Hola,
He superado el bache del domingo. El universo es sabio, y me dio un lunes de risas, conversaciones de las que llenan, y un rato de baloncesto a esa hora en la que la luz es más bonita que nunca. Kenmare es precioso cuando sale el sol, y lo es aún más cuando se esconde; y ahí estaba yo, haciendo una de las cosas que más feliz me hacen en el mundo, a la hora que más feliz me hace, y compartiendo esos últimos momentos de felicidad con gente que me ha dado mucho a cambio de muy poco.
Había olvidado lo bonito que es sentirse parte de 'algo'. Compartir el sufrimiento, la superación, las victorias y las derrotas. El reírse de uno mismo, y el castigarse por no haber dado lo suficiente. No sabía que echaba tanto de menos tener un equipo. Ni recuerdo haber sonreído tanto jugando al baloncesto como lo he hecho aquí. De hecho no recuerdo haber sido tan feliz jugando como lo he sido con los Kestrels, y creo que nunca podré agradecérselo lo suficiente.
Se me acaban los días aquí, y la verdad, me apetece volver. Ya he limpiado a fondo mi habitación, llenado una maleta de 20kg, y otra media, y organizado el resto de cosas que tengo que guardar. Un año de mi vida en 50kg.
Las estanterías empiezan a vaciarse y el armario sólo tiene dos camisas y dos vaqueros. Los cajones están todos vacíos excepto uno en el que guardo las pocas camisetas que voy a usar esta semana, y de mi puerta cuelgan las dos únicas chaquetas que uso a estas alturas. Sin embargo las fotos, los dibujos, y los regalos siguen todos fuera. Supongo que quitar todo eso, y guardarlo, implica realmente el final, y por tanto se merecen estar ahí hasta el final. El sábado lo quitaré todo y lo guardaré, y las paredes volverán a estar blancas tal y como cuando llegué. Y entonces sí, se habrá acabado y esta no será más mi habitación.
Es triste, pero es bonito. Me voy con la sensación de haber hecho las cosas bien. De haber sido feliz. De haber dejado algo de mí a lo largo estos doce meses. Hay etapas que tienen que acabarse porque toca empezar otras nuevas, y supongo que este es realmente el momento de pasar página y avanzar.
Me quedan tres días en Irlanda. Tres días para averiguar cómo voy a volver a mi vida causando el menor daño posible.
Estoy intrigada por saber cómo será el siguiente capítulo.
Un beso.
Cómo ser yo
miércoles, 25 de junio de 2014
domingo, 22 de junio de 2014
El principio del fin
Hola,
Los domingos no son bonitos. No os dejéis engañar. Los domingos son días tristes. Y melancólicos. Los domingos son el preludio del lunes, y el fin de final de la semana. Otra semana más que se acaba.
En condiciones normales sí, sería 'otra' semana más que se acaba. Pero en este caso no; para mí esta no es 'otra' semana. Este no es 'otro' domingo triste más. Para mí este es 'El' domingo triste.
Vamos a achacarlo a una conjunción de desafortunadas circunstancias. Vamos a decir que estoy premenstrual, que estoy de resaca y que mis reservas de serotonina aún están en números rojos. Vamos a decir este es mi último fin de semana en Irlanda y que cuando vuelva tampoco voy a tener vacaciones - aunque cualquiera se queja ahora por tener un trabajo -. Vamos a decir que hoy he empezado a hacer las maletas y que hacer maletas siempre tiene ese nosequé que me pone triste. Vamos a decir que anoche le dije adiós a mi mejor amiga en Kenmare y no sé cuándo volveré a verla. Por poder, podemos decir muchas cosas, la verdad.
Pero la cuestión es que estoy teniendo uno de los domingos más tristes que recuerdo. Que he perdido la cuenta de las veces que he llorado hoy y que sospecho que no va a mejorar durante el resto de la semana.
