jueves, 30 de mayo de 2013

Num3ros

Hola,

Las cosas favoritas son algo curioso. Creo que desde que tengo uso de razón mis cosas favoritas han ido cambiando casi al mismo ritmo que la graduación de mis gafas de topo, y a la misma velocidad que me crece el pelo - que es mucha. En serio, mucha -

Pero a decir vedad, hay algunas cosas que no han cambiado demasiado; por ejemplo, mi sabor de helado favorito siempre ha sido el de limón. Cuanto más ácido mejor. Y mi comida favorita son los macarrones con cantidades industriales de queso.

Sin embargo yo nunca he tenido un número favorito. Un número favorito de verdad, de esos por los que la gente se pega en los repartos de camisetas y se tatúan en cualquier parte del cuerpo. Cuando yo jugaba al baloncesto siempre jugué con el 15. No sé por qué lo elegí, pero lo hice, y después me daba pena desprenderme de él. Pero no era mi número favorito.

Con el paso del tiempo aparecieron otros números en mi vida, como el 14. Pero el 14 me gustaba por estar ligado a alguien. Me gustaba por lo que implicaba, por lo que suponía. Y después ese número me ardía debajo de la piel cada vez que aparecía en cualquier termómetro de la calle, o en los minutos del reloj, o en los días del calendario. Así que no, el 14 tampoco era mi número favorito.

En mi drama personal con el 14, apareció el 8. El 8 es un número de modernos, es el número infinito. Todo lo que implicaba el 8 y la idea utópica y maravillosa que suponía hicieron que me enganchara a ese número. Que escribiera un texto hablando de los Infinitos, y que incluso me planteara la posibilidad de tatuármelo - menos mal que no lo hice - . Así que no, el 8 tampoco era mi número favorito.

Y así, mientras yo imaginaba ochos tumbados en todas partes, apareció alguien en mi vida. De esas personas que no sabes cómo ni por qué llegan, pero que lo hacen y cambian sin saberlo los muebles de tu cabeza de sitio y lo reorganizan todo. En ese momento yo no fui consciente de que había plantando la semilla de una idea en mi cabeza - muy inception todo - que se desarrollaría después, cuando estuviera realmente preparada.

Ella me habló durante horas, sin esperar nada a cambio. Me habló de lo importante que era quererse a una mísma más que a nadie. De cómo no podría, ni debía querer a nadie hasta que no fuera capaz de quererme a mí como ser individual. De cómo tenía que ser feliz yo por mí, y por mis propios medios, sin necesitar que nadie me mimara ni me quisiera para poder serlo. Y aunque como he dicho, en aquel momento no era capaz de asimilarlo, con el tiempo lo entendí.

Y al poco de entenderlo, alguien me volvió a preguntar que cual era mi número favorito. Me quedé un rato pensando en los números que había significado algo para mí, los que yo había considerado 'favoritos' en algún momento. Y me di cuenta de que ya no estaba enganchada a esos sentimientos, ni a esos números, y me sentí libre por primera vez en mucho tiempo.

Entonces pensé, y sin saber cómo, lo supe.

- El 3 - dije.
- ¿El 3? ¿por qué? -
- Antes solía pensar que el 8 era mi número favorito porque significaba el infinito; todo lo que yo quería tener con esa persona. Todo lo que éramos. Todo lo que me haría feliz. Ahora sé que para ser realmente feliz tengo que pensar en lo que quiero yo, en lo que soy yo, y en lo que me hace feliz a mí. Por eso es el 3, porque es la mitad del infinito.











¿Pero sabéis cuándo supe que el 3 era mi número favorito?

Cuando ese día 3 ella me besó, y yo me descongelé. 






Besos


5 comentarios:

Anónimo dijo...

Que bonito ^^

Blau dijo...

Son las 6.45h, me han pasado todos mis números favoritos. Espero no te importe, esta noche también escribiré sobre esto.
Feliz día 30 ;-)

Anónimo dijo...

idem

Comecocos dijo...

buen razonamiento, sí, sí.
:)

Anónimo dijo...

CATORCE