Hola,
Como viene siendo tradición en mi blog, el día 31 me siento a intentar hacer balance del año, sin éxito - la mayor parte de las veces -. Es algo mecánico; llego, abro el archivo y leo la entrada del 31 de Diciembre del año anterior. Es bastante curioso ver cómo puede cambiarte la vida en un año, y este año es uno de esos especiales en los que más que 365 días, han sido 365 nuevas oportunidades de empezar a vivir.
La entrada del año pasado no fue un balance, ni una reflexión. Más bien fue un "vengo a decir que estoy relativamente viva mientras lloro". Porque sí, las navidades del año pasado fueron las peores de toda mi vida, y en la entrada me limité a decir que no sabía qué más implorar para el 2012. 2011 había acabado de una forma horrorosa, y pensaba que el 2012 me traería mucho más de ese sufrimiento que llevaba arrastrando durante algunos meses, y no me equivocaba.
Sin embargo, a día de hoy, cuando miro atrás y pienso en el 2012, no puedo hacer otra cosa que quedarme con las cosas buenas. A fin de cuentas este año ha sido el más importante de mi vida a todos los niveles. Empecé con el corazón hecho pedazos, sin apenas comer, sin apenas reír, sin querer siquiera despertarme por las mañanas para no seguir sufriendo. Mis deseos para año nuevo eran todos el mismo: que ella regresara. No quería nada para Reyes, porque nadie podría comprarla a ella. Lo habría dejado todo, la carrera, y todo lo que me importaba si ella me lo hubiera puesto como condición para volver conmigo. Hace 365 días me acosté llorando, como todas las noches desde primeros de Noviembre. No hubo una sola noche que no llorara, y así empecé el 2012, llorando en mi cama pensando en que ella estaría en la suya con otra.
Juro que hubo un momento en el que pensé que me moriría de dolor. Cuando un día llegué a casa, me senté en el suelo de mi habitación y vi los regalos que ella me había hecho durante esos años en las estanterías. Me dolía el pecho, tanto que pensaba que se me iba a romper en pedazos cada vez que cogía aire para llorar. Y sin embargo no respiraba, y mi cabeza no era capaz de pensar. Sólo sé que me ahogaba y que me dolía cada centímetro de la piel. Fue entonces cuando por primera vez en mi vida necesité que alguien me abrazara mientras lloraba, y me metí en la cama de mi hermana sin mediar palabra a esperar que pasara la tormenta. Y los reyes vinieron, y no me la trajeron de vuelta.
Que cómo conseguí levantarme después de eso, todavía no lo sé. Pero recuerdo que empecé a andar como Bambi cuando nació, para que os hagáis una idea. Recuerdo cómo iba dando pasos y sentía cómo mis piernas estaban a punto de romperse hasta que se acostumbraron a mi peso. Hasta que todo empezó a ser un poco más fácil. No sé qué cantidad en litros pude llorar desde Noviembre hasta Febrero, pero sé que lloré más de lo que he llorado en el resto de mi vida.
Sé que había dicho que iba a acordarme de los momentos buenos, y aunque parezca que no lo estoy haciendo, tenía que contar eso para hablar de las cosas increíbles que me han pasado este año. He conocido a gente increíble, he ido a sitios maravillosos, he salido de fiesta sin pensar en nada más, me he bebido mi peso en cerveza y he terminado la carrera - entre otras cosas -
Tengo que darle las gracias a ella, porque destrozarme ha sacado lo mejor de mí; y no sólo hablo de las canciones, que son algo muy importante en mi vida. Hablo de mi forma de ver la vida, y de afrontar los sentimientos. Hablo de que haberme roto de esa forma me hizo darme cuenta de lo enamorada que estuve de ella, de lo muchísimo que la quise, y de que no sé si seré capaz alguna vez de volver a amar así. Y aunque eso también suene mal creedme, para mí, que no soy capaz de sentir nada, es muy importante.
Este año he descubierto que sola no podría haber conseguido nada. Y es por eso que quiero darle las gracias a todas esas personas que me han secado las lágrimas en directo, y no tan en directo.
A Alejandra, por sostenerme siempre, aún cuando no era capaz de levantarme. Por haberme rescatado y haberme llevado al lugar más seguro del mundo, y por ser el corazón en el que me he quedado a dormir siempre que lo he necesitado.
A Davia, por ser el puente que siempre me une a la realidad. Por quererme de esa manera que solo ella tiene de querer, y por enfadarse conmigo de esa manera que solo ella sabe enfadarse.
A Elvira, por ser esa luz en mitad de la oscuridad.
A Lidia, por haberme acompañado en uno de los años más complicados de nuestras vidas. Somos unas supervivientes flor de la canela.
A Ana, por hacerme sentir que nunca dejaría que me pasara nada. Por ser mi escudo contra el mundo y sentirme segura solo con que ella me sonriera.
A Sonia, por hacerme ver que siempre hay una cara B de las cosas.
A Ethel y a Rocío, porque son las compañeras de los momentos más especiales, y ellas lo saben.
A Irene, mi hermana sin compartir sangre, mi amiga sin compartir espacio, y sin embargo la persona que mataría monstruos por mí.
A mi hermana, porque es la persona que más quiero en este mundo y con la que más discuto del universo, y jamás podré agradecerle lo suficiente todo lo que hace por mí.
A Laura, por quedarse.
A Miriam, por salvarme la vida.
A Esther, por intentar revivirme.
A Eva, por intentar encontrarme.
Y a ti, por haberme querido como lo hiciste, por haberme enseñado tanto sin haberlo sabido, por haberme roto el corazón y haber hecho que hoy sea la persona que soy. Por haber formado parte de mi vida, por haberla cambiado y haberle dado sentido a muchas cosas. Siempre te echaré de menos aunque te eche de más.
GRACIAS
Hace 365 días no me habría importado desaparecer. Hoy sin embargo puedo respirar tranquila y decir que he sobrevivido al fin del mundo. Y no me refiero a la predicción de los Mayas.
Sed felices, merece la pena.
Besos
lunes, 31 de diciembre de 2012
martes, 18 de diciembre de 2012
Dis-continuo
*
Que la vida no es eso
que no es sentarte y esperar que las cosas cambien
ni moverte muy rápido para que no te atrapen
Que la vida debería ser como un paseo
cuando hace sol y hace frío
y tus pies pisan los charcos de la noche anterior
y al hablar tu aliento es vapor de agua
y tu nariz está roja
y tus ojos brillan
Que no somos especiales en el universo
ni tenemos todas las respuestas
ni las soluciones
ni sabemos todas las preguntas
ni queremos saberlas
Puede que sea lo mejor que te pueda pasar
que no saber qué pasará sea perfecto
que te sorprendas
que te asustes
que tiembles de miedo (o no)
que beses y te besen
que quieras que sigan haciéndolo
y no paren
Que tal vez la vida sea eso
Una continua discontinuidad de cosas que no sabemos
domingo, 16 de diciembre de 2012
El país de Nunca Jamás
Hola,
Hay muchas cosas injustas en el mundo. Muchas más de las que nos creemos, de las que conocemos, y de las que a juicio personal creemos que lo son. Podemos pensar que es injusto que nuestro equipo de fútbol pierda porque el árbitro no vio una mano en el área en el último minuto; podemos creer que es injusto que hayamos perdido el autobús porque se ha adelantado tres minutos y no nos ha dado tiempo a llegar a la parada; podemos creer que es injusto haber suspendido un examen después de habernos pasado la noche sin dormir estudiando, y así podría continuar con una lista interminable de cosas que nos parecen injustas cada día.
