Hola,
Hace frío, ¿o es calor?, no lo sé. Hace un buen rato que dejé de percibir la temperatura con claridad. El ventilador está girando ajeno al viento infernal que mueve las ramas del árbol que no para de chocar con el cristal de mi ventana. Pero el ruido del traquetear de las ramas no es lo que me impide dormir. Más bien es el traquetear de mi cabeza, como el tic-tac de un reloj. Pulsiones rítmicas, tambores de guerra.
¿Qué hora es? Tampoco lo sé. Me dejé el reloj olvidado en el baño tras la segunda ducha del día propiciada por el insano calor de las noches de Agosto. Cogería el móvil, pero me sentiría tentada de hablarle y de leer mensajes y esa es una opción que no voy a contemplar.
Y aquí estoy, tumabada con los brazos extendidos, las piernas enredadas en las sábanas y los ojos luchando en la oscuridad mirando fijamente las aspas del ventilador del techo. Es el momento para reflexionar, para hacerse preguntas importantes y meditar sobre las decisiones que he tomado, que no he tomado y que tengo previsto tomar, para pensar en todo y nada y encontrarme obligandome a pensar en algo concreto mientras mi mente trata de zafarse del esfuerzo como si fuera agua escurriendose entre los dedos.
Una, dos, tres, cuatro...Pierdo la cuenta de las vueltas del ventilador ¿Estoy loca? Es imposible contarlas y aún así lo intento, una vez tras otra, poniendo a prueba mi concentración, mi atención y mi miopía. Pero no me importa. Tampoco tengo nada mejor que hacer en este momento. Y sí, hace calor. Puedo notar como mis poros se funden literalmente con las sábanas arrugadas bajo mi espalda, guardando el calor que desprende mi propio cuerpo como si toda mi persona fuera un asteriode incandescente y luminoso y sin embargo no iluminara absolutamente nada. Lo que convierte mi cama en un agujero negro, metáfora que no me resulta nada alentadora. ¿Veis? Estoy reflexionando sobre asteriodes y agujeros negros. Tal vez esta postura no sea del todo inútil.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco....Pero, ¿En qué estaba pensando yo?
Besos
miércoles, 17 de agosto de 2011
sábado, 13 de agosto de 2011
Vida extracorporea
Hola,
Yo soy una persona muy mental. No se si existe esta terminología, pero me considero una persona reflexiva. Lo que la gente tiende a llamar nenacomotecomeslacabeza. Pero yo soy así, profunda, enrevesada, mística, existencialista, y esencialmente negativa.
Ya he atravesado alguna que otra crisis como la que estoy atravesando en este momento. No se tampoco si llamarlo crisis, pero la verdad es que ahora mismo no estoy en el mejor momento de mi carrera - por decirlo de alguna manera -
La verdad es que si miramos superficialmente mi existencia, no tengo de que quejarme. Estoy pasando el verano en una casa con piscina, solo tengo dos asignaturas para septiembre, estoy trabajando - que tal y como están las cosas es un logro - y aunque no voy a cobrar una millonada me va a dar para los pocos caprichos que me quiero dar y me sobrará. Además, no me putean en el trabajo, me lo paso bien. Aunque hay momentos que realmente me gustaría no levantarme de la cama. - Oh, espera, eso lo hago los fines de semana-
No tengo problemas sentimentales - porque no tengo vida sentimental - . Tengo 5 temporadas de Anatomía de Grey en bruto para ver y disfrutar, y alguna que otra serie más y un libro estupendo casi terminado. No tengo grandes problemas familiares, ni económicos, ni de salud -grandes, porque tenerlos los tengo - Es decir, podríamos decir que esencialmente lo tengo todo para ser feliz. Al menos todo lo que yo he decidido tener - o no tener -
Y sin embargo, tengo esta sensación de no encajar, de no estar en el sitio correcto. De no pertenecer aquí. Hablo, y siento que realmente nadie me entiende. Y tengo la sensación de que nadie comparte conmigo las cosas que a mi me gustaría compartir. En mi trabajo mido mis palabras, para ser lo justo de "repipi", y es difícil ser simplemente simpatica, sin echar mano de mis sentido del humor basado en los dobles sentidos que hacen que se tenga que pensar más de la cuenta. Y en mi casa me pasa lo mismo. Y cada día me siento peor conmigo misma.
Y la disconformidad conmigo misma está alcanzando unos niveles poco saludables, porque empezó siendo con mi forma de ser, y ahora se está extendiendo a mi pelo - que está creciendo, y no se si podré soportar dejarmelo largo, y si dejarmelo largo es una buena idea o no - a mi peso - me ahorraré comentar eso por aquí para evitar las especulaciones sobre trastornos alimenticios- y ya está llegando hasta mi carrera, mis decisiones.
Me siento mal. Siento que tal vez me he equivocado, que no debería haber estudiado psicología y la perspectiva de tener que estudiarme las asignaturas que tengo para septiembre es de todo menos tentadora. No me siento preparada para terminar y ser algo que no estoy segura de si quiero ser. ¿Y qué hago? ¿Estudiar otra carrera? creo que mi sentimiento de inutilidad se extiende a cualquier profesión. No me veo capaz de hacer nada después, encajar en nada después, ser nada después.