Ya sé lo que todo el mundo me dice, que vuelvo a casa, que es verano, que me lo voy a pasar genial. Que ha sido una gran experiencia y que me quede con las cosas buenas. Todo eso lo sé. Pero también sé que soy muy buena en lo que hago aquí. En todo lo que hago aquí. Y me da un miedo terrible volver y descubrir que no soy igual de buena en nada más - y esto se puede aplicar a tantos ámbitos de mi vida que da miedo -
Tal vez lo único que necesito es que me abracen fuerte y me digan que todo va a salir bien aunque no sea verdad. Sólo quiero dejar de estar tan triste cuando tengo tantos motivos para ser feliz. Pero bueno, supongo que mañana todo será un poco mejor y más fácil.
Aunque mañana sea lunes.
Besos.
Los domingos no son bonitos. No os dejéis engañar. Los domingos son días tristes. Y melancólicos. Los domingos son el preludio del lunes, y el fin de final de la semana. Otra semana más que se acaba.
En condiciones normales sí, sería 'otra' semana más que se acaba. Pero en este caso no; para mí esta no es 'otra' semana. Este no es 'otro' domingo triste más. Para mí este es 'El' domingo triste.
Vamos a achacarlo a una conjunción de desafortunadas circunstancias. Vamos a decir que estoy premenstrual, que estoy de resaca y que mis reservas de serotonina aún están en números rojos. Vamos a decir este es mi último fin de semana en Irlanda y que cuando vuelva tampoco voy a tener vacaciones - aunque cualquiera se queja ahora por tener un trabajo -. Vamos a decir que hoy he empezado a hacer las maletas y que hacer maletas siempre tiene ese nosequé que me pone triste. Vamos a decir que anoche le dije adiós a mi mejor amiga en Kenmare y no sé cuándo volveré a verla. Por poder, podemos decir muchas cosas, la verdad.
Pero la cuestión es que estoy teniendo uno de los domingos más tristes que recuerdo. Que he perdido la cuenta de las veces que he llorado hoy y que sospecho que no va a mejorar durante el resto de la semana.
Ya sé lo que todo el mundo me dice, que vuelvo a casa, que es verano, que me lo voy a pasar genial. Que ha sido una gran experiencia y que me quede con las cosas buenas. Todo eso lo sé. Pero también sé que soy muy buena en lo que hago aquí. En todo lo que hago aquí. Y me da un miedo terrible volver y descubrir que no soy igual de buena en nada más - y esto se puede aplicar a tantos ámbitos de mi vida que da miedo -
Tal vez lo único que necesito es que me abracen fuerte y me digan que todo va a salir bien aunque no sea verdad. Sólo quiero dejar de estar tan triste cuando tengo tantos motivos para ser feliz. Pero bueno, supongo que mañana todo será un poco mejor y más fácil.
Aunque mañana sea lunes.
Besos.
martes, 10 de junio de 2014
El tiempo de todas las cosas
Hola,
El tiempo es algo curioso. Es eso que dicen que lo cura todo; y yo pensando que eso lo hacía el Dalsy. Pero ahí está; incasable, pasando sin detenerse un segundo a esperarnos por si acaso nos quedamos atrás. Está ahí para darnos una patada en el culo si nos quedamos rezagados, para consolarnos durante todos esos días en los que llorar es más fácil que todo lo demás, y para meternos miedo cuando encara una cuesta sin frenos y lo vemos volar a la velocidad de la luz.
El tiempo es el mejor profesor que he tenido. Me ha enseñado a esperar, a no desesperar, y a entender. A veces miro atrás y pienso que de no haber sido por él, hubiera muerto en una de esas miles de guerras en las que me creí soldado de primera línea. Pero no; ahí estaba él, pidiéndome que no me muriera aún. Que las mejores cosas llegan como llegan las primeras gotas de las tormentas de verano: de la nada y sin avisar.