Pero quiero hablar de cosas verdaderamente injustas: Injusto es que haya veinte niños que no vayan a volver a casa después de un día de colegio. No quiero hacer demagogia, ya sé que habrá mucha gente - como siempre - que diga: Pues en oriente medio mueren esos niños cada día y nadie dice nada, o cada día mueren mil niños a causa de la desnutrición y no se monta este alboroto. Vale, lo sé. Esa es una realidad que conozco y no por eso me importa menos que los veinte niños de EE.UU, pero hoy voy a hablar de esto. ¿Por qué?, pues porque al contrario que el 90% de los días, el viernes no miré tuiter en toda la tarde, y no me enteré de qué había pasado. Y no lo miré porque estaba cuidando de mis primos pequeños.
Llegué a su casa y el enano de dos años y medio me estaba esperando detrás de la puerta partiéndose de risa con su pelo rubio, y Jesús, de cinco años, estaba pintando en una de estas láminas de plástico que luego se pueden borrar. Nada más verme me dijo: uy, te he pintado con el pelo rizado, pero estás más guapa con el pelo liso. Me pasé la tarde jugando, riendo, escuchando sus historias, cantando los villancicos que van a cantar en el colegio, viendo anuncios de juguetes y dándole besos cada vez que se me sentaban encima. Les hice cosquillas mientras les ponía el pijama, saltaron en la cama, me ayudaron a poner la mesa y cenamos en platos de colores mientras veíamos Disney Channel y el enano me pedía que le echara más patatas fritas - está totalmente enganchado -. Bailamos cien veces Witch Doctor en el Cantajuegos, y a la cama. Jesús leía su libro en voz alta mientras el enano se dedicaba a pulsar los botones de los sonidos de animales de su libro y a reírse cada vez que sonaba el avestruz. Por fin accedieron a intentar dormirse, y les dije que estaría en el salón si necesitaban cualquier cosa, y conforme iba saliendo de la habitación los escuchaba partirse de risa cada vez que el peluche de Mickey decía algo al apretarle la barriga. Las risas duraron diez minutos, y yo no fui a decirles que se durmieran. Simplemente me senté en el salón a disfrutar de ese momento hasta que poco a poco fue haciéndose el silencio y se quedaron dormidos.
Cuando llegué a casa y leí la noticia del tiroteo de Newtown, algo dentro se me rompió un poco. Supongo que es lo que te pasa cuando te haces mayor y quieres a alguien de una forma tan incondicional, alguien que en cierta manera depende de ti, y que es tu responsabilidad. Pensé en que cada uno de esos niños se reiría esa misma mañana tal y como lo había hecho mis primos conmigo, que tal vez habían hecho un dibujo sobre alguien, que tal vez habían cantado el villancico que iban a cantar en el colegio en navidad; que tal vez su madre, su padre, o sus hermanos les habían dado un último beso cuando se sentaron sobre ellos en casa, y me dieron ganas de llorar.
No puedo ni siquiera imaginar cómo deben sentirse unos padres al perder a sus hijos. Ya sea en un tiroteo, por enfermedad, por accidente, o por cualquier causa. Los niños no deberían poder morir.
Dejemos de aprobar leyes absurdas y hagamos algo al respecto.
Besos
Hay muchas cosas injustas en el mundo. Muchas más de las que nos creemos, de las que conocemos, y de las que a juicio personal creemos que lo son. Podemos pensar que es injusto que nuestro equipo de fútbol pierda porque el árbitro no vio una mano en el área en el último minuto; podemos creer que es injusto que hayamos perdido el autobús porque se ha adelantado tres minutos y no nos ha dado tiempo a llegar a la parada; podemos creer que es injusto haber suspendido un examen después de habernos pasado la noche sin dormir estudiando, y así podría continuar con una lista interminable de cosas que nos parecen injustas cada día.
Pero quiero hablar de cosas verdaderamente injustas: Injusto es que haya veinte niños que no vayan a volver a casa después de un día de colegio. No quiero hacer demagogia, ya sé que habrá mucha gente - como siempre - que diga: Pues en oriente medio mueren esos niños cada día y nadie dice nada, o cada día mueren mil niños a causa de la desnutrición y no se monta este alboroto. Vale, lo sé. Esa es una realidad que conozco y no por eso me importa menos que los veinte niños de EE.UU, pero hoy voy a hablar de esto. ¿Por qué?, pues porque al contrario que el 90% de los días, el viernes no miré tuiter en toda la tarde, y no me enteré de qué había pasado. Y no lo miré porque estaba cuidando de mis primos pequeños.
Llegué a su casa y el enano de dos años y medio me estaba esperando detrás de la puerta partiéndose de risa con su pelo rubio, y Jesús, de cinco años, estaba pintando en una de estas láminas de plástico que luego se pueden borrar. Nada más verme me dijo: uy, te he pintado con el pelo rizado, pero estás más guapa con el pelo liso. Me pasé la tarde jugando, riendo, escuchando sus historias, cantando los villancicos que van a cantar en el colegio, viendo anuncios de juguetes y dándole besos cada vez que se me sentaban encima. Les hice cosquillas mientras les ponía el pijama, saltaron en la cama, me ayudaron a poner la mesa y cenamos en platos de colores mientras veíamos Disney Channel y el enano me pedía que le echara más patatas fritas - está totalmente enganchado -. Bailamos cien veces Witch Doctor en el Cantajuegos, y a la cama. Jesús leía su libro en voz alta mientras el enano se dedicaba a pulsar los botones de los sonidos de animales de su libro y a reírse cada vez que sonaba el avestruz. Por fin accedieron a intentar dormirse, y les dije que estaría en el salón si necesitaban cualquier cosa, y conforme iba saliendo de la habitación los escuchaba partirse de risa cada vez que el peluche de Mickey decía algo al apretarle la barriga. Las risas duraron diez minutos, y yo no fui a decirles que se durmieran. Simplemente me senté en el salón a disfrutar de ese momento hasta que poco a poco fue haciéndose el silencio y se quedaron dormidos.
Cuando llegué a casa y leí la noticia del tiroteo de Newtown, algo dentro se me rompió un poco. Supongo que es lo que te pasa cuando te haces mayor y quieres a alguien de una forma tan incondicional, alguien que en cierta manera depende de ti, y que es tu responsabilidad. Pensé en que cada uno de esos niños se reiría esa misma mañana tal y como lo había hecho mis primos conmigo, que tal vez habían hecho un dibujo sobre alguien, que tal vez habían cantado el villancico que iban a cantar en el colegio en navidad; que tal vez su madre, su padre, o sus hermanos les habían dado un último beso cuando se sentaron sobre ellos en casa, y me dieron ganas de llorar.
No puedo ni siquiera imaginar cómo deben sentirse unos padres al perder a sus hijos. Ya sea en un tiroteo, por enfermedad, por accidente, o por cualquier causa. Los niños no deberían poder morir.
Dejemos de aprobar leyes absurdas y hagamos algo al respecto.
