A lo largo de esta semana estoy dándome cuenta de una serie de cosas. Y ninguna de ellas me está haciendo ningún bien. Ya comenté el otro día qué había pasado con OT, el ciclo que se cerraba y esa parte de mi vida que se perdía. Pues esta semana todavía que quedaban algunas cosas más por descubrir, y en realidad todavía queda el fin de semana completo. Tengo miedo.
Ayer fue un día triste. Un día malo. Lo supe desde que me desperté malísima a las cinco de la mañana y no pude volver a dormirme hasta las siete. Por lo que no baje a las dos primeras horas de clase por miedo a vomitar por el camino. Pero bajé. Y la universidad no es lo mismo, me siento mal. No me gustan los silencios incómodos, ni las situaciones comprometidas. Siento que me paso el día en tensión y eso no me gusta, porque yo no quería llegar a esta situación. Aunque supongo que las cosas son inevitables, el efecto acción-reacción-repercusión -he llegado a odiar esa canción con todas mis fuerzas- .
Por la tarde terminé el libro que me estaba leyendo: El curioso incidente del perro a media noche de Mark Haddon, y siempre cuando termino un libro que me estaba gustando, se me queda una sensación de vacío dentro, como si de pronto hubiera perdido algo que me pertenecía. Porque sabes que ya nunca más podrás leerlo sin saber qué pasará a continuación, o cómo acaba. Bueno sí tal vez si tienes un ACV y tu hipocampo se va a pique, pero no queremos que eso pase.
Ni si quiera que Carlos se llevara el bote de pasapalabra me animó un poco, tal vez durante unos minutos, pero todo se estropearia a partir de ese momento. Yo preveía una noche de lágrimas porque Maca y Esther -A esto le voy a dedicar una entrada especial, promise- llegaban a su fín. Pero para mi sorpresa no derramé ni una sola por eso, porque estaba en shock debido a lo que estaba ocurriendo de forma paralela en mi blackberry. A ver, que yo se que los celos son muy malos. Que yo he estado en esa situación y me he vuelto muy loca y sé lo que es. Pero lo que pasó anoche no tiene ni nombre, ni perdón. Porque ni siquiera yo estaba implicada directamente. Fui el arma de discusión de una "amiga" y su ex-pareja. Y pongo "amiga" entre comillas porque ella me dejo muy claro anoche que no lo éramos. Y que ya ni nos vamos a saludar por la calle. Por mucho que yo le dijera que para mí sí seguía siendo mi amiga, ella solo repetía que no, y que no.
Me dijo cosas muy feas, no me creyó, no me escuchó. Ni siquiera me ha dejado mostrarle pruebas de que no había pasado nada entre su ex y yo. -Que así dicho parece que nos hemos ido de fiesta juntas y que nos hemos emborrachadado y que a saber qué ha pasado. Cuando lo único que hemos hecho ha sido hablar por privados del twitter sobre Black Swan, durante un día. Y ni eso, durante una hora.-
Sinceramente me dejó destrozada. La forma en la que me habló, y la opinión que he descubierto que tiene sobre mí. No se cómo puede ni siquiera pensar que yo quiera ir detrás de su ex cuando estoy rota y ni si quiera puedo ir detrás de mi sombra. ¿De verdad esto es lo que me espera? ¿No poder volver a hablar con ninguna chica porque siempre haya una ex loca que me quiera matar?. No se de que me extraño la verdad. Me ha pasado el 90% de las veces. Las novias o las ex de mis amigas siempre me han odiado. El único problema es que esta vez es mi amiga la que me odia. Aunque ya os digo que ni siquiera ella se considera mi amiga. Así que solo queda eso, odio.
Besos tristes.
jueves, 24 de febrero de 2011
La chica que se ahogó en sus lágrimas
Ella era una chica del montón. De las que no llaman la atención ni pasan inadvertidas. Ni muy alta ni muy baja, con unos ojos marrones normales y un pelo castaño normal. Vivía en una casa normal, tenía una familia normal, un perro normal y estudiaba en un sitio normal.
Pero ella no era normal. Y lo sabía. Había algo dentro de ella que no estaba bien, que no encajaba con el resto de las piezas. Algo suelto, fuera de lugar, descolocado. Como cuando mezclas dos puzzles y ya no sabes qué parte corresponde a cual y se quedan huecos sin completar en el tablero.