Recuerdo haberle implorado que corriera. Que me permitiera cerrar los ojos y abrirlos cuando hubieran pasado tres meses y todo aquello hubiera dejado de doler. Pero no cedió; me obligó a vivir todos y cada uno de los días que me correspondían. Y aquí sigue, haciéndolo. Supongo que con algún motivo concreto. Supongo que si no me ha dejado morir es porque tiene un plan para mí. Esa es la conclusión a la que llego cada vez que pienso en por qué el tiempo me dejó salir de aquella pena.
Y así, con el tiempo, me hice más fuerte, y más grande. No diré que más lista, pero sí más valiente. El tiempo me enseñó que no siempre consigues aquello por lo que luchas, pero que eso no hace la lucha algo carente de sentido. Y me enseñó que a veces también se gana. Que así como hay cosas que acaban, hay otras que empiezan, y que todo pasa cuando tiene que pasar. Sin acelerar o aminorar el paso, simplemente sin parar de andar hacia delante.
Desde que tengo uso de razón, o más bien, desde que recuerdo ser verdaderamente consciente de la existencia de la muerte, he tenido la misma sensación de angustia respecto al tiempo. Siempre me he imaginado siendo mayor, mirando atrás, y arrepintiéndome de haber desperdiciado los mejores años de mi vida. De haber desperdiciado ese tiempo que no voy a volver a vivir jamás. Y no os voy a engañar, esa angustia sigue apretándome el pecho de vez en cuando. Cuando pienso en todo lo que he vivido y los amigos con los que ya no hablo, y todo parece una vida ajena.
Supongo que es lo que pasa cuando te haces mayor. O tal vez es lo que pasa cuando de pronto eres feliz y no quieres que se pasen los días sin haberlos aprovechado. Y eso es lo que me aprieta el pecho ahora, que sé que ya sí es hora de volver. Que mi tiempo aquí ha terminado, y que el que me espera allí está mirando el reloj preguntándose por qué estoy tardando tanto en llegar.
Ahora sólo quiero que los días pasen rápido. Agobiarme haciendo maletas y llorar en todas y cada una de las despedidas.
Es hora de irme.
Es tiempo para volver a casa.
Besos.
El tiempo es algo curioso. Es eso que dicen que lo cura todo; y yo pensando que eso lo hacía el Dalsy. Pero ahí está; incasable, pasando sin detenerse un segundo a esperarnos por si acaso nos quedamos atrás. Está ahí para darnos una patada en el culo si nos quedamos rezagados, para consolarnos durante todos esos días en los que llorar es más fácil que todo lo demás, y para meternos miedo cuando encara una cuesta sin frenos y lo vemos volar a la velocidad de la luz.
El tiempo es el mejor profesor que he tenido. Me ha enseñado a esperar, a no desesperar, y a entender. A veces miro atrás y pienso que de no haber sido por él, hubiera muerto en una de esas miles de guerras en las que me creí soldado de primera línea. Pero no; ahí estaba él, pidiéndome que no me muriera aún. Que las mejores cosas llegan como llegan las primeras gotas de las tormentas de verano: de la nada y sin avisar.
Recuerdo haberle implorado que corriera. Que me permitiera cerrar los ojos y abrirlos cuando hubieran pasado tres meses y todo aquello hubiera dejado de doler. Pero no cedió; me obligó a vivir todos y cada uno de los días que me correspondían. Y aquí sigue, haciéndolo. Supongo que con algún motivo concreto. Supongo que si no me ha dejado morir es porque tiene un plan para mí. Esa es la conclusión a la que llego cada vez que pienso en por qué el tiempo me dejó salir de aquella pena.
Y así, con el tiempo, me hice más fuerte, y más grande. No diré que más lista, pero sí más valiente. El tiempo me enseñó que no siempre consigues aquello por lo que luchas, pero que eso no hace la lucha algo carente de sentido. Y me enseñó que a veces también se gana. Que así como hay cosas que acaban, hay otras que empiezan, y que todo pasa cuando tiene que pasar. Sin acelerar o aminorar el paso, simplemente sin parar de andar hacia delante.