Besos
miércoles, 12 de diciembre de 2012
Docedeldocededosmildoce
Hola,
Hoy es uno de esos días extraños, en los que te despiertas con una sensación extraña, ves que #AnaYLos7 es TT en twitter junto con #papa y #tevoyafollartanfuerte, y sin saber por qué acabas entrando al blog y la sensación extraña se acrecienta cuando te ves bajando hasta mirar los blogs que sigues - y que no miras desde hace un año -
Creo que hoy es un buen día para hablar de esto, porque está todo el mundo muy entusiasmado con que sea 12.12.12, alegando que es una fecha que jamás se volverá a repetir. Vale, si nos ponemos dramáticos sí, esa fecha jamás se volverá a repetir pero...¿acaso se volverá a repetir alguna? hoy es 12.12.12, pero ayer fue 11.12.12. y jamás volverá a ser 11.12.12. Ni jamás volverán a pasar las mismas cosas que pasaron ayer, ni hablaras de lo mismo, ni sonreirás el mismo número de veces, ni habrá nunca más otro once de diciembre de dos mil doce. ¿Que por qué este tocho sin sentido? pues bien, hoy estoy un poco trascendental.
Supongo que la felicidad nunca es completa. Que siempre que hay una luz hay una sombra, y que cuanto más fuerte es la claridad, más profunda es la oscuridad que se proyecta. Una forma macabra y absurda de mantener el equilibro emocional para recordarnos que vivir consiste en asumir que habrá cosas buenas y cosas malas, personas que llegan y personas que se van. Pero no es justo.
No es justo que no pueda contarte que me duele la cara de sonreír, ni es justo que no pueda comer hamburguesas recalentadas contigo, ni abrazarte al bajar del autobús, ni buscarte como una loca en WhatsApp para contarte a ti la primera algo que me haya pasado. No es justo que exista una grieta entre nosotras, que siempre fuimos puentes. No es justo que te estés perdiendo mi vida y yo me esté perdiendo la tuya, aunque la mía ya no te guste demasiado.
Me pone muy triste, porque hay muchas cosas que no te he dicho y que ya no querrás escuchar. Y no hablo de reproches, hablo de verdades que probablemente tu me rebatieras haciéndome quedar como la culpable de la historia - y que tal vez lo sea - Haber quedado reducida a cenizas después de haber sido la pira más alta, y ahora ya no querer molestarte en saber dónde han quedado mis restos. Todavía no entiendo qué ha pasado, o qué nos ha pasado, ni tampoco entiendo cómo siendo algo tan fundamental en mi vida te has ido sin pelear. Porque yo siempre he asumido mi culpa, y mi responsabilidad cuando he cometido errores, y han sido tantos que he perdido la cuenta. Y ahora sin embargo siento que no te importa si me dolió, y eso es lo peor de todo, que siento que no te importa.
Tal vez sí que sirva de algo que sea 12.12.12
O tal vez sólo sea otro día más sin ti.
Besos.
Hoy es uno de esos días extraños, en los que te despiertas con una sensación extraña, ves que #AnaYLos7 es TT en twitter junto con #papa y #tevoyafollartanfuerte, y sin saber por qué acabas entrando al blog y la sensación extraña se acrecienta cuando te ves bajando hasta mirar los blogs que sigues - y que no miras desde hace un año -
Creo que hoy es un buen día para hablar de esto, porque está todo el mundo muy entusiasmado con que sea 12.12.12, alegando que es una fecha que jamás se volverá a repetir. Vale, si nos ponemos dramáticos sí, esa fecha jamás se volverá a repetir pero...¿acaso se volverá a repetir alguna? hoy es 12.12.12, pero ayer fue 11.12.12. y jamás volverá a ser 11.12.12. Ni jamás volverán a pasar las mismas cosas que pasaron ayer, ni hablaras de lo mismo, ni sonreirás el mismo número de veces, ni habrá nunca más otro once de diciembre de dos mil doce. ¿Que por qué este tocho sin sentido? pues bien, hoy estoy un poco trascendental.
Supongo que la felicidad nunca es completa. Que siempre que hay una luz hay una sombra, y que cuanto más fuerte es la claridad, más profunda es la oscuridad que se proyecta. Una forma macabra y absurda de mantener el equilibro emocional para recordarnos que vivir consiste en asumir que habrá cosas buenas y cosas malas, personas que llegan y personas que se van. Pero no es justo.
No es justo que no pueda contarte que me duele la cara de sonreír, ni es justo que no pueda comer hamburguesas recalentadas contigo, ni abrazarte al bajar del autobús, ni buscarte como una loca en WhatsApp para contarte a ti la primera algo que me haya pasado. No es justo que exista una grieta entre nosotras, que siempre fuimos puentes. No es justo que te estés perdiendo mi vida y yo me esté perdiendo la tuya, aunque la mía ya no te guste demasiado.
Me pone muy triste, porque hay muchas cosas que no te he dicho y que ya no querrás escuchar. Y no hablo de reproches, hablo de verdades que probablemente tu me rebatieras haciéndome quedar como la culpable de la historia - y que tal vez lo sea - Haber quedado reducida a cenizas después de haber sido la pira más alta, y ahora ya no querer molestarte en saber dónde han quedado mis restos. Todavía no entiendo qué ha pasado, o qué nos ha pasado, ni tampoco entiendo cómo siendo algo tan fundamental en mi vida te has ido sin pelear. Porque yo siempre he asumido mi culpa, y mi responsabilidad cuando he cometido errores, y han sido tantos que he perdido la cuenta. Y ahora sin embargo siento que no te importa si me dolió, y eso es lo peor de todo, que siento que no te importa.
Tal vez sí que sirva de algo que sea 12.12.12
O tal vez sólo sea otro día más sin ti.
Besos.
sábado, 24 de noviembre de 2012
Mordiscos
Hola,
Yo había venido a intentar explicar por qué te echo de menos y entonces me has hablado, he sonreído, y se me ha olvidado qué iba a poner aquí.
Curioso.
Besos
Yo había venido a intentar explicar por qué te echo de menos y entonces me has hablado, he sonreído, y se me ha olvidado qué iba a poner aquí.
Curioso.
Besos
domingo, 18 de noviembre de 2012
Algunas pequeñas cosas
Hola,
Tú, sí. Eres tú.
Te he estado buscando durante mucho tiempo y ni siquiera sabía que lo estaba haciendo. He estado disimulando, haciendo como que no me importaba si llegabas o no. Como si no pretendiera cruzarme contigo y a la vez planeando la manera de sonreírte con los ojos, de besar tu hombro por primera vez y de hundir mi nariz en tu pelo.
He estado imaginando la manera en la que voy a colocar mi mano en tu espalda para evitar que te separes de mí, y cómo voy a pegar mi mejilla a la tuya al abrazarte mientras te cuento al oído algo que te haga reír. Hasta que tú te dejes llevar, apoyes tu frente en la mía, y me mires sabiendo que será la primera vez de los miles de millones de veces que vamos a hablarnos así. Que vamos a mirarnos así.
Y algún día hablaré de todas esas noches que me dormí mientras tú leías y me tocabas el pelo, de los besos en la nuca como señal de buenas noches y de la forma de mirarnos entre la gente creando ese mundo en el que sólo nosotras sabemos qué está pasando. Contaré cómo te tapaba con la manta en el sofá cuando te quedabas dormida viendo una película, y todas las veces que me reí cuando decías que te estabas enterando perfectamente de todo lo que estaba pasando. De cómo me cogías la mano por debajo de la mesa, o ponías tus manos en mi cintura mientras yo me pintaba en el baño como si fuera parte de tu rutina.