Ella sabía que algo no iba bien porque no era capaz de sentir nada. No sentía alegría, no sentía amor, no sentía emoción. Solo lloraba. LLoraba mares de lágrimas saladas que se escurrian por su mejilla y empapaban sus vaqueros al caer. Y últimamente era lo único que hacía. Lo único que la hacía sentir verdaderamente humana.
Empezó a preguntarse qué le ocurría. Por qué no era capaz de sentir nada por nadie de su alrededor, ni tan siquiera odio. Por qué no miraba a nadie como semejante, ni imaginaba finales felices en su cabeza.
¿Qué había pasado con ella?
Pasaron los meses y aquella chica sólo lloraba. Rios, océanos de lágrimas. Sus ojos enrojecidos ya eran un ritual, y no les eran extraños en su reflejo. Y cansada de esa tristeza y ese vacío, decidió visitar a un médico. Le hicieron pruebas, test y cuando fueron a sacarle sangre, algo inesperado ocurrió. Su sangre era transparente.
Los médicos no sabían a qué se debía aquello. Sacaron más muestras de sangre y todas eran iguales. Incoloras. Era agua.
El equipo médico se revolucionó. Era totalmente inexplicable que alguien sobreviviera con algua salada en su organismo en lugar del torrente sanguíneo. No era posible. No había explicación.
Ella se pasó muchos meses ingresada. Consumiendose. Sin parar de llorar. Y poco a poco sus órganos vitales se iban transformando en agua, dejando de funcionar. Y una mañana, cuando el sol empezaba a entrar por la ventana, una enfermera dio la voz de alarma desde la habitación de la chica. No respiraba. Intentaron reanimarla sin éxito. No le quedaba agua en las venas porque había llorado demasiado.
Ella se había perdido en su tristeza y estaba vacía, hueca, como una cueva en el mar.
Besos
Pero ella no era normal. Y lo sabía. Había algo dentro de ella que no estaba bien, que no encajaba con el resto de las piezas. Algo suelto, fuera de lugar, descolocado. Como cuando mezclas dos puzzles y ya no sabes qué parte corresponde a cual y se quedan huecos sin completar en el tablero.
Ella sabía que algo no iba bien porque no era capaz de sentir nada. No sentía alegría, no sentía amor, no sentía emoción. Solo lloraba. LLoraba mares de lágrimas saladas que se escurrian por su mejilla y empapaban sus vaqueros al caer. Y últimamente era lo único que hacía. Lo único que la hacía sentir verdaderamente humana.
Empezó a preguntarse qué le ocurría. Por qué no era capaz de sentir nada por nadie de su alrededor, ni tan siquiera odio. Por qué no miraba a nadie como semejante, ni imaginaba finales felices en su cabeza.
¿Qué había pasado con ella?
Pasaron los meses y aquella chica sólo lloraba. Rios, océanos de lágrimas. Sus ojos enrojecidos ya eran un ritual, y no les eran extraños en su reflejo. Y cansada de esa tristeza y ese vacío, decidió visitar a un médico. Le hicieron pruebas, test y cuando fueron a sacarle sangre, algo inesperado ocurrió. Su sangre era transparente.
Los médicos no sabían a qué se debía aquello. Sacaron más muestras de sangre y todas eran iguales. Incoloras. Era agua.
El equipo médico se revolucionó. Era totalmente inexplicable que alguien sobreviviera con algua salada en su organismo en lugar del torrente sanguíneo. No era posible. No había explicación.
Ella se pasó muchos meses ingresada. Consumiendose. Sin parar de llorar. Y poco a poco sus órganos vitales se iban transformando en agua, dejando de funcionar. Y una mañana, cuando el sol empezaba a entrar por la ventana, una enfermera dio la voz de alarma desde la habitación de la chica. No respiraba. Intentaron reanimarla sin éxito. No le quedaba agua en las venas porque había llorado demasiado.
Ella se había perdido en su tristeza y estaba vacía, hueca, como una cueva en el mar.
Besos
lunes, 21 de febrero de 2011
Sentir
Ayer terminó OT. Y yo lloré. No es un dato excesivamente relevante, porque yo soy de llorar con la mayoría de las cosas con las que el resto de la gente no lloraría. No sé si es por una descompensación hormonal, por una hiperactividad del lagrimal, o porque hago poco pis y mi cuerpo tiende a liberar líquido a través de mis ojos - esta última opción me parece algo retorcida.- Pero sí. Lloré. No durante la gala - En ese caso habría sido de vergüenza ajena, ¿cómo pueden cantar tan mal esos muchachos por Dios?- lloré con Pablo Alborán.
