Venga vamos, fuera dramas

Que no estoy atravesando mi mejor momento no es un misterio para nadie. Incluso mi madre anoche me preguntó y me dijo - ¿Que es por XXX? - y sí, dijo su nombre. Yo le dije que no. No mentí. No es culpa suya. Es mía.
Pero creo que hacer leña del árbol caído y andar hacia atrás en lugar de hacia delante es un error. Creo de debo seguir reconstruyendome como he intentado hacer todo el mes de Agosto, que no creo que se me haya dado mal. Así que venga, va. Me seco las lágrimas y me pongo a ello. No sin antes dar las gracias a todos los comentarios de la entrada anterior. He abierto un correo para el blog para las que habéis ofrecido una conversación - gracias - así que podemos hablar por e-mail si queréis - no lo usaré como cuenta de msn, tan solo de correo y prometo contestar - Gracias, de verdad.

Como ya he comentado, este fin de semana han sido las fiestas de mi campo. He sido azotada por la nostálgia - creo que de ahí a venido mi gran recaída de estos dos días- Las fiestas de mi campo se celebran desde el año II. a.C - año arriba, año abajo- Mi urbanización es un tanto especial. Se llama "Los Amigos" y tal y como su nombre indica eso es lo que la originó: unos cuantos amigos que decidieron hacerse unas casas unas al lado de las otras. Y así fue creciendo. Alli todos nos conocemos de toda la vida. Mis abuelos eran amigos de los abuelos de mis amigas, mis padres eran amigos de los padres de mis amigas, y ahora mis primos pequeños son amigos de los primos pequeños de mis amigas. Pandillas que generación tras generación han ido llegando, creciendo, haciendo excursiones al río, teniendo aventuras románticas de verano - Solo decir que mi tío de 36 años conoció a la que hoy es su mujer porque era vecina de allí cuando eran unos críos y hoy tienen cuatro hijos - , creciendo, y marchandose. Como un ciclo sinfín.

Las cosas han cambiado mucho. Las fiestas ya no son lo que eran en sus inicios. Eran un evento épico. Todos se juntaban para comer, se hacían competiciones de mil cosas, había cien o más personas allí. Todas las familias. Pero la vida va evolucionando, avanzando, y con ella la gente se va despidiendo. Ahora quedan pocos de los que levantaron esas casas y crearon esas fiestas. Ahora las fiestas son juegos para los más pequeños, y barbacoas reducidas con los padres de los susodichos. Ahora no hay cientos de personas. Ahora no está mi abuelo. Todo ha cambiado.

Me da pena por la generación nueva que no ha vivido lo que eran las fiestas. Aunque en cierto modo los envidio. Ellos no han visto como se ha ido evaporando aquel espíritu que levantaron los que ya no están. No han visto como la gente ha dejado de celebrar, y de reir, y de querer ser "amigos" cada final de agosto. Ellos son felices con lo que tienen ahora porque es lo que han conocido. Pero es triste. Supongo que la vida es así y las cosas cambian. Habrá que resignarse.

Bueno. Que me he vuelto a poner melodramática. Os cuento una anécdota para que no quede tan triste la entrada. El tío de una amiga mía, que me conoce desde que llevaba pañales - como casi todos los adultos de allí - y con el que tengo una gran relación, me ha dicho varias cosas durante este fin de semana. La primera que si me había hecho una liposucción - sí, he perdido un porrón de kilos, lo sé - La segunda que he sido la sensación del verano con el corte de pelo - sí, me he cortado mucho el pelo. Cambio de look total- pero la que me llamó realmente la atención fué:

- Ya estás cogiendo pintas de psicóloga -

En mi cabeza sonó una risa lejana y la frase se transformó en: Ya estás cogiendo pinta de bollera.

Besos