Hablaré de los inviernos en los que dejaba que metieras tus brazos dentro de mi chaqueta rodeando mi cintura y yo te abrazaba para abrigarte, y de los veranos en los que contaba las gotas que caían de mi pelo por tu espalda. De cómo el tiempo ya no era tiempo, sino momentos contigo.
Un día contaré todo esto
Cuando te encuentre
Cuando me encuentres.
Besos.
miércoles, 10 de octubre de 2012
Pseudoinvierno
Hola,
1.
Nunca supo muy bien por qué ella era diferente al resto de las personas. Nunca entendió por qué a todos les resultaba tan facil sonreír, confiar, amar. Pero sabía que ella era distinta, y que su cuerpo no respondía a los mismos estímulos ni vibraba en la misma frecuencia que el resto de los mortales.
Ella siempre tenía las manos calientes, aunque hiciera tanto frío que pudieran helarse los pensamientos; tal vez fuera la sangre que le faltaba a su corazón. Porque ella era fría como esos días de invierno grises y escarchados, como el agua que se escurría entre el hielo. Pero sus manos sin embargo no, y eso la camuflaba entre el resto de seres de corazones cálidos y latientes.
Recordaba haber sido así, como ellos. Recordaba haber sonreído, haber confiado y haber amado. Pero era un recuerdo lejano y borroso. Doloroso como las espinas clavadas en su espalda fruto de la inconsciencia de haber querido dormir sobre las rosas.
Besos
1.
Nunca supo muy bien por qué ella era diferente al resto de las personas. Nunca entendió por qué a todos les resultaba tan facil sonreír, confiar, amar. Pero sabía que ella era distinta, y que su cuerpo no respondía a los mismos estímulos ni vibraba en la misma frecuencia que el resto de los mortales.
Ella siempre tenía las manos calientes, aunque hiciera tanto frío que pudieran helarse los pensamientos; tal vez fuera la sangre que le faltaba a su corazón. Porque ella era fría como esos días de invierno grises y escarchados, como el agua que se escurría entre el hielo. Pero sus manos sin embargo no, y eso la camuflaba entre el resto de seres de corazones cálidos y latientes.
Recordaba haber sido así, como ellos. Recordaba haber sonreído, haber confiado y haber amado. Pero era un recuerdo lejano y borroso. Doloroso como las espinas clavadas en su espalda fruto de la inconsciencia de haber querido dormir sobre las rosas.
Besos
miércoles, 26 de septiembre de 2012
Armarios de cristal
Hola,
El Domingo cuando me levanté, salí a prepararme el desayuno como todos los días, saludé a todo el mundo como todos los días, y como cada domingo, estiré el brazo hasta coger la prensa correspondiente. Pasando páginas de forma incoherente, de pronto un reportaje me llamó la atención. Creo que se titulaba Lesbianas a pecho descubierto. Justo cuando pasé la página y apareció ante mis ojos, mi prima de 30 años miró y soltó una risa despectiva. Señor, dame paciencia.
Así que no pude pararme en esas hojas mientras desayunaba - mal hecho por mi parte. Hola homofobia interiorizada, ¿qué tal? - y me descubrí a mí misma haciendo un paripé para cambiarme de sitio hasta asegurarme que no había nadie sentado detrás de mí y así poder leer el reportaje con tranquilidad. El colmo de los colmos. Pero bueno, así fue. El reportaje trataba sobre una serie de mujeres ya bien fuera del armario, que hablaban con sinceridad sobre su situación personal, y sobre la situación del lesbianismo en España. Y es aquí donde empiezan los problemas - en realidad es recordar esta conversación (las muchas veces que la tuve) con mi ex y cabrearme -.
No hay figuras públicas que nos representen, o al menos que lo hagan dignamente - Vale, ¿Elena Anaya?, one in a million. - No las hay. Los Gays están a años luz de nosotras. En el mismo reportaje lo decían: cuando quisieron echar mano de lesbiana famosas - que todos sabemos que lo son - todas rehusaron participar alegando que "no querían hablar de su vida privada". Vale, bien. No estoy diciendo que haya que exponer la vida privada de nadie. Solamente considero que hay gente que ya ha triunfado, que tiene el respaldo de muchas personas, y que haría un gran bien social admitiéndolo con naturalidad. Porque las figuras públicas quieran o no tienen una responsabilidad social, y una capacidad para influir en ciertas ramas, y en ciertas mentes.
Las discusiones venían casi siempre porque me decía que para "normalizar", lo que las lesbianas debían hacer es salir del armario a pie de calle. Que las lesbianas "normales" no tuvieran miedo de la sociedad. Ajá, claro - voy a ahorrarme el comentario que se me acaba de ocurrir, por el bien de la humanidad - Porque yo me pregunto, ¿no queremos que los futbolistas sean un ejemplo de deportividad para nos niños?, ¿o nos parecería estupendo que en todos los partidos hubiera hostias como panes y delegaríamos la "responsabilidad" de comportarse deportivamente a los mismos niños? Pues lo mismo. Creo que tener un modelo positivo del lesbianismo, alguien a quien se le admire y que tenga la capacidad de llegar a las personas a gran escala, haría mucho bien en muchas cabezas que aún piensan que está mal - y no me refiero solamente a heterosexuales, si no a muchos homosexuales que todavía consideran que deben esconderse - Pero mientras se siga pensando que el hecho de revelar tu orientación sexual va a perjudicarte en tu carrera, seguirán tapándose unas a otras aunque sean secretos a voces.
No os equivoquéis, yo soy de todo menos feminista. Y no me considero una pro-derechos de los homosexuales. En realidad soy una más de esas que en ciertos ambientes no habla abiertamente de su orientación. Tampoco digo que sea heterosexual, simplemente no me pronuncio. Se puede decir que es para no meterme en problemas, o porque me va a causar más inconvenientes que ventajas. Pero es que yo no voy a cambiar la vida de nadie. No salgo en las revistas, ni en la televisión, ni tengo el poder de hacer algo importante con lo que yo soy. Y os juro que si alguno de mis primos pequeños en unos años viniera a mí diciéndome que es homosexual, y yo pudiera ayudarlo exponiéndome yo en mi familia, lo haría sin dudarlo. Es a eso a lo que me refiero.
Aún así habrá mucha gente que no comparta mi opinión. Habrá mucha gente que siga diciendo que estar o no dentro del armario es una opción muy personal, y que cada uno tiene derecho a estar dentro, estar fuera, o ponerse puertas de cristal como Ricky Martin durante toda su carrera. Y yo os digo que es muy bonita la idea de que debemos cambiar el mundo desde los cimientos, pero que a la hora de la verdad, lo que sale en los medios de comunicación es lo que nos llega, lo que nos cala, y lo que nos cambia. Y creo que va siendo hora de empezar a cambiar.
Besos
El Domingo cuando me levanté, salí a prepararme el desayuno como todos los días, saludé a todo el mundo como todos los días, y como cada domingo, estiré el brazo hasta coger la prensa correspondiente. Pasando páginas de forma incoherente, de pronto un reportaje me llamó la atención. Creo que se titulaba Lesbianas a pecho descubierto. Justo cuando pasé la página y apareció ante mis ojos, mi prima de 30 años miró y soltó una risa despectiva. Señor, dame paciencia.