No me malinterpreteis, no estoy triste. Simplemente llevo unos días pensando y siendo acosada por mis padres preguntándome que si me pasa algo, que estoy rara. Y yo no se cómo explicarlo. No se como explicarles que me siento una extraña en mi propio cuerpo. Como si hubiera algo que no está bien en mí, en cómo soy. Y algo está cambiando en mi forma de ser, pequeños detalles, cosas que antes no me importaban, y ahora me sorprendo a mí misma pensando cosas, o sintiendo cosas que no debería pensar, o no debería sentir. ¿Veis como no lo se explicar?
Me siento como una espectadora de mi propia vida. Como si estuviera viendolo todo desde fuera. Y a veces me veo a mí misma desde fuera, hablando, interactuando, andando. Como una experiencia extrasensorial, y la verdad es que no termina de gustarme lo que veo. Sí, ahora pensad que estoy loca, porque yo estoy empezando a pensarlo.
Anda que vaya chapa le he dado al blog hoy. Vaya tela.
Besos
Yo soy una persona muy mental. No se si existe esta terminología, pero me considero una persona reflexiva. Lo que la gente tiende a llamar nenacomotecomeslacabeza. Pero yo soy así, profunda, enrevesada, mística, existencialista, y esencialmente negativa.
Ya he atravesado alguna que otra crisis como la que estoy atravesando en este momento. No se tampoco si llamarlo crisis, pero la verdad es que ahora mismo no estoy en el mejor momento de mi carrera - por decirlo de alguna manera -
La verdad es que si miramos superficialmente mi existencia, no tengo de que quejarme. Estoy pasando el verano en una casa con piscina, solo tengo dos asignaturas para septiembre, estoy trabajando - que tal y como están las cosas es un logro - y aunque no voy a cobrar una millonada me va a dar para los pocos caprichos que me quiero dar y me sobrará. Además, no me putean en el trabajo, me lo paso bien. Aunque hay momentos que realmente me gustaría no levantarme de la cama. - Oh, espera, eso lo hago los fines de semana-
No tengo problemas sentimentales - porque no tengo vida sentimental - . Tengo 5 temporadas de Anatomía de Grey en bruto para ver y disfrutar, y alguna que otra serie más y un libro estupendo casi terminado. No tengo grandes problemas familiares, ni económicos, ni de salud -grandes, porque tenerlos los tengo - Es decir, podríamos decir que esencialmente lo tengo todo para ser feliz. Al menos todo lo que yo he decidido tener - o no tener -
Y sin embargo, tengo esta sensación de no encajar, de no estar en el sitio correcto. De no pertenecer aquí. Hablo, y siento que realmente nadie me entiende. Y tengo la sensación de que nadie comparte conmigo las cosas que a mi me gustaría compartir. En mi trabajo mido mis palabras, para ser lo justo de "repipi", y es difícil ser simplemente simpatica, sin echar mano de mis sentido del humor basado en los dobles sentidos que hacen que se tenga que pensar más de la cuenta. Y en mi casa me pasa lo mismo. Y cada día me siento peor conmigo misma.
Y la disconformidad conmigo misma está alcanzando unos niveles poco saludables, porque empezó siendo con mi forma de ser, y ahora se está extendiendo a mi pelo - que está creciendo, y no se si podré soportar dejarmelo largo, y si dejarmelo largo es una buena idea o no - a mi peso - me ahorraré comentar eso por aquí para evitar las especulaciones sobre trastornos alimenticios- y ya está llegando hasta mi carrera, mis decisiones.
Me siento mal. Siento que tal vez me he equivocado, que no debería haber estudiado psicología y la perspectiva de tener que estudiarme las asignaturas que tengo para septiembre es de todo menos tentadora. No me siento preparada para terminar y ser algo que no estoy segura de si quiero ser. ¿Y qué hago? ¿Estudiar otra carrera? creo que mi sentimiento de inutilidad se extiende a cualquier profesión. No me veo capaz de hacer nada después, encajar en nada después, ser nada después.
No me malinterpreteis, no estoy triste. Simplemente llevo unos días pensando y siendo acosada por mis padres preguntándome que si me pasa algo, que estoy rara. Y yo no se cómo explicarlo. No se como explicarles que me siento una extraña en mi propio cuerpo. Como si hubiera algo que no está bien en mí, en cómo soy. Y algo está cambiando en mi forma de ser, pequeños detalles, cosas que antes no me importaban, y ahora me sorprendo a mí misma pensando cosas, o sintiendo cosas que no debería pensar, o no debería sentir. ¿Veis como no lo se explicar?
Me siento como una espectadora de mi propia vida. Como si estuviera viendolo todo desde fuera. Y a veces me veo a mí misma desde fuera, hablando, interactuando, andando. Como una experiencia extrasensorial, y la verdad es que no termina de gustarme lo que veo. Sí, ahora pensad que estoy loca, porque yo estoy empezando a pensarlo.
Anda que vaya chapa le he dado al blog hoy. Vaya tela.
Besos
domingo, 7 de agosto de 2011
Examen de conciencia
Hola,
A mis oídos no paran de llegar noticias relacionadas con la inminente llegada del Papa a España. En los periódicos digitales, en twitter, en los blogs, y a la hora de la comida. Porque sí, en mi casa hay una tendencia al catolicismo derechista que poco o casi nada casa con mi mentalidad de bollera roja.
Por eso a veces me pregunto qué hago yo aquí. Todavía, cuando estoy sola con mis padres la cosa está mas equilibrada, porque aunque mi madre mantenga una eterna lucha en su fuero interno entre las creencias con las que se ha criado - ¡Viva Franco! ¡Viva España! - y las creencias con las que vive - Prácticamente de izquierdas - porque mi padre es más socialista que Felipe González, en términos generales y tocados de forma superficial, temas como la homosexualidad o el aborto no generan debates ni disputas.
