miércoles, 2 de octubre de 2013

Las cosas que solían ser

Hola,

Hoy está siendo un día excesivamente silencioso. Llueve a mares, hace un viento del copón, y hace frío. Vaya, lo que viene siendo tiempo irlandés en todo su esplendor. Pero es que me da igual.
Y esa es la primera de las muchas cosas que me he dado cuenta que han cambiado de un tiempo a esta parte.

Yo solía odiar la lluvia. Me molestaba. Abría los ojos por la mañana y si escuchaba que llovía automáticamente me ponía de mala leche. ¿Salir a la calle y acabar chorreando? ¿las aglomeraciones de coches? ¿no poder subirte al autobús? ¿que se te calen los pies? demasiado para mí.

Yo solía ser una marmota. Me encantaba dormir. Solía pasarme durmiendo hasta las doce de la mañana sin problema alguno, despertándome, mirando el reloj, y sabiendo que no tenía prisa ni obligación alguna que me sacara de la cama.

Yo solía ser una persona cuadriculada. Una maniática del control. Solía planear las cosas detalladamente, al milímetro. Solía mantener las cosas bajo un halo de seguridad que a mí me servía como una red protectora, y jamás hacía nada impulsivo ni tampoco inesperado.

Yo solía ser una persona racional. Los sentimientos para mí eran algo manejable. Algo que si podías pensar, podías dominar. Y solía gustarme ser así porque me producía esa sensación de ser invencible, como si nada ni nadie pudiera romperme porque nadie tenía el poder de hacerlo. Porque yo no le daba a nadie el poder de hacerlo. Al menos no solía hacerlo.

¿Y ahora?

Ahora todo es diferente.

Desde hace algún tiempo la lluvia es señal de buenos recuerdos. La dejo colarse entre mi ropa y dejo que me moje el pelo ¿qué más da? Si hay tráfico tendré más tiempo para escuchar música en el coche, y tal vez decida irme andando en lugar de coger el autobús haciendo eslalon con el resto de peatones ataviados con paraguas y chubasqueros - ahora, cuando abro los ojos y está lloviendo, sonrío y pienso en todas las veces que me han besado bajo la lluvia-. Y me despierto temprano, cuando aún no ha salido el sol, y tengo ganas de levantarme porque siento que si duermo hasta las doce de la mañana son horas perdidas que no voy a recuperar nunca. Y no me agobia esa idea, no os confundáis. Es solo que me gusta demasiado la vida en la que estoy despierta como para perdérmela. Para mí dormir se ha convertido en el intervalo de tiempo inconsciente entre los momentos de felicidad consciente. ¿Y sabéis? me encanta no saber qué va a pasar. A mí, que parecía estar escrita sobre una cuadrícula diminuta. Me gusta salir sin saber cómo voy a volver, ni con quién voy a acabar bailando, ni qué voy a acabar bebiendo, ni a quién acabaré susurrándole al oído la canción que suena en el bar.  Porque ahora soy más de saltar, yo que siempre fui más de ver cómo despegaban los aviones que de querer sentir el vacío bajo mis pies. ¿Arrepentirse? solo cuando se hace daño sin quererlo a la gente que no lo merece. Lo demás, lo bueno y lo malo, son todo recuerdos y experiencias para poner en las estanterías de tu cuarto y que cuando pase el tiempo puedas mirarlas y pensar: esta ha sido mi vida, y he sido todo lo que he querido ser.


Besos.







2 comentarios:

Anónimo dijo...

Esta es la actitud.
xox.

Ms. Sunshine dijo...

Simplemente..eres genial!