Por favor. ¿Puede ser más bonita esta canción y puede cantar mejor este chico?. En serio. Me enamoré. Yo ya había escuchado esta canción, pero en versión de estudio. Y sinceramente con piano es cien veces más bonita. Sin tanto arreglo y sin tanto lolailo. En serio, hoy la he vuelto a ver y se me han vuelto a saltar las lágrimas.
Pero cuando lloré ya del todo fue cuando cantaron Mi Música es tu voz - aquí también podría haber llorado de lo mal que lo hicieron, bueno, hasta que aparecieron Soraya y Bustamante para poner orden. Menos mal- Esa canción me trae unos recuerdos y me hace revivir unas sensaciones que me hacen emocionarme de verdad. Me acuerdo perfectamente de tener el disco de navidad de OT, y de ponerlo en el discman, meterlo debajo de la almohada y escucharla una y otra vez. Me acuerdo de como yo, con 11 años recien cumplidos lo que más quería era tener dieciocho para poder presentarme a OT. Ya no solo cómo me sentía por OT. Es que recuerdo cómo me sentía en aquellos momentos. Con operación triunfo y con Harry Potter -sí, soy una friki y me enorgullezco- y recuerdo esa sensación de ilusión en el pecho, como cuando coges demasiado aire y notas que te duele, y tienes un escalofrio de nerviosismo acompañado de un gritito nervioso. Ese instante, ese momento justo en el que eres plenamente feliz. Recuerdo exáctamente esa sensación, esa ilusión. Con once años soñaba con muchas cosas. Y ayer escuchando la canción en OT de pronto me dí cuenta de que se han pasado diez años, que me he hecho mayor, que ya no tengo la habitación empapelada con posters de harry potter, y que ya aunque quisiera, no podría presentarme a OT.
Puede parecer muy friki, pero anoche sentí una tristeza muy grande. No porque se acabara el programa, sino porque en cierto modo, se ha cerrado un ciclo de lo que soy, de lo que me ha traido hasta aquí. De las cosas con las que he crecido y que me han hecho soñar, ilusionarme, sufrir y a las que recurro cuando olvido quien soy. Ultimamente tengo mucho esta sensación de no saber quien soy, o dónde voy, o qué hacer con mi vida. Estoy algo perdida la verdad. Algo rota, algo destrozada. Sólo quiero encontrar otra vez algo a lo que aferrarme, algo como lo fue OT y Harry Potter en su día. Algo que me haga temblar de emoción, apretar los dientes conteniendo un grito, que me haga saltar el estómago. Algo que me haga sentir viva al fin y al cabo.
Besos
Por favor. ¿Puede ser más bonita esta canción y puede cantar mejor este chico?. En serio. Me enamoré. Yo ya había escuchado esta canción, pero en versión de estudio. Y sinceramente con piano es cien veces más bonita. Sin tanto arreglo y sin tanto lolailo. En serio, hoy la he vuelto a ver y se me han vuelto a saltar las lágrimas.
Pero cuando lloré ya del todo fue cuando cantaron Mi Música es tu voz - aquí también podría haber llorado de lo mal que lo hicieron, bueno, hasta que aparecieron Soraya y Bustamante para poner orden. Menos mal- Esa canción me trae unos recuerdos y me hace revivir unas sensaciones que me hacen emocionarme de verdad. Me acuerdo perfectamente de tener el disco de navidad de OT, y de ponerlo en el discman, meterlo debajo de la almohada y escucharla una y otra vez. Me acuerdo de como yo, con 11 años recien cumplidos lo que más quería era tener dieciocho para poder presentarme a OT. Ya no solo cómo me sentía por OT. Es que recuerdo cómo me sentía en aquellos momentos. Con operación triunfo y con Harry Potter -sí, soy una friki y me enorgullezco- y recuerdo esa sensación de ilusión en el pecho, como cuando coges demasiado aire y notas que te duele, y tienes un escalofrio de nerviosismo acompañado de un gritito nervioso. Ese instante, ese momento justo en el que eres plenamente feliz. Recuerdo exáctamente esa sensación, esa ilusión. Con once años soñaba con muchas cosas. Y ayer escuchando la canción en OT de pronto me dí cuenta de que se han pasado diez años, que me he hecho mayor, que ya no tengo la habitación empapelada con posters de harry potter, y que ya aunque quisiera, no podría presentarme a OT.