Sin embargo ahora en verano, vivo en mi campo. Vivir en el campo supone entrar en un universo paralelo con un estampado de flores del atrezzo de Cuéntame cómo pasó y una banda sonora de Mocedades y Joan Manuel Serrat - Oportunamente cantando desde el exilio-
La hermana mayor de mi madre es una mujer de las de antes, y con mujer de las de antes me refiero a esas mujeres que consideran el machismo como un estilo digno de vida. De las que no permiten que su marido recoja la mesa, ni se sirva un plato, ni se prepare la cena. De esas que se dan golpes de pecho y van a misa todos los domingos, de esas personas que consideran que su moral es única, divina y perfecta y que cualquier persona que piense de forma contraria está equivocado. Y así, su prole. Vivo en una casa en la que tengo que poner buena cara cuando se dice que "los maricones están por todas partes, y tenemos que ir con el culo pegado a la pared pos si acaso", en una casa en la que me preguntan continuamente cuándo voy a traer a mi novio; una casa en la que no casarse por la iglesia está considerado como una ofensa humana y divina.
¡Así estoy! ¡Curtida! Pero bueno, me estoy desviando del tema. Yo de quien quería hablar era del Papa. A mi qué queréis que os diga, Benedicto no me gusta ni un pelo. No me gustó desde el primer momento. Me parece que tiene cara de mala persona. Y yo eso es algo que me tomo muy al pie de la letra. Yo clasifico a las personas así, si tienes cara de buena persona, y si no. Y el Papa no tiene una cara digna de mi confianza. Que luego me enterara de que fue en parte el instigador de la muerte de Juan Pablo I y que formó parte de las juventudes nazis solo fue un aliciente. Lo importante es que Razti tenía cara de mala persona y con eso yo ya tenía suficientes datos para meterlo en mi lista negra.
La cosa es que Madrid se está poniendo patas arriba para recibir a un hombre que cree que Dios le habla. Partamos de esa base. Un poco de psicosis, ¿no Ratzinger?. Vale, obviemos ese detalle. A estas alturas seguro que Dios ya tiene whatsapp - por favor, que es Dios - pero lo interesante de la cuestión, es que va a venir un abuelete nazi, montado en un mercedes blindado, a intentar convencernos de que vamos a ir todos al infierno por apoyar el aborto, el matrimonio homosexual, la fecundación artificial, el uso del preservativo, y por no ir a misa los Domingos, por el módico precio de 50 millones.
Ciertamente me asusta un poco. Está demostrado que en época de crisis económica, de incertidumbre, de pobreza, la gente busca algo a lo que agarrarse, aunque sea una idea utópica de una institución que permite la muerte de miles de personas por la hambruna, y que teóricamente castiga las relaciones sexuales entre por ejemplo, personas del mismo sexo - Y creo que también entre un adulto y un niño, pero eso lo cubren con un tupido velo muy discretamente, por supuesto -
Yo no tengo nada en contra de Dios, ojo. Me parece majo y todo. Él, y cualquier Dios que se precie - Como el Dios del Pollo, o el Gancho de Toy Story, o Morgan Freeman - pero sinceramente, y con riesgo de ganarme algún enemigo / unfollow, admito que no siento simpatía por la Iglesia. Me parece una secta mafiosa legal con unos cimientos de dudosa moralidad y con un pasado digno de cualquier expediente criminal que se precie - La Inquisición entre otras - Por eso no apoyo esta visita del Papa. Respeto que haya un cierto sector de la población que quiera basar su fe en una institución que prodiga unos valores que no cumple, y que se niega a evolucionar al ritmo de la evolución del mundo moderno, queriendo mantenernos anclados en la época en la que si levantabas la voz desaparecías sin dejar rastro y debías asentir y soltar billetes -O cabras, o vacas, o trigo - para asegurarte una plaza en el cielo con vistas al Paraíso.
Pues qué queréis que os diga. El 95% de la gente que me cae bien ya tiene apalabrado un apartamento en el infierno. Y con el otro 5% siempre puedo hablar por el whatsapp.
Besos
A mis oídos no paran de llegar noticias relacionadas con la inminente llegada del Papa a España. En los periódicos digitales, en twitter, en los blogs, y a la hora de la comida. Porque sí, en mi casa hay una tendencia al catolicismo derechista que poco o casi nada casa con mi mentalidad de bollera roja.
Por eso a veces me pregunto qué hago yo aquí. Todavía, cuando estoy sola con mis padres la cosa está mas equilibrada, porque aunque mi madre mantenga una eterna lucha en su fuero interno entre las creencias con las que se ha criado - ¡Viva Franco! ¡Viva España! - y las creencias con las que vive - Prácticamente de izquierdas - porque mi padre es más socialista que Felipe González, en términos generales y tocados de forma superficial, temas como la homosexualidad o el aborto no generan debates ni disputas.
Sin embargo ahora en verano, vivo en mi campo. Vivir en el campo supone entrar en un universo paralelo con un estampado de flores del atrezzo de Cuéntame cómo pasó y una banda sonora de Mocedades y Joan Manuel Serrat - Oportunamente cantando desde el exilio-
La hermana mayor de mi madre es una mujer de las de antes, y con mujer de las de antes me refiero a esas mujeres que consideran el machismo como un estilo digno de vida. De las que no permiten que su marido recoja la mesa, ni se sirva un plato, ni se prepare la cena. De esas que se dan golpes de pecho y van a misa todos los domingos, de esas personas que consideran que su moral es única, divina y perfecta y que cualquier persona que piense de forma contraria está equivocado. Y así, su prole. Vivo en una casa en la que tengo que poner buena cara cuando se dice que "los maricones están por todas partes, y tenemos que ir con el culo pegado a la pared pos si acaso", en una casa en la que me preguntan continuamente cuándo voy a traer a mi novio; una casa en la que no casarse por la iglesia está considerado como una ofensa humana y divina.
