miércoles, 25 de junio de 2014

Un año que pesa 50kg

Hola,

He superado el bache del domingo. El universo es sabio, y me dio un lunes de risas, conversaciones de las que llenan, y un rato de baloncesto a esa hora en la que la luz es más bonita que nunca. Kenmare es precioso cuando sale el sol, y lo es aún más cuando se esconde; y ahí estaba yo, haciendo una de las cosas que más feliz me hacen en el mundo, a la hora que más feliz me hace, y compartiendo esos últimos momentos de felicidad con gente que me ha dado mucho a cambio de muy poco.

Había olvidado lo bonito que es sentirse parte de 'algo'. Compartir el sufrimiento, la superación, las victorias y las derrotas. El reírse de uno mismo, y el castigarse por no haber dado lo suficiente. No sabía que echaba tanto de menos tener un equipo. Ni recuerdo haber sonreído tanto jugando al baloncesto como lo he hecho aquí. De hecho no recuerdo haber sido tan feliz jugando como lo he sido con los Kestrels, y creo que nunca podré agradecérselo lo suficiente.

Se me acaban los días aquí, y la verdad, me apetece volver. Ya he limpiado a fondo mi habitación, llenado una maleta de 20kg, y otra media, y organizado el resto de cosas que tengo que guardar. Un año de mi vida en 50kg.

Las estanterías empiezan a vaciarse y el armario sólo tiene dos camisas y dos vaqueros. Los cajones están todos vacíos excepto uno en el que guardo las pocas camisetas que voy a usar esta semana, y de mi puerta cuelgan las dos únicas chaquetas que uso a estas alturas. Sin embargo las fotos, los dibujos, y los regalos siguen todos fuera. Supongo que quitar todo eso, y guardarlo, implica realmente el final, y por tanto se merecen estar ahí hasta el final. El sábado lo quitaré todo y lo guardaré, y las paredes volverán a estar blancas tal y como cuando llegué. Y entonces sí, se habrá acabado y esta no será más mi habitación.

Es triste, pero es bonito. Me voy con la sensación de haber hecho las cosas bien. De haber sido feliz. De haber dejado algo de mí a lo largo estos doce meses. Hay etapas que tienen que acabarse porque toca empezar otras nuevas, y supongo que este es realmente el momento de pasar página y avanzar.

Me quedan tres días en Irlanda. Tres días para averiguar cómo voy a volver a mi vida causando el menor daño posible.

Estoy intrigada por saber cómo será el siguiente capítulo.

Un beso.

domingo, 22 de junio de 2014

El principio del fin

Hola,

Los domingos no son bonitos. No os dejéis engañar. Los domingos son días tristes. Y melancólicos. Los domingos son el preludio del lunes, y el fin de final de la semana. Otra semana más que se acaba.

En condiciones normales sí, sería 'otra' semana más que se acaba. Pero en este caso no; para mí esta no es 'otra' semana. Este no es 'otro' domingo triste más. Para mí este es 'El' domingo triste.

Vamos a achacarlo a una conjunción de desafortunadas circunstancias. Vamos a decir que estoy premenstrual, que estoy de resaca y que mis reservas de serotonina aún están en números rojos. Vamos a decir este es mi último fin de semana en Irlanda y que cuando vuelva tampoco voy a tener vacaciones - aunque cualquiera se queja ahora por tener un trabajo -. Vamos a decir que hoy he empezado a hacer las maletas y que hacer maletas siempre tiene ese nosequé que me pone triste. Vamos a decir que anoche le dije adiós a mi mejor amiga en Kenmare y no sé cuándo volveré a verla. Por poder, podemos decir muchas cosas, la verdad.

Pero la cuestión es que estoy teniendo uno de los domingos más tristes que recuerdo. Que he perdido la cuenta de las veces que he llorado hoy y que sospecho que no va a mejorar durante el resto de la semana.