Puede parecer muy friki, pero anoche sentí una tristeza muy grande. No porque se acabara el programa, sino porque en cierto modo, se ha cerrado un ciclo de lo que soy, de lo que me ha traido hasta aquí. De las cosas con las que he crecido y que me han hecho soñar, ilusionarme, sufrir y a las que recurro cuando olvido quien soy. Ultimamente tengo mucho esta sensación de no saber quien soy, o dónde voy, o qué hacer con mi vida. Estoy algo perdida la verdad. Algo rota, algo destrozada. Sólo quiero encontrar otra vez algo a lo que aferrarme, algo como lo fue OT y Harry Potter en su día. Algo que me haga temblar de emoción, apretar los dientes conteniendo un grito, que me haga saltar el estómago. Algo que me haga sentir viva al fin y al cabo.
Besos
Archivo mental:
Harry Potter,
Mis momentos,
OT,
pablo alborán
domingo, 20 de febrero de 2011
Insomnio
Hoy es domingo. Bueno en realidad es la noche del sábado, pero como en la entrada va a aparecer como si fuera domingo, voy a tomarme la libertad - que estoy muy loca - de poner que ya es el último día de la semana.
Hace unos días que termine los exámenes y al contrario de lo que le suele pasar a la gente cuanto termina, que hace una especie de fiesta de celebración y borrachera épica, a mi siempre me suele pasar lo mismo cuando termino cada año. Apatía total. Llevo cuatro días en los que me duermo a las cinco de la mañana, me despierto a las dos de la tarde, y el resto del día me lo paso en pijama metida en la cama viendo alguna serie. Ni twitter, ni tuenti, ni facebook, ni blog,como habéis podido comprobar. Por no hacer, casi ni le he hecho caso a la blackberry, y eso puedo decir que es síntoma de que algo no va bien.
Estudiar es una estupenda manera de mantener la cabeza ocupada. Aunque sea agobiante, y te tenga en tensión, creo que proponerte una meta y saber cómo y cuándo tendrás que llevarla a cabo, da una cierta seguridad. Un cierto control. Y yo soy una maniática del control.
Soy una persona bastante cuadriculada, no lo voy a negar. Cada cosa que hago esta pintada como un mapa en mi cabeza antes incluso de decidir si debo o no debo hacerla. No soy espontánea, ni mucho menos impulsiva. Hasta he tenido conversaciones con una persona cuando yo ya había pensado el desarrollo completo previamente. Sabía lo que iba a decir yo, lo que me iba a contestar, y así sucesivamente. Por eso las situaciones descontroladas me dan tanto miedo y tengo esa sensación de angustia en el estómago acompañada de un negativismo poco productivo.
Aunque esto no siempre ha sido así. Antes era bastante peor. La sensación de incontrolabilidad ante situaciones totalmente nuevas, como un viaje, una salida inesperada, un grupo de personas nuevo, me ponían tan mala que me daban hasta pequeños mareos. Creo que la universidad ha mejorado ese aspecto de mí. Pero también creo que es algo que todavía me corta las alas, y no me deja terminar de ser feliz. Tal vez ese es el motivo por el que me cuesta tanto tomar decisiones arriesgadas.Realmente me encantaría hacer algo totalmente inesperado, que me volviera el mundo del revés. Que me hiciera sentir viva.
Estos días me siento bastante mal. Mal en términos generales. Supongo que cuando la cabeza se queda vacia e inactiva tras los exámenes, empieza a compilar datos que han ido sucediendose paralelamente, y a los que no les he ido prestando demasiada atención. Además tengo la leve sospecha de que mis hormonas están haciendo de las suyas, no se por qué me da a mi la sensación. Solo espero mejorar durante la semana que viene. Es mi propósito.