¡Así estoy! ¡Curtida! Pero bueno, me estoy desviando del tema. Yo de quien quería hablar era del Papa. A mi qué queréis que os diga, Benedicto no me gusta ni un pelo. No me gustó desde el primer momento. Me parece que tiene cara de mala persona. Y yo eso es algo que me tomo muy al pie de la letra. Yo clasifico a las personas así, si tienes cara de buena persona, y si no. Y el Papa no tiene una cara digna de mi confianza. Que luego me enterara de que fue en parte el instigador de la muerte de Juan Pablo I y que formó parte de las juventudes nazis solo fue un aliciente. Lo importante es que Razti tenía cara de mala persona y con eso yo ya tenía suficientes datos para meterlo en mi lista negra.
La cosa es que Madrid se está poniendo patas arriba para recibir a un hombre que cree que Dios le habla. Partamos de esa base. Un poco de psicosis, ¿no Ratzinger?. Vale, obviemos ese detalle. A estas alturas seguro que Dios ya tiene whatsapp - por favor, que es Dios - pero lo interesante de la cuestión, es que va a venir un abuelete nazi, montado en un mercedes blindado, a intentar convencernos de que vamos a ir todos al infierno por apoyar el aborto, el matrimonio homosexual, la fecundación artificial, el uso del preservativo, y por no ir a misa los Domingos, por el módico precio de 50 millones.
Ciertamente me asusta un poco. Está demostrado que en época de crisis económica, de incertidumbre, de pobreza, la gente busca algo a lo que agarrarse, aunque sea una idea utópica de una institución que permite la muerte de miles de personas por la hambruna, y que teóricamente castiga las relaciones sexuales entre por ejemplo, personas del mismo sexo - Y creo que también entre un adulto y un niño, pero eso lo cubren con un tupido velo muy discretamente, por supuesto -
Yo no tengo nada en contra de Dios, ojo. Me parece majo y todo. Él, y cualquier Dios que se precie - Como el Dios del Pollo, o el Gancho de Toy Story, o Morgan Freeman - pero sinceramente, y con riesgo de ganarme algún enemigo / unfollow, admito que no siento simpatía por la Iglesia. Me parece una secta mafiosa legal con unos cimientos de dudosa moralidad y con un pasado digno de cualquier expediente criminal que se precie - La Inquisición entre otras - Por eso no apoyo esta visita del Papa. Respeto que haya un cierto sector de la población que quiera basar su fe en una institución que prodiga unos valores que no cumple, y que se niega a evolucionar al ritmo de la evolución del mundo moderno, queriendo mantenernos anclados en la época en la que si levantabas la voz desaparecías sin dejar rastro y debías asentir y soltar billetes -O cabras, o vacas, o trigo - para asegurarte una plaza en el cielo con vistas al Paraíso.
Pues qué queréis que os diga. El 95% de la gente que me cae bien ya tiene apalabrado un apartamento en el infierno. Y con el otro 5% siempre puedo hablar por el whatsapp.
Besos
viernes, 5 de agosto de 2011
Viajeros de paso
Hola,
¿Sabes qué?: Te conozco, o al menos te conocía. Te recuerdo como una niña despierta e inteligente que se interesaba por los libros. Como una niña que le gustaban todos los deportes y que de pequeña incluso pudo haber pasado por una època de "niño".
¿No sabes quién soy? Estuve contigo cuando naciste, cuando te caíste por primera vez, cuando hiciste tu primera comunión, cuando te dieron tu primer beso... Estuve siempre contigo. Tal vez no me reconozcas porque he cambiado. Me he hecho mayor a pesar de que tú siempre creíste que eso no pasaría.
Creías que siempre seríamos niñas. Que siempre viviríamos sin conocer la tristeza, la soledad, el desamor o la pérdida. Creías que nunca se morirían tus abuelos, o alguno de tus amigos, o incluso gente mucho más jóven que tú. La gente no se podía morir porque eramos eternas, invencibles como los superheroes.
Recuerdo verte correr en verano, montar en bici sin sentarte en el sillín dejando que el pelo que se te escapaba de la coleta volara en todas las direcciones posibles. ¿Te acueradas tú? los veranos eran la mejor parte de todo el año. Tu piel se tostaba y tu pelo empezaba a desprender reflejos dorados, porque absorbías todo el sol del mes de Julio estando en la piscina hasta que anochecía. Y entre esos mechones de pelo dorado y la tez morena, tus ojos marrones, grandes y brillantes como los ojos de cualquier niño feliz, se asomaban decididos y traviesos.
Y sí, recuerdo que eras feliz. Incluso cuando pasaste por todas esas cosas, esas dudas sobre de quién debías o no enamorarte.
Ahora te miro y tu piel también está tostada por el sol, como cuando eras niña. Tu pelo ya no tiene reflejos dorados, está demasiado oscuro, ni está tan largo como para que los mechones vuelen al montar en bicicleta. Aunque se que tampoco montas ya. También se que los veranos no son como solían ser y que ya no estás en la piscina hasta que se esconde el sol.