Así que no pude pararme en esas hojas mientras desayunaba - mal hecho por mi parte. Hola homofobia interiorizada, ¿qué tal? - y me descubrí a mí misma haciendo un paripé para cambiarme de sitio hasta asegurarme que no había nadie sentado detrás de mí y así poder leer el reportaje con tranquilidad. El colmo de los colmos. Pero bueno, así fue. El reportaje trataba sobre una serie de mujeres ya bien fuera del armario, que hablaban con sinceridad sobre su situación personal, y sobre la situación del lesbianismo en España. Y es aquí donde empiezan los problemas - en realidad es recordar esta conversación (las muchas veces que la tuve) con mi ex y cabrearme -.
No hay figuras públicas que nos representen, o al menos que lo hagan dignamente - Vale, ¿Elena Anaya?, one in a million. - No las hay. Los Gays están a años luz de nosotras. En el mismo reportaje lo decían: cuando quisieron echar mano de lesbiana famosas - que todos sabemos que lo son - todas rehusaron participar alegando que "no querían hablar de su vida privada". Vale, bien. No estoy diciendo que haya que exponer la vida privada de nadie. Solamente considero que hay gente que ya ha triunfado, que tiene el respaldo de muchas personas, y que haría un gran bien social admitiéndolo con naturalidad. Porque las figuras públicas quieran o no tienen una responsabilidad social, y una capacidad para influir en ciertas ramas, y en ciertas mentes.
Las discusiones venían casi siempre porque me decía que para "normalizar", lo que las lesbianas debían hacer es salir del armario a pie de calle. Que las lesbianas "normales" no tuvieran miedo de la sociedad. Ajá, claro - voy a ahorrarme el comentario que se me acaba de ocurrir, por el bien de la humanidad - Porque yo me pregunto, ¿no queremos que los futbolistas sean un ejemplo de deportividad para nos niños?, ¿o nos parecería estupendo que en todos los partidos hubiera hostias como panes y delegaríamos la "responsabilidad" de comportarse deportivamente a los mismos niños? Pues lo mismo. Creo que tener un modelo positivo del lesbianismo, alguien a quien se le admire y que tenga la capacidad de llegar a las personas a gran escala, haría mucho bien en muchas cabezas que aún piensan que está mal - y no me refiero solamente a heterosexuales, si no a muchos homosexuales que todavía consideran que deben esconderse - Pero mientras se siga pensando que el hecho de revelar tu orientación sexual va a perjudicarte en tu carrera, seguirán tapándose unas a otras aunque sean secretos a voces.
No os equivoquéis, yo soy de todo menos feminista. Y no me considero una pro-derechos de los homosexuales. En realidad soy una más de esas que en ciertos ambientes no habla abiertamente de su orientación. Tampoco digo que sea heterosexual, simplemente no me pronuncio. Se puede decir que es para no meterme en problemas, o porque me va a causar más inconvenientes que ventajas. Pero es que yo no voy a cambiar la vida de nadie. No salgo en las revistas, ni en la televisión, ni tengo el poder de hacer algo importante con lo que yo soy. Y os juro que si alguno de mis primos pequeños en unos años viniera a mí diciéndome que es homosexual, y yo pudiera ayudarlo exponiéndome yo en mi familia, lo haría sin dudarlo. Es a eso a lo que me refiero.
Aún así habrá mucha gente que no comparta mi opinión. Habrá mucha gente que siga diciendo que estar o no dentro del armario es una opción muy personal, y que cada uno tiene derecho a estar dentro, estar fuera, o ponerse puertas de cristal como Ricky Martin durante toda su carrera. Y yo os digo que es muy bonita la idea de que debemos cambiar el mundo desde los cimientos, pero que a la hora de la verdad, lo que sale en los medios de comunicación es lo que nos llega, lo que nos cala, y lo que nos cambia. Y creo que va siendo hora de empezar a cambiar.
Besos
martes, 25 de septiembre de 2012
Como ser yo
Hola,
Soy muy hacer planes mentales, no reales. Me dan miedo los planes reales. Tiendo a imaginar complicaciones inexistentes, problemas irresolubles, y catástrofes inesperadas. Tal vez debí dedicarme al mundo de la telenovela. Siempre termino lo que empiezo, ya sea un dibujo, una canción, o ponerme a limpiar patológicamente el polvo de mi habitación moviendo muebles y vaciando estanterías. Y las relaciones; las empiezo, y las termino. Soy extremadamente ordenada y extremadamente desordenada. No existe un término medio para mí. Por eso intento mantener el orden de mis cosas intacto, porque el simple hecho de dejar una noche la ropa fuera del armario ya provoca una reacción en cadena con el resto de los objetos que me rodean llegando a un punto caótico en el que me da igual vivir sumida en la desesperación absoluta. Me encanta la comida basura, hacer tartas de chocolate, las cervezas en buena compañía y que haya sol a las nueve de la noche. No me gusta el viento, ni el anís, ni que me toquen los pies. Adoro el invierno, porque me encanta abrigarme, pero lo odio por lo que me hace sentir. Madrugar es lo que más me cuesta en el mundo, y no soporto pensar en lo que tengo que ponerme a la mañana siguiente, pero soy incapaz de irme a la cama sin haberlo preparado. Lloro con todo. Con las películas tristes y alegres, con canciones, libros, y he llegado a llorar con un olor. Sin embargo muy pocas personas me han visto llorar. Llorar de verdad, de esas veces que se te derrama el alma por las mejillas. Adoro estar metida en la cama, despertarme y saber que no tengo que levantarme, y acostarme sabiendo que puedo estar un rato sin tener que dormirme. La sensación del pelo mojado en la espalda y el olor del gel al salir de la ducha y meter las manos debajo del agua ardiendo hasta que se ponen rojas. Me encanta cómo huele el café que se toma mi padre después de comer, y el olor del pan tostado por las mañanas. Odio que se dejen la tapa del WC levantada y la puerta de mi habitación abierta. Que me llamen y que al yo contestar "¿Qué?" se haga el silencio, y que se fume en los ascensores. No me gustan las personas que se cuelan en las filas, ni las que tratan a los camareros como si fueran esclavos construyendo una pirámide y no me gusta la gente que no saluda en el portal. Me pongo nerviosa si me tocan demasiado cuando me hablan, o si se acercan demasiado, o si bajan las escaleras detrás de mí. Mis colores favoritos son el verde y el morado. Porque son los colores favoritos de mis personas favoritas. Me encantan las películas de ciencia ficción y todavía sigo pensando que Parque Jurásico puede darse en cualquier momento. Me encanta leer todo tipo de libros y a veces sueño que escribo el mío. No puedo tener favoritos para la música, pero supongo que Carmen Boza marcó un antes y un después en mi vida, pero sí puedo decir qué no me gusta: con los años he aborrecido El Barrio. Yo soy de esas que le sonríen al conductor del autobús, que recoge las cosas de la mesa de la cafetería de la universidad y las deja en la barra, de las que deja salir antes de entrar y se queda de pie en el autobús porque sabe que en la siguiente parada se suben muchas personas mayores. Me cuesta un mundo acercarme a alguien cuando llora, y parece que no me importa cuando es todo lo contrario. A veces parece que soy demasiado dura pero la realidad es que me escudo ahí para no admitir que no tengo soluciones para todo tal y como me gustaría. Porque he aprendido que no puedo conseguir todo lo que quiero, ni tengo respuestas para todas las preguntas, y que a veces hay que ceder y aceptar que se ha perdido o que simplemente hay cosas imposibles de ganar. Nunca me deshice de mi caparazón. Es un sitio bastante bueno para vivir. Supongo que la última vez que salí de él me hice tanto daño, que siento que es más seguro si me quedo ahí. Puede llamarse cobardía, sí. Alguien me dijo una vez que era una cobarde y una egoísta y puede que llevara razón. Puede que realmente sea de hielo por dentro. Supongo que mis sentimientos fluyen a través de mis canciones, y no a través de mí. Puede que se me de mejor estar triste que ser feliz. Supongo que me da miedo no ser capaz de recomponerme si me rompo de nuevo, supongo que me da miedo romper a alguien de nuevo. Supongo que así soy yo. Puede que me aferre a las cosas que no puedo tener y huya de las cosas que por el contrario tengo.