Son las 3.45 de la mañana y creo que debería intentar dormirme.Cada noche por muy tarde que me acueste pongo el despertador a las 10,30 y pienso: venga, mañana por mucho que cueste, levántate y empieza a tomar un ritmo de sueño normal. Pero cada mañana cuando suena el despertador tengo el mismo pensamiento: Vas a hacer lo mismo estando levantada que estando aquí, bajo las sábanas, con los ojos cerrados. Y por un momento pienso cómo me gustaría poder pasarme el día entero así, acurrudada entre mis arrugadas sábanas de franela, a oscuras, durmiendo periodos de diez minutos, sin tener que levantarme, ni hablar, ni tener que decir que no me pasa nada cuando me preguntan. Simplemente hundir mi cabeza en la almohada y permanecer ahí hasta que mi cuerpo y mi cabeza decidan que es hora de volver a la vida diaria.
Besos
Hace unos días que termine los exámenes y al contrario de lo que le suele pasar a la gente cuanto termina, que hace una especie de fiesta de celebración y borrachera épica, a mi siempre me suele pasar lo mismo cuando termino cada año. Apatía total. Llevo cuatro días en los que me duermo a las cinco de la mañana, me despierto a las dos de la tarde, y el resto del día me lo paso en pijama metida en la cama viendo alguna serie. Ni twitter, ni tuenti, ni facebook, ni blog,como habéis podido comprobar. Por no hacer, casi ni le he hecho caso a la blackberry, y eso puedo decir que es síntoma de que algo no va bien.
Estudiar es una estupenda manera de mantener la cabeza ocupada. Aunque sea agobiante, y te tenga en tensión, creo que proponerte una meta y saber cómo y cuándo tendrás que llevarla a cabo, da una cierta seguridad. Un cierto control. Y yo soy una maniática del control.
Soy una persona bastante cuadriculada, no lo voy a negar. Cada cosa que hago esta pintada como un mapa en mi cabeza antes incluso de decidir si debo o no debo hacerla. No soy espontánea, ni mucho menos impulsiva. Hasta he tenido conversaciones con una persona cuando yo ya había pensado el desarrollo completo previamente. Sabía lo que iba a decir yo, lo que me iba a contestar, y así sucesivamente. Por eso las situaciones descontroladas me dan tanto miedo y tengo esa sensación de angustia en el estómago acompañada de un negativismo poco productivo.
Aunque esto no siempre ha sido así. Antes era bastante peor. La sensación de incontrolabilidad ante situaciones totalmente nuevas, como un viaje, una salida inesperada, un grupo de personas nuevo, me ponían tan mala que me daban hasta pequeños mareos. Creo que la universidad ha mejorado ese aspecto de mí. Pero también creo que es algo que todavía me corta las alas, y no me deja terminar de ser feliz. Tal vez ese es el motivo por el que me cuesta tanto tomar decisiones arriesgadas.Realmente me encantaría hacer algo totalmente inesperado, que me volviera el mundo del revés. Que me hiciera sentir viva.
Estos días me siento bastante mal. Mal en términos generales. Supongo que cuando la cabeza se queda vacia e inactiva tras los exámenes, empieza a compilar datos que han ido sucediendose paralelamente, y a los que no les he ido prestando demasiada atención. Además tengo la leve sospecha de que mis hormonas están haciendo de las suyas, no se por qué me da a mi la sensación. Solo espero mejorar durante la semana que viene. Es mi propósito.
Son las 3.45 de la mañana y creo que debería intentar dormirme.Cada noche por muy tarde que me acueste pongo el despertador a las 10,30 y pienso: venga, mañana por mucho que cueste, levántate y empieza a tomar un ritmo de sueño normal. Pero cada mañana cuando suena el despertador tengo el mismo pensamiento: Vas a hacer lo mismo estando levantada que estando aquí, bajo las sábanas, con los ojos cerrados. Y por un momento pienso cómo me gustaría poder pasarme el día entero así, acurrudada entre mis arrugadas sábanas de franela, a oscuras, durmiendo periodos de diez minutos, sin tener que levantarme, ni hablar, ni tener que decir que no me pasa nada cuando me preguntan. Simplemente hundir mi cabeza en la almohada y permanecer ahí hasta que mi cuerpo y mi cabeza decidan que es hora de volver a la vida diaria.
Besos
martes, 15 de febrero de 2011
sábado, 12 de febrero de 2011
Estoy viva
Estoy de exámenes, por eso no paso por aquí. Se que no es excusa alguna - es el momento de evitar las pedradas y los tomatazos - Pero no he estado demasiado inspirada estos días. Pero que conste, que estoy vivita y coleando y que pienso volver con las pilas cargadas en breves. ¡Ah!Y me he vuelto a cortar el pelo.