Desde que tengo uso de razón, o más bien, desde que recuerdo ser verdaderamente consciente de la existencia de la muerte, he tenido la misma sensación de angustia respecto al tiempo. Siempre me he imaginado siendo mayor, mirando atrás, y arrepintiéndome de haber desperdiciado los mejores años de mi vida. De haber desperdiciado ese tiempo que no voy a volver a vivir jamás. Y no os voy a engañar, esa angustia sigue apretándome el pecho de vez en cuando. Cuando pienso en todo lo que he vivido y los amigos con los que ya no hablo, y todo parece una vida ajena.
Supongo que es lo que pasa cuando te haces mayor. O tal vez es lo que pasa cuando de pronto eres feliz y no quieres que se pasen los días sin haberlos aprovechado. Y eso es lo que me aprieta el pecho ahora, que sé que ya sí es hora de volver. Que mi tiempo aquí ha terminado, y que el que me espera allí está mirando el reloj preguntándose por qué estoy tardando tanto en llegar.
Ahora sólo quiero que los días pasen rápido. Agobiarme haciendo maletas y llorar en todas y cada una de las despedidas.
Es hora de irme.
Es tiempo para volver a casa.
Besos.
viernes, 30 de mayo de 2014
Día cualquiera, d. E.
Hola,
¿Alguna vez habéis mirado a alguien y habéis sentido que estabais en el lugar correcto y en el momento adecuado? ¿Ese instante en el que simplemente sabes que ya nunca más vas a ser la misma, que nunca más vas a volver a sentirte como hasta ese momento? ¿Cuando sabes que ahora, los días los vas a contar desde el día que te sonrió en adelante como se cuentan los siglos antes y después de Cristo?
¿Os ha pasado alguna vez?
Besos.
¿Alguna vez habéis mirado a alguien y habéis sentido que estabais en el lugar correcto y en el momento adecuado? ¿Ese instante en el que simplemente sabes que ya nunca más vas a ser la misma, que nunca más vas a volver a sentirte como hasta ese momento? ¿Cuando sabes que ahora, los días los vas a contar desde el día que te sonrió en adelante como se cuentan los siglos antes y después de Cristo?
¿Os ha pasado alguna vez?
Besos.
lunes, 19 de mayo de 2014
Cómo ser yo
Hola,
Llevo una temporada algo trascendental. Planteándome cosas respecto a mi vida, y a la vida que os enseño aquí. Hace unos días eché el cierre personal al Ask, porque sinceramente, las cosas estaban ya saliéndose de madre allí, con todo el mundo creyéndose en posesión del derecho a conocer cada mínimo detalle del desarrollo de mi vida privada. Así que no. Se acabó. Fin.
Podríais decir que me lo he buscado. Que yo he expuesto mi vida de esta manera y que ahora estoy recogiendo los frutos. Probablemente haya gente que lea esto y piense - tenía razón - y no pasa absolutamente nada. Si algo he aprendido en estos últimos años es a no tener miedo de admitir mis errores, ni de admitir que otras personas han tenido razón y yo no. No soy una persona excesivamente orgullosa, ni cabezota, ni obstinada.
Pero sí, supongo que ha llegado el momento de empezar a pensar un poco más en qué quiero que se sepa de mí y qué no. Las cosas solamente leídas pueden interpretarse de mil maneras. La gente puede hilar, y montar sus propias teorías que de hecho pueden no tener nada que ver con la realidad. Y no sé si me apetece estar metida en ese torbellino de chismorreo y frustración. No, porque ya no estoy sola, y no tengo que mirar única y exclusivamente por mí.