O puede que esté equivocada respecto a todo esto.
Ya ni siquiera lo sé.
Besos.
Soy muy hacer planes mentales, no reales. Me dan miedo los planes reales. Tiendo a imaginar complicaciones inexistentes, problemas irresolubles, y catástrofes inesperadas. Tal vez debí dedicarme al mundo de la telenovela. Siempre termino lo que empiezo, ya sea un dibujo, una canción, o ponerme a limpiar patológicamente el polvo de mi habitación moviendo muebles y vaciando estanterías. Y las relaciones; las empiezo, y las termino. Soy extremadamente ordenada y extremadamente desordenada. No existe un término medio para mí. Por eso intento mantener el orden de mis cosas intacto, porque el simple hecho de dejar una noche la ropa fuera del armario ya provoca una reacción en cadena con el resto de los objetos que me rodean llegando a un punto caótico en el que me da igual vivir sumida en la desesperación absoluta. Me encanta la comida basura, hacer tartas de chocolate, las cervezas en buena compañía y que haya sol a las nueve de la noche. No me gusta el viento, ni el anís, ni que me toquen los pies. Adoro el invierno, porque me encanta abrigarme, pero lo odio por lo que me hace sentir. Madrugar es lo que más me cuesta en el mundo, y no soporto pensar en lo que tengo que ponerme a la mañana siguiente, pero soy incapaz de irme a la cama sin haberlo preparado. Lloro con todo. Con las películas tristes y alegres, con canciones, libros, y he llegado a llorar con un olor. Sin embargo muy pocas personas me han visto llorar. Llorar de verdad, de esas veces que se te derrama el alma por las mejillas. Adoro estar metida en la cama, despertarme y saber que no tengo que levantarme, y acostarme sabiendo que puedo estar un rato sin tener que dormirme. La sensación del pelo mojado en la espalda y el olor del gel al salir de la ducha y meter las manos debajo del agua ardiendo hasta que se ponen rojas. Me encanta cómo huele el café que se toma mi padre después de comer, y el olor del pan tostado por las mañanas. Odio que se dejen la tapa del WC levantada y la puerta de mi habitación abierta. Que me llamen y que al yo contestar "¿Qué?" se haga el silencio, y que se fume en los ascensores. No me gustan las personas que se cuelan en las filas, ni las que tratan a los camareros como si fueran esclavos construyendo una pirámide y no me gusta la gente que no saluda en el portal. Me pongo nerviosa si me tocan demasiado cuando me hablan, o si se acercan demasiado, o si bajan las escaleras detrás de mí. Mis colores favoritos son el verde y el morado. Porque son los colores favoritos de mis personas favoritas. Me encantan las películas de ciencia ficción y todavía sigo pensando que Parque Jurásico puede darse en cualquier momento. Me encanta leer todo tipo de libros y a veces sueño que escribo el mío. No puedo tener favoritos para la música, pero supongo que Carmen Boza marcó un antes y un después en mi vida, pero sí puedo decir qué no me gusta: con los años he aborrecido El Barrio. Yo soy de esas que le sonríen al conductor del autobús, que recoge las cosas de la mesa de la cafetería de la universidad y las deja en la barra, de las que deja salir antes de entrar y se queda de pie en el autobús porque sabe que en la siguiente parada se suben muchas personas mayores. Me cuesta un mundo acercarme a alguien cuando llora, y parece que no me importa cuando es todo lo contrario. A veces parece que soy demasiado dura pero la realidad es que me escudo ahí para no admitir que no tengo soluciones para todo tal y como me gustaría. Porque he aprendido que no puedo conseguir todo lo que quiero, ni tengo respuestas para todas las preguntas, y que a veces hay que ceder y aceptar que se ha perdido o que simplemente hay cosas imposibles de ganar. Nunca me deshice de mi caparazón. Es un sitio bastante bueno para vivir. Supongo que la última vez que salí de él me hice tanto daño, que siento que es más seguro si me quedo ahí. Puede llamarse cobardía, sí. Alguien me dijo una vez que era una cobarde y una egoísta y puede que llevara razón. Puede que realmente sea de hielo por dentro. Supongo que mis sentimientos fluyen a través de mis canciones, y no a través de mí. Puede que se me de mejor estar triste que ser feliz. Supongo que me da miedo no ser capaz de recomponerme si me rompo de nuevo, supongo que me da miedo romper a alguien de nuevo. Supongo que así soy yo. Puede que me aferre a las cosas que no puedo tener y huya de las cosas que por el contrario tengo.
O puede que esté equivocada respecto a todo esto.
Ya ni siquiera lo sé.
Besos.
domingo, 9 de septiembre de 2012
domingo, 5 de agosto de 2012
Vivir puede ser una magnífica aventura.
Hola,
No voy a pedir perdón por no haber aparecido, porque entonces quedaría muy repetitivo el inicio de todas mis entradas. Es así. Soy una bala perdida del mundo bloggero y lo sé, y no voy a prometer que vaya a cambiarlo, porque también sé que no voy a hacerlo hasta que me de la vena absoluta. ¿Veis? estoy madurando y asumo las cosas con naturalidad.
Hoy es cinco de Agosto, la mitad del verano, o al menos de lo que yo considero verano se ha esfumado. Me quedan exactamente veinte días de trabajo, y luego empezarán unas largas vacaciones. Porque sí señores, he terminado la carrera. No tengo exámenes, ni un Septiembre al que volver, ni tengo matrícula alguna que hacer agobiada a las doce de la noche a través de la web de la universidad acabando con los ojos desorbitados y la espalda como una tabla de planchar.
Se ha cerrado un ciclo de mi vida, y ya no hablo solo de los estudios. Este año ha sido tan determinante en mi vida que ha desbancado a cualquier otro año de mi vida que yo considerara el más importante. Ha sido el más triste y a la vez el más feliz, y el resultado de todas esas subidas y bajadas me ha traído aquí, a este momento en el que soy capaz de tumbarme en la colchoneta por la tarde al sol, sin escuchar otra cosa que el cucuuucu maldito, y algún coche que pasa cada diez minutos por la carretera, y respirar profundamente, y sentirme totalmente tranquila, feliz. Y juro que hace unos meses pensaba que sería totalmente incapaz de volver a sentirme así.