Se que las cosas han cambiado, que ya sabes que no somos superhéroes, que la vida viene y va como vienen y van las estaciones. Que llega gente nueva, y otra gente se va y no está en nuestra mano si no ser capaces de seguir subiendo escalones con la esperanza de llegar algún día a lo más alto.
Tu ojos marrones no resplandecen de la misma manera ¿estás triste? No deberías estarlo. Cada segundo es un segundo irrepetible y único, y no podemos desperdiciar ni tan siquiera uno. Porque somos efímeros, viajeros de paso, estrellas fugaces. Y mírate, te has hecho mayor tan rápido...
¿Aún no sabes quién soy? Mírate, mírame. No soy más que tu reflejo, y ¿sabes una cosa? te he echado de menos.
Besos
¿Sabes qué?: Te conozco, o al menos te conocía. Te recuerdo como una niña despierta e inteligente que se interesaba por los libros. Como una niña que le gustaban todos los deportes y que de pequeña incluso pudo haber pasado por una època de "niño".
¿No sabes quién soy? Estuve contigo cuando naciste, cuando te caíste por primera vez, cuando hiciste tu primera comunión, cuando te dieron tu primer beso... Estuve siempre contigo. Tal vez no me reconozcas porque he cambiado. Me he hecho mayor a pesar de que tú siempre creíste que eso no pasaría.
Creías que siempre seríamos niñas. Que siempre viviríamos sin conocer la tristeza, la soledad, el desamor o la pérdida. Creías que nunca se morirían tus abuelos, o alguno de tus amigos, o incluso gente mucho más jóven que tú. La gente no se podía morir porque eramos eternas, invencibles como los superheroes.
Recuerdo verte correr en verano, montar en bici sin sentarte en el sillín dejando que el pelo que se te escapaba de la coleta volara en todas las direcciones posibles. ¿Te acueradas tú? los veranos eran la mejor parte de todo el año. Tu piel se tostaba y tu pelo empezaba a desprender reflejos dorados, porque absorbías todo el sol del mes de Julio estando en la piscina hasta que anochecía. Y entre esos mechones de pelo dorado y la tez morena, tus ojos marrones, grandes y brillantes como los ojos de cualquier niño feliz, se asomaban decididos y traviesos.
Y sí, recuerdo que eras feliz. Incluso cuando pasaste por todas esas cosas, esas dudas sobre de quién debías o no enamorarte.
Ahora te miro y tu piel también está tostada por el sol, como cuando eras niña. Tu pelo ya no tiene reflejos dorados, está demasiado oscuro, ni está tan largo como para que los mechones vuelen al montar en bicicleta. Aunque se que tampoco montas ya. También se que los veranos no son como solían ser y que ya no estás en la piscina hasta que se esconde el sol.
Se que las cosas han cambiado, que ya sabes que no somos superhéroes, que la vida viene y va como vienen y van las estaciones. Que llega gente nueva, y otra gente se va y no está en nuestra mano si no ser capaces de seguir subiendo escalones con la esperanza de llegar algún día a lo más alto.
Tu ojos marrones no resplandecen de la misma manera ¿estás triste? No deberías estarlo. Cada segundo es un segundo irrepetible y único, y no podemos desperdiciar ni tan siquiera uno. Porque somos efímeros, viajeros de paso, estrellas fugaces. Y mírate, te has hecho mayor tan rápido...
¿Aún no sabes quién soy? Mírate, mírame. No soy más que tu reflejo, y ¿sabes una cosa? te he echado de menos.
Besos
miércoles, 3 de agosto de 2011
Caramelos alexitimicos llorones
Hoy no se qué contar. Pero ciertamente tengo una imperiosa necesidad de venir al blog a dar la chapa poco propia de mi solitaria y meditabunda vida de retiro espiritual. No estoy especialmente desanimada, ni animada, ni nada que tenga que ver con un estado de ánimo determinado. Estoy a medio camino entre la alexitimia y la anestesia emocional que contrastan claramente con las lloreras que me entran de vez en cuando cuando me acuerdo de mis niños de Julio, o escucho una canción de Boza, o veo gatitos en Tumblr, o me verifican la cuenta de Pottermore. Vaya, cualquier cosa que toque mi fibra sensible más de lo recomendado.
Hace unos años yo iba de dura. Y lo peor es que me lo creía. Yo creía que era una especie de patusco duro como el acero que ni sentía ni padecía. Y en verdad hubo un tiempo que ese pensamiento me funcionó y llegó a ser una especie de carta de presentación al mundo exterior. Como si yo fuera por la vida diciendo: nada puede tocarme, yo soy más dura que los caramelos de la cabalgata de reyes.
Pero debe ser que me estoy haciendo mayor y que ya no puedo seguir evitando sentir cosas, y la verdad es que me preocupa un poco porque a veces me cuesta trabajo controlar mis emociones hasta el punto de echarme a llorar en público - ¿hola? ¿yo? jamás en la vida-
Tal vez no es que me esté reblandeciendo con los años. Tal vez sea que ahora, siendo algo más consciente de mi alrededor, de mí misma, y de lo que pasa en el mundo, me estoy dando cuenta de los problemas que tengo de puertas para dentro -y con puertas no me refiero a mi casa, si no a mi cabeza-. Y como si estuviera viendo mi vida desde fuera me doy cuenta de cómo me siento ante determinadas situaciones y cómo sé que no debería sentirme así porque no está bien.
Desde luego, me explico también de puertas para dentro. No se si os habréis enterado de algo los que estéis leyendo esto.