Creo que las personas somos algo más. Creo que un acto concreto no nos define, y que un texto, un vídeo o una canción no refleja al 100% la realidad de una relación. O de un sentimiento. No quiero que se me juzgue a través de lo que yo he considerado 'hacer algo bonito con lo que siento', ni que se me tache de nada, ni que se dude de mi veracidad a la hora de expresarme. No quiero que se piense que voy por ahí dando todo el amor del mundo a alguien para luego cambiar de recipiente, porque eso es absolutamente mentira. Y es por eso y por muchas cosas, que he entendido que si le das el poder a la gente para juzgarte, en cuanto tengan la más mínima oportunidad lo van a hacer. Y no te queda más remedio que apechugar con el asunto.
Y no sé, qué queréis que os diga; creo que sólo vine aquí para aprender a ser yo.
Besos.
Llevo una temporada algo trascendental. Planteándome cosas respecto a mi vida, y a la vida que os enseño aquí. Hace unos días eché el cierre personal al Ask, porque sinceramente, las cosas estaban ya saliéndose de madre allí, con todo el mundo creyéndose en posesión del derecho a conocer cada mínimo detalle del desarrollo de mi vida privada. Así que no. Se acabó. Fin.
Podríais decir que me lo he buscado. Que yo he expuesto mi vida de esta manera y que ahora estoy recogiendo los frutos. Probablemente haya gente que lea esto y piense - tenía razón - y no pasa absolutamente nada. Si algo he aprendido en estos últimos años es a no tener miedo de admitir mis errores, ni de admitir que otras personas han tenido razón y yo no. No soy una persona excesivamente orgullosa, ni cabezota, ni obstinada.
Pero sí, supongo que ha llegado el momento de empezar a pensar un poco más en qué quiero que se sepa de mí y qué no. Las cosas solamente leídas pueden interpretarse de mil maneras. La gente puede hilar, y montar sus propias teorías que de hecho pueden no tener nada que ver con la realidad. Y no sé si me apetece estar metida en ese torbellino de chismorreo y frustración. No, porque ya no estoy sola, y no tengo que mirar única y exclusivamente por mí.
Creo que las personas somos algo más. Creo que un acto concreto no nos define, y que un texto, un vídeo o una canción no refleja al 100% la realidad de una relación. O de un sentimiento. No quiero que se me juzgue a través de lo que yo he considerado 'hacer algo bonito con lo que siento', ni que se me tache de nada, ni que se dude de mi veracidad a la hora de expresarme. No quiero que se piense que voy por ahí dando todo el amor del mundo a alguien para luego cambiar de recipiente, porque eso es absolutamente mentira. Y es por eso y por muchas cosas, que he entendido que si le das el poder a la gente para juzgarte, en cuanto tengan la más mínima oportunidad lo van a hacer. Y no te queda más remedio que apechugar con el asunto.
Y no sé, qué queréis que os diga; creo que sólo vine aquí para aprender a ser yo.
Besos.
jueves, 15 de mayo de 2014
Seis
Hola,
Quedan seis. Solo seis semanas para volver a casa. Quien dice seis dice cuatro, porque dos de esas las pasaré 'de vacaciones'. No queda nada. Qué miedo. Qué vértigo. Qué sensación en el estómago. Y es que ahora paso por todas partes y pienso en ese día que lo haga por última vez. La última vez que vaya a PF's, el último tikka masala, la última media pinta, la última puesta de sol en las estatuas, el último 'Morning' entrando tarde en la cocina, el último 'nite-nite' antes de irnos a dormir, el último abrazo de Pauline. Eso. El último abrazo de Pauline.
Anoche estaba sentada en mi cama, justo antes de que se fueran a dormir, cuando escuché a Ali decirle a su madre: ¿puedo ir a darle un beso y un abrazo a Rocío?, a lo que Pauline contestó que claro, que sí que podía. Acto seguido Alison le pregunto: ¿por qué no le das tú un beso y un abrazo? y escuché cómo Pauline se reía con cariño sin contestarle. Yo también me reí así, y no sé por qué me puso un poco triste pensar en nuestra despedida.