Ahora las cosas son diferentes. Me propuse terminar la carrera en Junio y lo he conseguido, como muchas otras cosas que me he propuesto este año. Estoy trabajando, estoy siendo sincera, coherente con mis sentimientos, y estoy haciendo las cosas que me gustan. Estoy escuchando canciones maravillosas, y leyendo libros geniales. Estoy abrazando mucho, dando muchos besos, queriendo mucho y sonriendo mucho.
He aprendido a valorar cosas que antes pasaba por alto, como el hecho de que el estar con todos mis primos pequeños jugando en la piscina o a las cartas me haga tan feliz y yo no lo supiera. He descubierto que echo de menos las cosas que me hacían sonreír y sonrío al recordarlas, y no las cosas que me hacían daño. Esas ahora no están y ni os imagináis lo poco que peso ahora, que casi puedo levitar si me lo propongo.
Que pienso en el futuro y mi estómago salta y se llena de unos nervios sin nombre por la intuición de que lo que viene va a ser genial. Que ya he tocado el fondo del mar y que ahora todo es nadar a la superficie. Que pase lo que pase el sol está encima de mi cabeza y que voy hacia él, y no hacia abajo. Y lo mejor de todo es que no tengo prisa por sacar la cabeza a la superficie, porque he aprendido a respirar bajo el agua y estoy disfrutando de lo bien que se está ahí, sin escuchar nada, con el frío de las corrientes en la piel, y con la sensación de ingravidez que proporciona la masa de agua que me rodea. Ahora, después de mucho tiempo, creo que he encontrado la respuesta a cómo ser yo. Y para eso he tenido que pasar por mil pequeñas muertes, una por cada noche que me acosté llorando. Ahora todo eso que lloré es mi casa, y estoy flotando en el agua salada. Y nunca he sentido tanta paz como en este momento.
Me quedo en silencio y siento que no me falta nada, ni me sobra nada. Lo único que me apetece es despertarme todos los días y ver qué me deparan las horas. Y así todos los días. Que como decía la película de Hook: Vivir puede ser una magnífica aventura, y yo estoy dispuesta a aprovechar cada instante de la mía, como si solo hubiera una.
Besos.
No voy a pedir perdón por no haber aparecido, porque entonces quedaría muy repetitivo el inicio de todas mis entradas. Es así. Soy una bala perdida del mundo bloggero y lo sé, y no voy a prometer que vaya a cambiarlo, porque también sé que no voy a hacerlo hasta que me de la vena absoluta. ¿Veis? estoy madurando y asumo las cosas con naturalidad.
Hoy es cinco de Agosto, la mitad del verano, o al menos de lo que yo considero verano se ha esfumado. Me quedan exactamente veinte días de trabajo, y luego empezarán unas largas vacaciones. Porque sí señores, he terminado la carrera. No tengo exámenes, ni un Septiembre al que volver, ni tengo matrícula alguna que hacer agobiada a las doce de la noche a través de la web de la universidad acabando con los ojos desorbitados y la espalda como una tabla de planchar.
Se ha cerrado un ciclo de mi vida, y ya no hablo solo de los estudios. Este año ha sido tan determinante en mi vida que ha desbancado a cualquier otro año de mi vida que yo considerara el más importante. Ha sido el más triste y a la vez el más feliz, y el resultado de todas esas subidas y bajadas me ha traído aquí, a este momento en el que soy capaz de tumbarme en la colchoneta por la tarde al sol, sin escuchar otra cosa que el cucuuucu maldito, y algún coche que pasa cada diez minutos por la carretera, y respirar profundamente, y sentirme totalmente tranquila, feliz. Y juro que hace unos meses pensaba que sería totalmente incapaz de volver a sentirme así.
Ahora las cosas son diferentes. Me propuse terminar la carrera en Junio y lo he conseguido, como muchas otras cosas que me he propuesto este año. Estoy trabajando, estoy siendo sincera, coherente con mis sentimientos, y estoy haciendo las cosas que me gustan. Estoy escuchando canciones maravillosas, y leyendo libros geniales. Estoy abrazando mucho, dando muchos besos, queriendo mucho y sonriendo mucho.
He aprendido a valorar cosas que antes pasaba por alto, como el hecho de que el estar con todos mis primos pequeños jugando en la piscina o a las cartas me haga tan feliz y yo no lo supiera. He descubierto que echo de menos las cosas que me hacían sonreír y sonrío al recordarlas, y no las cosas que me hacían daño. Esas ahora no están y ni os imagináis lo poco que peso ahora, que casi puedo levitar si me lo propongo.
Que pienso en el futuro y mi estómago salta y se llena de unos nervios sin nombre por la intuición de que lo que viene va a ser genial. Que ya he tocado el fondo del mar y que ahora todo es nadar a la superficie. Que pase lo que pase el sol está encima de mi cabeza y que voy hacia él, y no hacia abajo. Y lo mejor de todo es que no tengo prisa por sacar la cabeza a la superficie, porque he aprendido a respirar bajo el agua y estoy disfrutando de lo bien que se está ahí, sin escuchar nada, con el frío de las corrientes en la piel, y con la sensación de ingravidez que proporciona la masa de agua que me rodea. Ahora, después de mucho tiempo, creo que he encontrado la respuesta a cómo ser yo. Y para eso he tenido que pasar por mil pequeñas muertes, una por cada noche que me acosté llorando. Ahora todo eso que lloré es mi casa, y estoy flotando en el agua salada. Y nunca he sentido tanta paz como en este momento.
Me quedo en silencio y siento que no me falta nada, ni me sobra nada. Lo único que me apetece es despertarme todos los días y ver qué me deparan las horas. Y así todos los días. Que como decía la película de Hook: Vivir puede ser una magnífica aventura, y yo estoy dispuesta a aprovechar cada instante de la mía, como si solo hubiera una.
Besos.
miércoles, 27 de junio de 2012
Las cosas que pasan sin querer
Hola,
Hoy vengo a hablar de las casualidades no casuales. De las cosas que pasan y no sabes por qué, pero sabes que no han pasado por pasar. Yo soy muy de ese tipo de filosofía. Debe ser que me quedé algo tocada con El Show de Truman y desde ahí vivo en una interminable teoría conspiratoria. Bueno, a lo que voy, que me disperso.
De todos es sabido - si habéis seguido mi blog y demás arrebatos artísticos - que este no ha sido precisamente un año fácil. Lo he pasado mal para dos vidas, y sinceramente, no querría volver a repetirlo bajo ningún concepto. Pero ahora, una vez fuera del pozo y mirando las cosas con una sonrisa, me doy cuenta de que de este año han salido cosas muy muy buenas y ya no solo a nivel personal, que de eso hablaré otro día.
Hoy quiero hablar de alguien, ¿Por qué hoy y no otro día? pues porque hoy es su cumpleaños. Ya sé que podría escribir sobre ella cualquier otro día, pero me apetecía hacerlo hoy. Ella es una de las casualidades no casuales de este año. Apareció de la nada, a través de la canción de Superheroe, se coló en mi twitter, en mis DM, en mi tuenti, en mi whatsapp, y de paso, en mi corazón.
En muy poco tiempo se convirtió en alguien muy importante. En mis buenos días y mis buenas noches, y en las carcajadas ahogadas en la almohada a las tres de la mañana. Me escuchó cuando más lo necesitaba, siendo alguien totalmente ajeno y desconocido, alguien imparcial. Ella me hizo volver a reírme con ganas, como hacía meses que nadie lo conseguía.