Supongo que han pasado demasiadas cosas extrañas este mes de Julio. Cosas que hacen que me plantee si merece la pena vivir como un caramelo de reyes; de un color llamativo, con un momento de gloria, o si tienes suerte una noche entera. Con un gran paseo en una carroza y un gran viaje por los aires. Para luego con suerte, acabar en el bolsillo de ese abrigo mullido que nuestra madre nos abrochaba hasta la nariz para sobrellevar la noche del cinco de enero y quedar olvidado año tras año. Y el abrigo se nos quedará pequeño, y el caramelo se quedará ahí viendo como se pasa el tiempo siendo cada vez más duro, siempre envuelto en su papel de colores, resguardado del peligro.
Tal vez ser un caramelo de reyes es una opción temporal. Pero creo que no es la mejor forma para vivir.
Y yo ya hace algún tiempo que deje de ser un caramelo para ser una gominola. Mejor, ¿no?
Besos
Hace unos años yo iba de dura. Y lo peor es que me lo creía. Yo creía que era una especie de patusco duro como el acero que ni sentía ni padecía. Y en verdad hubo un tiempo que ese pensamiento me funcionó y llegó a ser una especie de carta de presentación al mundo exterior. Como si yo fuera por la vida diciendo: nada puede tocarme, yo soy más dura que los caramelos de la cabalgata de reyes.
Pero debe ser que me estoy haciendo mayor y que ya no puedo seguir evitando sentir cosas, y la verdad es que me preocupa un poco porque a veces me cuesta trabajo controlar mis emociones hasta el punto de echarme a llorar en público - ¿hola? ¿yo? jamás en la vida-
Tal vez no es que me esté reblandeciendo con los años. Tal vez sea que ahora, siendo algo más consciente de mi alrededor, de mí misma, y de lo que pasa en el mundo, me estoy dando cuenta de los problemas que tengo de puertas para dentro -y con puertas no me refiero a mi casa, si no a mi cabeza-. Y como si estuviera viendo mi vida desde fuera me doy cuenta de cómo me siento ante determinadas situaciones y cómo sé que no debería sentirme así porque no está bien.
Desde luego, me explico también de puertas para dentro. No se si os habréis enterado de algo los que estéis leyendo esto.
Supongo que han pasado demasiadas cosas extrañas este mes de Julio. Cosas que hacen que me plantee si merece la pena vivir como un caramelo de reyes; de un color llamativo, con un momento de gloria, o si tienes suerte una noche entera. Con un gran paseo en una carroza y un gran viaje por los aires. Para luego con suerte, acabar en el bolsillo de ese abrigo mullido que nuestra madre nos abrochaba hasta la nariz para sobrellevar la noche del cinco de enero y quedar olvidado año tras año. Y el abrigo se nos quedará pequeño, y el caramelo se quedará ahí viendo como se pasa el tiempo siendo cada vez más duro, siempre envuelto en su papel de colores, resguardado del peligro.
Tal vez ser un caramelo de reyes es una opción temporal. Pero creo que no es la mejor forma para vivir.
Y yo ya hace algún tiempo que deje de ser un caramelo para ser una gominola. Mejor, ¿no?
Besos
martes, 2 de agosto de 2011
No me caigo bien
Sí, simple y llanamente. No me caigo bien. No lo hago. Debería hacerlo, pero no lo hago. Como esa idea de que debemos querer a ciertas personas, como a nuestros padres, o a nuestra familia en términos generales. Pues alomejor no. Alomejor tu madre o tu padre - hablo de casos muy extremos - no merecen que los quieras. Pues yo no me caigo bien a mi misma, ya lo he dicho.
Lo de quererme poco ya viene desde hace más tiempo, pero ha sido últimamente cuando me he dado cuenta de que no me caigo bien. Es decir si yo misma me conociera a mi misma en este momento - todo muy poco psicótico como podeis comprobar- probablemente pensaría que soy tonta, y por qué no decirlo, algo repelente. Pero es que no puedo evitar hablar así, me sale natural. Me gusta utilizar palabras que no me hagan parecer recien salida de mujeres hombres y viceversa, me gusta la riqueza del lenguaje, me gusta expresarme bien. Pero siento que cada vez que hablo quedo como una pedante. Y os juro que no lo soy ¿eh?, lo juro.
Tal vez estoy teniendo algun tipo de experiencia extrasensorial, y me estoy viendo desde fuera. O alomejor estoy observandome más a mí misma porque estoy en otro ambiente totalmente distinto. Pero la verdad es que me siento como si yo tuviera una pipa, un monóculo, y una bata de seda y estuviera sentada en mitad de un camping. Y no porque mis compañeros sean de la manera que son, porque son geniales, sino por cómo me siento yo, que cada vez que hablo me oigo demasiado. No sé. Es raro porque jamás me había pasado y no me gusta. No me gusta cómo soy y tengo la sensación de que a los demás tampoco les gusto. Como si no terminara de encajar. Como si fuera una pieza de un rompecabezas con un monóculo y una pipa, y estuviera en la caja de las narices de payaso.
Y a mi me gustan las narices de payaso. Y no me gustan ni los monóculos ni el tabaco.
Un beso
Lo de quererme poco ya viene desde hace más tiempo, pero ha sido últimamente cuando me he dado cuenta de que no me caigo bien. Es decir si yo misma me conociera a mi misma en este momento - todo muy poco psicótico como podeis comprobar- probablemente pensaría que soy tonta, y por qué no decirlo, algo repelente. Pero es que no puedo evitar hablar así, me sale natural. Me gusta utilizar palabras que no me hagan parecer recien salida de mujeres hombres y viceversa, me gusta la riqueza del lenguaje, me gusta expresarme bien. Pero siento que cada vez que hablo quedo como una pedante. Y os juro que no lo soy ¿eh?, lo juro.