Siempre he hablado de los niños, pero nunca he hablado de ella. De mi 'madre'. Cuando eres aupair en realidad el 90% de tu relación profesional es con la madre de los susodichos, y yo he pasado mucho tiempo con Pauline. Me cae bien, y yo le caigo bien. Esa es una buena base para toda convivencia, sobre todo cuando no os conocéis de nada y tiene que dejarte a sus hijos. Recuerdo el primer día que la vi nada más aterrizar en Irlanda, con sus vaqueros y sus converse, dando saltitos en el aeropuerto con un cartel que llevaba mi nombre. Recuerdo lo bien que olía cuando me dio el abrazo de bienvenida, y cómo ese olor me acompañó prácticamente todo el primer mes - hasta que me acostumbré a su presencia y ya no lo percibía - .
Ella dice de mí que le doy paz. Que el resto de las aupairs la estresaban de alguna forma, y que conmigo todo es fácil y sencillo. Me ha abrazado al decirme adiós cada vez que me he ido, y siempre me ha pedido que vuelva. Me ha deseado suerte en todos los partidos que he jugado, y me ha preguntado qué tal me ha ido en cada cosa que he hecho. Me ha obligado a salir de fiesta, y se ha preocupado al verme llorar. Me ha llevado al médico, traído el desayuno a mi cuarto y cambiado las sábanas de mi cama cuando he estado mala, y me ha abierto una cerveza para decirme que no pasa nada por haber roto el faro trasero de su coche, mientras me contaba que su primer coche había sobrevivido a una inundación para hacerme sentir mejor. La he recogido de borrachera después de esperarla media hora en la puerta del bar. Le he hecho un regalo para el día de la madre y ella me lo ha hecho a mí, y hemos sufrido ataques serios de risa montadas en el coche al casi atropellar algún que otro animal salvaje - y bueno, podría seguir así un buen rato -
Si a alguien le tengo que dar las gracias por haber sobrevivido a esta experiencia, y además haberlo hecho siendo feliz, es a ella. Y cuando llegue el momento se lo diré, aunque me ponga a llorar en mitad del discurso. Y de verdad, si alguna vez sois aupairs, ojalá y os toque una familia como la que he tenido la suerte de tener yo. De verdad.
Un beso.
Quedan seis. Solo seis semanas para volver a casa. Quien dice seis dice cuatro, porque dos de esas las pasaré 'de vacaciones'. No queda nada. Qué miedo. Qué vértigo. Qué sensación en el estómago. Y es que ahora paso por todas partes y pienso en ese día que lo haga por última vez. La última vez que vaya a PF's, el último tikka masala, la última media pinta, la última puesta de sol en las estatuas, el último 'Morning' entrando tarde en la cocina, el último 'nite-nite' antes de irnos a dormir, el último abrazo de Pauline. Eso. El último abrazo de Pauline.
Anoche estaba sentada en mi cama, justo antes de que se fueran a dormir, cuando escuché a Ali decirle a su madre: ¿puedo ir a darle un beso y un abrazo a Rocío?, a lo que Pauline contestó que claro, que sí que podía. Acto seguido Alison le pregunto: ¿por qué no le das tú un beso y un abrazo? y escuché cómo Pauline se reía con cariño sin contestarle. Yo también me reí así, y no sé por qué me puso un poco triste pensar en nuestra despedida.
Siempre he hablado de los niños, pero nunca he hablado de ella. De mi 'madre'. Cuando eres aupair en realidad el 90% de tu relación profesional es con la madre de los susodichos, y yo he pasado mucho tiempo con Pauline. Me cae bien, y yo le caigo bien. Esa es una buena base para toda convivencia, sobre todo cuando no os conocéis de nada y tiene que dejarte a sus hijos. Recuerdo el primer día que la vi nada más aterrizar en Irlanda, con sus vaqueros y sus converse, dando saltitos en el aeropuerto con un cartel que llevaba mi nombre. Recuerdo lo bien que olía cuando me dio el abrazo de bienvenida, y cómo ese olor me acompañó prácticamente todo el primer mes - hasta que me acostumbré a su presencia y ya no lo percibía - .