Besos

Besos
domingo, 6 de febrero de 2011
Miedo
Me da miedo coger el coche
Me da miedo andar sola por la calle
Me da miedo el viento fuerte
Me da miedo el hielo
Me da miedo cruzarme con gente sospechosa
Me da miedo hacer el ridículo
Me da miedo equivocarme
Me da miedo lo que no puedo controlar
Me da miedo fracasar
Me da miedo tener éxito
Me da miedo saltar escalones
Me da miedo asomarme por ventanas altas
Me da miedo cruzar la calle por sitios sin paso de cebra
Me da miedo llorar en público
Me da miedo no saber consolar a la persona que llora
Me da miedo no saber hacer bien mi trabajo, cuando lo tenga que hacer
Me da miedo afrontar la vida
Me da miedo no ser capaz de tomar decisiones
Me da miedo hacer daño sin querer, y queriendo
Me da miedo no poder parar de preocuparme por cosas que no debería
Me da miedo lo poco que me quiero
Me da miedo tener pensamientos extraños sobre por ejemplo, mi peso
Me da miedo hacerme mayor
Me da miedo la sensación de que se me escapa el tiempo
Me da miedo haber desperdiciado años de mi vida
Me da miedo pensar en cómo será mi vida cuando en mi casa se sepa todo
Me da miedo ser juzgada
Me da miedo ser rechazada por la gente que quiero
Me da miedo terminar de romperme algún día
Me da miedo quedarme sola
Me da miedo no cumplir alguna de esas cosas que "tengo por hacer"
Me da miedo pasar sin dejar huella en ninguna parte
Me da miedo no ser buena en nada concreto
Me da miedo verme dentro de unos años y no reconocerme
Me da miedo decir las cosas que me dan miedo. Pero creo que esa es la primera a la que le tengo que poner solución.
Besos
Me da miedo andar sola por la calle
Me da miedo el viento fuerte
Me da miedo el hielo
Me da miedo cruzarme con gente sospechosa
Me da miedo hacer el ridículo
Me da miedo equivocarme
Me da miedo lo que no puedo controlar
Me da miedo fracasar
Me da miedo tener éxito
Me da miedo saltar escalones
Me da miedo asomarme por ventanas altas
Me da miedo cruzar la calle por sitios sin paso de cebra
Me da miedo llorar en público
Me da miedo no saber consolar a la persona que llora
Me da miedo no saber hacer bien mi trabajo, cuando lo tenga que hacer
Me da miedo afrontar la vida
Me da miedo no ser capaz de tomar decisiones
Me da miedo hacer daño sin querer, y queriendo
Me da miedo no poder parar de preocuparme por cosas que no debería
Me da miedo lo poco que me quiero
Me da miedo tener pensamientos extraños sobre por ejemplo, mi peso
Me da miedo hacerme mayor
Me da miedo la sensación de que se me escapa el tiempo
Me da miedo haber desperdiciado años de mi vida
Me da miedo pensar en cómo será mi vida cuando en mi casa se sepa todo
Me da miedo ser juzgada
Me da miedo ser rechazada por la gente que quiero
Me da miedo terminar de romperme algún día
Me da miedo quedarme sola
Me da miedo no cumplir alguna de esas cosas que "tengo por hacer"
Me da miedo pasar sin dejar huella en ninguna parte
Me da miedo no ser buena en nada concreto
Me da miedo verme dentro de unos años y no reconocerme
Me da miedo decir las cosas que me dan miedo. Pero creo que esa es la primera a la que le tengo que poner solución.
Besos
sábado, 5 de febrero de 2011
Ser o no ser
Mis tan prolongadas ausencias empiezan a preocuparme. Yo quería actualizar cada día, y juro que era un propósito que iba a cumplir. Y aún así en cierta manera no lo estoy incumpliendo, porque cada dia me pongo delante del blog y pienso: venga, escribe algo ocurrente, interesante y divertido. Pero llevo unos días que de ocurrente, interesante y divertida tengo más bien poco.
Así que voy a ponerme profunda, que también hace mucho tiempo que no hago una reflexión como Dios manda.