Tal vez estoy teniendo algun tipo de experiencia extrasensorial, y me estoy viendo desde fuera. O alomejor estoy observandome más a mí misma porque estoy en otro ambiente totalmente distinto. Pero la verdad es que me siento como si yo tuviera una pipa, un monóculo, y una bata de seda y estuviera sentada en mitad de un camping. Y no porque mis compañeros sean de la manera que son, porque son geniales, sino por cómo me siento yo, que cada vez que hablo me oigo demasiado. No sé. Es raro porque jamás me había pasado y no me gusta. No me gusta cómo soy y tengo la sensación de que a los demás tampoco les gusto. Como si no terminara de encajar. Como si fuera una pieza de un rompecabezas con un monóculo y una pipa, y estuviera en la caja de las narices de payaso.
Y a mi me gustan las narices de payaso. Y no me gustan ni los monóculos ni el tabaco.
Un beso
lunes, 1 de agosto de 2011
Mis pequeños terroristas
No lo he comentado por aquí, pero este verano estoy trabajando. Trabajo como monitora en unas escuelas deportivas y, aunque tengo un porrón de primos que me han curtido en el campo del trato infantil, esta es mi primera experiencia docente, por decirlo de alguna manera.
No tengo que darles clase. Mi trabajo es una clase de educación física práctica contínua y claro, tener a treinta niños en un pabellón cuando no te conocen, no te respetan, y encima tienen el chip de estar de vacaciones, puede convertirse en una odisea digna de mención.
Así que yo, para plantearme un reto añadido, tuve la infinita suerte de ponerme mala la semana de antes de empezar. El maldito aire acondicionado hizo de las suyas mientras yo debatía sobre problemas de invasión territorial con Batman y sus colegas - no se si os acordaréis- La cosa es que me quedé totalmente afónica. Sí, afónica. La gente suele decir que se queda afónica cuando pierde un poco la voz, se queda ronca, o símplemente sus sonidos vocales aparecen y desaparecen como el Guadiana, pero sin embargo, eso clínicamente hablando se llama disfonía. La afonía es la pérdida total de la voz. Bien, yo estaba afónica el primer día que tenía que enfrentarme a una manada de niños desconocidos. Pero sobreviví - a la vista está, aquí estoy - Y los días fueron pasando, mejor o peor.
Me aprendí mis 33 nombres, con sus caras. Ha habido muchas broncas, muchos intentos de razonar, muchos llantos, muchos "¿Vamos a jugar ya al fútbol?"seño me ha pegado", "seño me ha tirado a la piscina" "seño yo no quiero ir en ese equipo". Muchos "Silencio", "¿Os podéis estar quietos un segundo?¡SOLO UNO!?", "¡Va!¿Nos sentamos?" y "¡Venga grupo B!".
Pero también ha habido muchas risas, muchos abrazos, muchos besos. Muchas visitas a sus toallas a que me dieran chuches, a robarles patatillas. Muchos fotos, muchos gritos de ánimo y mucha competición. He jugado con ellos al fútbol, al baloncesto, he echado carreras con ellos, he jugado a las cartas y me han tirado con toda la ropa a la piscina. Los he escuchado contarme cosas de sus vidas, los he consolado cuando se han hecho una herida o cuando se han caído, los he tenido abrazados sentados en mis piernas si estaban malos, y me he partido de risa con algunas cosas que me han dicho.
Es normal que llorara el viernes cuando tuve que despedirme de ellos. Casi todos, menos cinco, ya no vienen en Agosto. Al despedirme de Sergio, aunque tuviera ganas de matarlo más de una vez, de Mario, de Lucía, de Laura -que me regaló unas gafas de sol- de Víctor y su histeria permanente, de Marta a la que tenía que quitarme de encima por las malas porque no me soltaba, de María, de Fernando, de Lola, Álvaro, de Kiko...Pero cuando ya de verdad noté que se me rompía el corazón, fue cuado tuve que despedirme de mis gemelos. Antonio y Javi. Creo que ha sido a los dos que más he regañado, pero sin duda alguna, a los que más cariño he cogido de todos. Tan pequeños con sus siete años recién cumplidos, tan idénticos que no soy capaz de distinguirlos en una foto -En vivo ya me busqué mis técnicas y los diferenciaba- Con esos ojos azules tan enormes, que te miraban y no había nada más que felicidad y transparencia y sus camisetas de spiderman, siempre iguales. Me he enamorado de esos dos niños y cuando tuve que despedirme de ellos y me puse de rodillas en el suelo para estar a su altura y poder darles un abrazo, sentí como un poquito de mi se iba con ellos.
Puede sonar muy exagerado, lo sé. Pero yo también pensaba que se exageraban estas cosas. Y no. Realmente estoy muy triste, mucho. Echo muchísimo de menos a mi niños de Julio porque hoy han venido los de Agosto y no me ha gustado el día. Me he sentido como si hubieran cambiado a todos los personajes de mi serie favorita y ahora las cosas no encajaran, como si nada estuviera en su sitio.
Ya me ha dicho todo el mundo que es cuestión de acostumbrarme, que ahora le cogeré cariño a estos y que en dos semanas estaré tan contenta y tan encantanda con ellos como lo estaba con los otros. Pero hoy lo único que me apetece es hacerme un cuatro en la cama y llorar.