Ella dice de mí que le doy paz. Que el resto de las aupairs la estresaban de alguna forma, y que conmigo todo es fácil y sencillo. Me ha abrazado al decirme adiós cada vez que me he ido, y siempre me ha pedido que vuelva. Me ha deseado suerte en todos los partidos que he jugado, y me ha preguntado qué tal me ha ido en cada cosa que he hecho. Me ha obligado a salir de fiesta, y se ha preocupado al verme llorar. Me ha llevado al médico, traído el desayuno a mi cuarto y cambiado las sábanas de mi cama cuando he estado mala, y me ha abierto una cerveza para decirme que no pasa nada por haber roto el faro trasero de su coche, mientras me contaba que su primer coche había sobrevivido a una inundación para hacerme sentir mejor. La he recogido de borrachera después de esperarla media hora en la puerta del bar. Le he hecho un regalo para el día de la madre y ella me lo ha hecho a mí, y hemos sufrido ataques serios de risa montadas en el coche al casi atropellar algún que otro animal salvaje - y bueno, podría seguir así un buen rato -
Si a alguien le tengo que dar las gracias por haber sobrevivido a esta experiencia, y además haberlo hecho siendo feliz, es a ella. Y cuando llegue el momento se lo diré, aunque me ponga a llorar en mitad del discurso. Y de verdad, si alguna vez sois aupairs, ojalá y os toque una familia como la que he tenido la suerte de tener yo. De verdad.
Un beso.
lunes, 12 de mayo de 2014
Algunas cosas que me hacen feliz
Hola,
El café cada vez más cargado. El sol, el olor del mar, y los besos que parece que no terminan. El helado en primavera. El sonido de su risa a cientos de kilómetros. La luz cuando atardece, el frío, y los abrazos por la espalda. Conducir deprisa. Despertarme en mitad de la noche, mirar el reloj, y darme cuenta de que me queda toda la vida para quererla. El olor de la lluvia. El sonido de la lluvia. La lluvia. Las cervezas en botellín. Lo baños de los bares. Los besos en la sien y las marcas en el cuello. Su olor en mi ropa. Los planes. El miedo. Y cuánto miedo, joder. Pero. Su forma de sonreír. Y de mirarme. Y de hablarme antes de dormir. Sus ganas de encontrarme y de quedarse. De no querer perderme. Y la cerveza fría en verano. Las carcajadas y los domingos sin salir. Sus manos y lo que las siguen. Ella. Es que ella. De entre todas las cosas posibles. Aquí. Conmigo.
Besos.
El café cada vez más cargado. El sol, el olor del mar, y los besos que parece que no terminan. El helado en primavera. El sonido de su risa a cientos de kilómetros. La luz cuando atardece, el frío, y los abrazos por la espalda. Conducir deprisa. Despertarme en mitad de la noche, mirar el reloj, y darme cuenta de que me queda toda la vida para quererla. El olor de la lluvia. El sonido de la lluvia. La lluvia. Las cervezas en botellín. Lo baños de los bares. Los besos en la sien y las marcas en el cuello. Su olor en mi ropa. Los planes. El miedo. Y cuánto miedo, joder. Pero. Su forma de sonreír. Y de mirarme. Y de hablarme antes de dormir. Sus ganas de encontrarme y de quedarse. De no querer perderme. Y la cerveza fría en verano. Las carcajadas y los domingos sin salir. Sus manos y lo que las siguen. Ella. Es que ella. De entre todas las cosas posibles. Aquí. Conmigo.
Besos.
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