Estoy en un punto de mi vida que se basa en tomar decisiones. Decisiones que muy probablemente vayan a cambiar todo lo que conozco hasta ahora. Mi forma de ver las cosas, de sentir, e incluso de vivir. Cosas como la erasmus, que llevo pensando desde este verano, y ya en mi mente tenía perfectamente estructurado el año, con las cosas que debía aprobar, cuando y cómo, para que mis planes salieran bien. Y estoy a nueve días del examen que puede cambiarlo todo. O al menos puede provocar que las cosas tal y como estaban planeadas se queden en eso, en planes.
Y como esa otras tantas decisiones de mi vida. Y cosas que yo no decido, que simplemente pasan y que como tal, tenemos que aprender a aceptarlas, a vivir con ellas y a tratar de aprender a que duela un poco menos cada día. Intentar que esa sensación de vacío en el estómago cada día sea un poco menos intensa, y termine por pasarse. Y volver a ser quien era.
Siento que me encuentro en ese punto de inflexión, de cambio. En el punto más alto de una montaña rusa cuando se detiene unos segundos hasta comenzar el descenso. Y sientes como todo tu cuerpo se prepara para la caída al vacío, y como la adrenalina empieza a recorrerte el torrente sanguíneo a miles de kilómetros por hora.
¿No os ha pasado alguna vez, salir de tiendas buscando algo muy concreto, pongamos, unos zapatos rojos, y no encontrarlos por ninguna parte? Pues eso creo que es lo que me pasa a mí. Tengo tan bien medido y pensado cómo quiero ser, y la vida que quiero llevar, y cómo quiero vivirla, que cada vez está más escondida entre los miles de estantes de zapatos. Puede que sea porque no ha llegado el momento, porque todavía no estoy preparada. Puede que sea porque la idea que tengo en mi cabeza es simplemente eso, una fantasía sin más.
Se que es momento de tomar decisiones. Desde la más básica a la más importante. Es el momento de comprometerme más allá de los miedos, de plantarle cara a los desafíos y no dejar que el pánico de por ejemplo, irme a Polonia, gane la batalla. Los seres humanos buscan constantemente la felicidad, y aunque yo no sepa dónde me lleva mi búsqueda, creo que merecerá la pena intentarlo, ¿No?
Besos.
Así que voy a ponerme profunda, que también hace mucho tiempo que no hago una reflexión como Dios manda.
Estoy en un punto de mi vida que se basa en tomar decisiones. Decisiones que muy probablemente vayan a cambiar todo lo que conozco hasta ahora. Mi forma de ver las cosas, de sentir, e incluso de vivir. Cosas como la erasmus, que llevo pensando desde este verano, y ya en mi mente tenía perfectamente estructurado el año, con las cosas que debía aprobar, cuando y cómo, para que mis planes salieran bien. Y estoy a nueve días del examen que puede cambiarlo todo. O al menos puede provocar que las cosas tal y como estaban planeadas se queden en eso, en planes.
Y como esa otras tantas decisiones de mi vida. Y cosas que yo no decido, que simplemente pasan y que como tal, tenemos que aprender a aceptarlas, a vivir con ellas y a tratar de aprender a que duela un poco menos cada día. Intentar que esa sensación de vacío en el estómago cada día sea un poco menos intensa, y termine por pasarse. Y volver a ser quien era.
Siento que me encuentro en ese punto de inflexión, de cambio. En el punto más alto de una montaña rusa cuando se detiene unos segundos hasta comenzar el descenso. Y sientes como todo tu cuerpo se prepara para la caída al vacío, y como la adrenalina empieza a recorrerte el torrente sanguíneo a miles de kilómetros por hora.
¿No os ha pasado alguna vez, salir de tiendas buscando algo muy concreto, pongamos, unos zapatos rojos, y no encontrarlos por ninguna parte? Pues eso creo que es lo que me pasa a mí. Tengo tan bien medido y pensado cómo quiero ser, y la vida que quiero llevar, y cómo quiero vivirla, que cada vez está más escondida entre los miles de estantes de zapatos. Puede que sea porque no ha llegado el momento, porque todavía no estoy preparada. Puede que sea porque la idea que tengo en mi cabeza es simplemente eso, una fantasía sin más.
Se que es momento de tomar decisiones. Desde la más básica a la más importante. Es el momento de comprometerme más allá de los miedos, de plantarle cara a los desafíos y no dejar que el pánico de por ejemplo, irme a Polonia, gane la batalla. Los seres humanos buscan constantemente la felicidad, y aunque yo no sepa dónde me lleva mi búsqueda, creo que merecerá la pena intentarlo, ¿No?
Besos.
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)