Ya sé lo que todo el mundo me dice, que vuelvo a casa, que es verano, que me lo voy a pasar genial. Que ha sido una gran experiencia y que me quede con las cosas buenas. Todo eso lo sé. Pero también sé que soy muy buena en lo que hago aquí. En todo lo que hago aquí. Y me da un miedo terrible volver y descubrir que no soy igual de buena en nada más - y esto se puede aplicar a tantos ámbitos de mi vida que da miedo -

Tal vez lo único que necesito es que me abracen fuerte y me digan que todo va a salir bien aunque no sea verdad. Sólo quiero dejar de estar tan triste cuando tengo tantos motivos para ser feliz. Pero bueno, supongo que mañana todo será un poco mejor y más fácil.


Aunque mañana sea lunes.




Besos.

martes, 10 de junio de 2014

El tiempo de todas las cosas

Hola,


El tiempo es algo curioso. Es eso que dicen que lo cura todo; y yo pensando que eso lo hacía el Dalsy. Pero ahí está; incasable, pasando sin detenerse un segundo a esperarnos por si acaso nos quedamos atrás. Está ahí para darnos una patada en el culo si nos quedamos rezagados, para consolarnos durante todos esos días en los que llorar es más fácil que todo lo demás, y para meternos miedo cuando encara una cuesta sin frenos y lo vemos volar a la velocidad de la luz.

El tiempo es el mejor profesor que he tenido. Me ha enseñado a esperar, a no desesperar, y a entender. A veces miro atrás y pienso que de no haber sido por él, hubiera muerto en una de esas miles de guerras en las que me creí soldado de primera línea. Pero no; ahí estaba él, pidiéndome que no me muriera aún. Que las mejores cosas llegan como llegan las primeras gotas de las tormentas de verano: de la nada y sin avisar.

Recuerdo haberle implorado que corriera. Que me permitiera cerrar los ojos y abrirlos cuando hubieran pasado tres meses y todo aquello hubiera dejado de doler. Pero no cedió; me obligó a vivir todos y cada uno de los días que me correspondían. Y aquí sigue, haciéndolo. Supongo que con algún motivo concreto. Supongo que si no me ha dejado morir es porque tiene un plan para mí. Esa es la conclusión a la que llego cada vez que pienso en por qué el tiempo me dejó salir de aquella pena.

Y así, con el tiempo, me hice más fuerte, y más grande. No diré que más lista, pero sí más valiente. El tiempo me enseñó que no siempre consigues aquello por lo que luchas, pero que eso no hace la lucha algo carente de sentido. Y me enseñó que a veces también se gana. Que así como hay cosas que acaban, hay otras que empiezan, y que todo pasa cuando tiene que pasar. Sin acelerar o aminorar el paso, simplemente sin parar de andar hacia delante.

Desde que tengo uso de razón, o más bien, desde que recuerdo ser verdaderamente consciente de la existencia de la muerte, he tenido la misma sensación de angustia respecto al tiempo. Siempre me he imaginado siendo mayor, mirando atrás, y arrepintiéndome de haber desperdiciado los mejores años de mi vida. De haber desperdiciado ese tiempo que no voy a volver a vivir jamás. Y no os voy a engañar, esa angustia sigue apretándome el pecho de vez en cuando. Cuando pienso en todo lo que he vivido y los amigos con los que ya no hablo, y todo parece una vida ajena.

Supongo que es lo que pasa cuando te haces mayor. O tal vez es lo que pasa cuando de pronto eres feliz y no quieres que se pasen los días sin haberlos aprovechado. Y eso es lo que me aprieta el pecho ahora, que sé que ya sí es hora de volver. Que mi tiempo aquí ha terminado, y que el que me espera allí está mirando el reloj preguntándose por qué estoy tardando tanto en llegar.

Ahora sólo quiero que los días pasen rápido. Agobiarme haciendo maletas y llorar en todas y cada una de las despedidas.

Es hora de irme.

Es tiempo para volver a casa.




Besos.