Menos mal que no he estudiado magisterio, porque entonces habría vivido una depresión constante, de verdad. Nunca pensé que podría cogerle tanto cariño a esa pandilla de terroristas que no me ha dejado recuperar mi voz en un mes. Nunca pensé que se me rompería el corazón al despedirme de ellos y al llegar hoy y no verlos bajar corriendo las escaleras mientras yo salía del almacén con el material en las manos, ni al mirar en la piscina y no ver a ninguno corretear por allí.
No sé cómo estarán el resto de mis compañeros con sus niños, pero yo, sinceramente, estoy de un triste que no me lo creo. Espero que se me pase pronto, mientras, voy a llorar un rato.
Un beso
No tengo que darles clase. Mi trabajo es una clase de educación física práctica contínua y claro, tener a treinta niños en un pabellón cuando no te conocen, no te respetan, y encima tienen el chip de estar de vacaciones, puede convertirse en una odisea digna de mención.
Así que yo, para plantearme un reto añadido, tuve la infinita suerte de ponerme mala la semana de antes de empezar. El maldito aire acondicionado hizo de las suyas mientras yo debatía sobre problemas de invasión territorial con Batman y sus colegas - no se si os acordaréis- La cosa es que me quedé totalmente afónica. Sí, afónica. La gente suele decir que se queda afónica cuando pierde un poco la voz, se queda ronca, o símplemente sus sonidos vocales aparecen y desaparecen como el Guadiana, pero sin embargo, eso clínicamente hablando se llama disfonía. La afonía es la pérdida total de la voz. Bien, yo estaba afónica el primer día que tenía que enfrentarme a una manada de niños desconocidos. Pero sobreviví - a la vista está, aquí estoy - Y los días fueron pasando, mejor o peor.
Me aprendí mis 33 nombres, con sus caras. Ha habido muchas broncas, muchos intentos de razonar, muchos llantos, muchos "¿Vamos a jugar ya al fútbol?"seño me ha pegado", "seño me ha tirado a la piscina" "seño yo no quiero ir en ese equipo". Muchos "Silencio", "¿Os podéis estar quietos un segundo?¡SOLO UNO!?", "¡Va!¿Nos sentamos?" y "¡Venga grupo B!".
Pero también ha habido muchas risas, muchos abrazos, muchos besos. Muchas visitas a sus toallas a que me dieran chuches, a robarles patatillas. Muchos fotos, muchos gritos de ánimo y mucha competición. He jugado con ellos al fútbol, al baloncesto, he echado carreras con ellos, he jugado a las cartas y me han tirado con toda la ropa a la piscina. Los he escuchado contarme cosas de sus vidas, los he consolado cuando se han hecho una herida o cuando se han caído, los he tenido abrazados sentados en mis piernas si estaban malos, y me he partido de risa con algunas cosas que me han dicho.
Es normal que llorara el viernes cuando tuve que despedirme de ellos. Casi todos, menos cinco, ya no vienen en Agosto. Al despedirme de Sergio, aunque tuviera ganas de matarlo más de una vez, de Mario, de Lucía, de Laura -que me regaló unas gafas de sol- de Víctor y su histeria permanente, de Marta a la que tenía que quitarme de encima por las malas porque no me soltaba, de María, de Fernando, de Lola, Álvaro, de Kiko...Pero cuando ya de verdad noté que se me rompía el corazón, fue cuado tuve que despedirme de mis gemelos. Antonio y Javi. Creo que ha sido a los dos que más he regañado, pero sin duda alguna, a los que más cariño he cogido de todos. Tan pequeños con sus siete años recién cumplidos, tan idénticos que no soy capaz de distinguirlos en una foto -En vivo ya me busqué mis técnicas y los diferenciaba- Con esos ojos azules tan enormes, que te miraban y no había nada más que felicidad y transparencia y sus camisetas de spiderman, siempre iguales. Me he enamorado de esos dos niños y cuando tuve que despedirme de ellos y me puse de rodillas en el suelo para estar a su altura y poder darles un abrazo, sentí como un poquito de mi se iba con ellos.
Puede sonar muy exagerado, lo sé. Pero yo también pensaba que se exageraban estas cosas. Y no. Realmente estoy muy triste, mucho. Echo muchísimo de menos a mi niños de Julio porque hoy han venido los de Agosto y no me ha gustado el día. Me he sentido como si hubieran cambiado a todos los personajes de mi serie favorita y ahora las cosas no encajaran, como si nada estuviera en su sitio.
Ya me ha dicho todo el mundo que es cuestión de acostumbrarme, que ahora le cogeré cariño a estos y que en dos semanas estaré tan contenta y tan encantanda con ellos como lo estaba con los otros. Pero hoy lo único que me apetece es hacerme un cuatro en la cama y llorar.
Menos mal que no he estudiado magisterio, porque entonces habría vivido una depresión constante, de verdad. Nunca pensé que podría cogerle tanto cariño a esa pandilla de terroristas que no me ha dejado recuperar mi voz en un mes. Nunca pensé que se me rompería el corazón al despedirme de ellos y al llegar hoy y no verlos bajar corriendo las escaleras mientras yo salía del almacén con el material en las manos, ni al mirar en la piscina y no ver a ninguno corretear por allí.
No sé cómo estarán el resto de mis compañeros con sus niños, pero yo, sinceramente, estoy de un triste que no me lo creo. Espero que se me pase pronto, mientras, voy a llorar un rato.
Un beso
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