Pasaron unos pocos años más y empezaste a notar que eras distinta ¿verdad?. Que había algo que no encajaba del todo a tu alrededor y no sabías qué era. No te gustaban las mismas cosas que a tus amigas y eso te hacía sentir un poco bicho raro. Mientras ellas estaban deseando ponerse tacones, maquillarse, y estar con algún chico, tú no tenías ningún tipo de interés en esos temas. Seguro que preferías quedarte en casa de una de tus amigas, ver una película y comer unas pizzas. Probablemente te llamaron sosa, y abuela. Pero yo sé que eso a ti no te importaba demasiado, porque siempre supiste que eras más feliz actuando coherentemente con lo que pensabas. Y entonces algo pasó, ¿cierto? conociste a alguien que de pronto resolvió tus dudas. Era una amiga tuya, es un clásico. Una amiga por la que sentías más que amistad. Eso explicaba muchas cosas, pero complicaba otras tantas.

Y así fue pasando el tiempo, poco a poco. Sin prisa. Y te fuiste haciendo mayor. Y si piensas como yo, de lo que estoy seguro, hoy ya poco queda de esa niña, de sus amigas y de su coherencia. Sé que cambiaste, que hiciste nuevas amigas y que te enamoraste. Que la cagaste, y que has hecho un camino muy largo hasta el día de hoy. Sé que estás enamorada, sí, de esa misma chica, y con ese amor incondicional que poca gente entiende. Lo sé porque nosotros somos iguales. Lo sé porque me paso las horas contigo mientras tú lloras sin mirar a ninguna parte. Lo sé porque ahora lato más despacio, más pesadamente y siento como me estuvieras dejando marchar. Por eso te escribo esto desde ninguna parte, porque tengo miedo de perderte y que me pierdas. Tengo miedo de romperme en pedazos tan pequeños que sea imposible arreglarme. Tengo miedo de tantas cosas...Pero sinceramente, nada temo más que el seguir viéndote llorar la primera, la segunda y la tercera noche del resto de tu vida.


Atentamente, tu Corazón.




Besos

lunes, 2 de enero de 2012

Yo, que nunca lloré por nadie

<< [..] Entre tanta ida y venida, conocí casi todas las edades de la soledad, me salió un callo justo donde palpitan las emociones y me fue cada vez más difícil demostrar lo mucho que me dolía seguir sufriendo.
Un buen día, cuando ya había abandonado toda esperanza de sentir y hacer sentir que sentía, apareció ella. Ella, que todo lo hizo sin saber que lo hacía. Ella, que todo lo cambió sin querer. En cuanto la vi, automáticamente empecé a descubrir el sabor amargo y salado del llanto. Porque la he llorado, Max. La he llorado mucho y, como siempre se llora, a demasiada distancia. Bajo la lluvia, mezclando mis lágrimas con las del cielo, desde el cierre derrotado de cualquier bar o bajo la media apertura de su ventana, da igual. La he llorado como nunca lloré a los que creía conocer. La he llorado por ese futuro que ya no tendremos. La he llorado por ese pasado que dejamos pasar. La he llorado hasta quedarme sin aliento. Y la sigo llorando por lo que pudo ser, incluso por lo que nunca será.
Sé lo que estarás pensando. Que estoy enfermo. Que no la conozco de nada. Que no hemos cruzado más de dos palabras y un precio. Pero es que en ocasiones, la nostalgia es tan caprichosa que no necesita argumentos para doler. Se pueden echar de menos amores que jamás ocurrieron. Se pueden extrañar situaciones que no llegaron a pasar. De hecho, si nunca has querido por encima de tus posibilidades, tu corazón no ha pasado de ser un órgano muscular hueco que impulsa sangre.
Eso es lo que pasa Max. Que la echo de menos. En toda su ausencia. Hasta decir basta. Añoro esos paseos que nunca dimos por el parque, Añoro esos besos que jamás me dio. Esas risas tontas que no nos echamos. Esa canción que nunca escuchamos juntos después de hacer el amor.
Tengo que volver con ella antes de morirme del todo, Max.
Tengo que volver con ella hasta el punto en el que dejó de poder ser. Y volver a empezar juntos…Por primera vez. >>


Que la muerte te acompañe - Risto Mejide