Hoy quiero hablar de ella y no solamente porque sea su cumpleaños, es por un motivo muy importante: Ella es feliz. Y creo que no es consciente de lo importante que eso es para mí. Y es que cuando nos conocimos, las dos estábamos perdidas, cada una a nuestra manera, pero perdidas al fin y al cabo. Y poco a poco, con nuestras idas y venidas, hemos conseguido salir adelante y hemos conseguido verlo. Y para mí ver que después de todo ella es feliz, es tan bueno o mejor que el ser feliz yo.
Como ya he dicho antes, no creo en las casualidades. Pienso que ella y yo nos conocimos en el momento exacto, que cada una le aportó a la otra lo necesario para sobrevivir, y que a día de hoy nos une algo muy importante: el hecho de que hemos conseguido ganar la guerra, y que estamos aquí para contarlo.
Tal vez la gente piense que en tan poco tiempo no se puede hacer una gran amistad, o piensen que por no habernos visto nunca no podamos considerarnos amigas. Pero se equivocan. Ella es mi amiga y de las personas más importantes en este momento de mi vida. Y cuando nos veamos en dos semanas le pienso dar un abrazo de esos que se guardan para las ocasiones especiales.
Muchas gracias por no haber dejado que me muera ni una vez más, Medio Queso.
Besos
Hoy vengo a hablar de las casualidades no casuales. De las cosas que pasan y no sabes por qué, pero sabes que no han pasado por pasar. Yo soy muy de ese tipo de filosofía. Debe ser que me quedé algo tocada con El Show de Truman y desde ahí vivo en una interminable teoría conspiratoria. Bueno, a lo que voy, que me disperso.
De todos es sabido - si habéis seguido mi blog y demás arrebatos artísticos - que este no ha sido precisamente un año fácil. Lo he pasado mal para dos vidas, y sinceramente, no querría volver a repetirlo bajo ningún concepto. Pero ahora, una vez fuera del pozo y mirando las cosas con una sonrisa, me doy cuenta de que de este año han salido cosas muy muy buenas y ya no solo a nivel personal, que de eso hablaré otro día.
Hoy quiero hablar de alguien, ¿Por qué hoy y no otro día? pues porque hoy es su cumpleaños. Ya sé que podría escribir sobre ella cualquier otro día, pero me apetecía hacerlo hoy. Ella es una de las casualidades no casuales de este año. Apareció de la nada, a través de la canción de Superheroe, se coló en mi twitter, en mis DM, en mi tuenti, en mi whatsapp, y de paso, en mi corazón.
En muy poco tiempo se convirtió en alguien muy importante. En mis buenos días y mis buenas noches, y en las carcajadas ahogadas en la almohada a las tres de la mañana. Me escuchó cuando más lo necesitaba, siendo alguien totalmente ajeno y desconocido, alguien imparcial. Ella me hizo volver a reírme con ganas, como hacía meses que nadie lo conseguía.
Hoy quiero hablar de ella y no solamente porque sea su cumpleaños, es por un motivo muy importante: Ella es feliz. Y creo que no es consciente de lo importante que eso es para mí. Y es que cuando nos conocimos, las dos estábamos perdidas, cada una a nuestra manera, pero perdidas al fin y al cabo. Y poco a poco, con nuestras idas y venidas, hemos conseguido salir adelante y hemos conseguido verlo. Y para mí ver que después de todo ella es feliz, es tan bueno o mejor que el ser feliz yo.
Como ya he dicho antes, no creo en las casualidades. Pienso que ella y yo nos conocimos en el momento exacto, que cada una le aportó a la otra lo necesario para sobrevivir, y que a día de hoy nos une algo muy importante: el hecho de que hemos conseguido ganar la guerra, y que estamos aquí para contarlo.
Tal vez la gente piense que en tan poco tiempo no se puede hacer una gran amistad, o piensen que por no habernos visto nunca no podamos considerarnos amigas. Pero se equivocan. Ella es mi amiga y de las personas más importantes en este momento de mi vida. Y cuando nos veamos en dos semanas le pienso dar un abrazo de esos que se guardan para las ocasiones especiales.
Muchas gracias por no haber dejado que me muera ni una vez más, Medio Queso.
Besos
domingo, 24 de junio de 2012
El país de los Ilustrados, y de los otros.
Hola,
Llevo sin aparecer por aquí más o menos el mismo tiempo que lleva Rajoy sin aparecer por el Congreso de los Diputados. Yo no he estado haciendo recortes ni representado a las Islas Salomon por lo largo y ancho de este mundo. Yo he estado haciendo una terapia. Sí, una terapia.
Este tiempo me he dedicado a tocar la guitarra, a cantar, a reírme y a beber cerveza. Ah sí, y también estoy de exámenes. Si a todo esto le sumamos que vivo enganchada a las películas de Marvel y la Eurocopa, pues nos da como resultado una ausencia prolongada como la que se puede apreciar en el calendario del blog.
Bien, no sé de qué hablar, porque siempre que me paso un tiempo sin entrar al blog no sé con qué abrir. Como cuando te pasas mucho tiempo sin ver a una persona y no sabes qué contarle primero y lo que haces es sacar el móvil como si te hubieran dado una noticia vital y mirarlo como si no hubiera mañana mientras caminas rezando por no tropezarte y tener que levantar la vista y así pasar desapercibida por el lado de la susodicha persona esquivada. Pero vaya, que ese es otro tema.
Así que voy a hablar de fútbol, que pega. Estamos jugando la Eurocopa de Polonia y Ucrania, hasta ahí todo bien. Es algo que todos sabemos. Estamos en semifinales después de que anoche acabásemos con Francia. Bien. Eso también lo debe saber todo el mundo. Igual el que juguemos contra Portugal el miércoles ya lo sabe el 80% de la gente. Y tal vez solo el 50% sepa que en el peor/mejor de los casos, llegar a una hipotética final con mucha probabilidad nos enfrentaría a Alemania, cosa mala.
¿Por qué hago este repaso estadísitico de primero de carrera? Pues bien. Porque me molesta un poco, ojo, solo un poco. Porque yo soy una persona muy pacífica y muy asertQUE ME TOCA LOS COJONES - respira - Lo que iba diciendo. Que con esto de twitter hay mucho ilustrado, mucho hijo de los Dioses - Ya creíais que iba a decir otra cosa ¿eh bandidos? - y mucho tocado por la mano divina. Parece que si ves el fútbol, lo vives y lo comentas, eres de una clase social y moral inferior que se preocupa por una pelota mientras España se hunde en la más absoluta de las miserias. Porque de todos es sabido, que si la gente que estamos viendo el fútbol estuvieramos todos sentados en el suelo de cara a la pared con la mirada perdida y balanceándonos sutilmente hacia delante y hacia atrás, España no conocería a la tal prima de riesgo, Rajoy no sería presidente, y Pilar Rubio no presentaría programas de televisión.
Esto no es un manifiesto para que los ilustrados dejen de criticar a los que vemos el fútbol. Pobrecitos, nosotros gritando, disfrutando con los amigos, teniendo alegrías deportivas, y ellos mientras encerrados en un sótano lúgubre haciendo interminables cálculos matemáticos y estadísticos para sacar a España del fango económico-social en el que se haya sumergida. O bueno, subiendo fotos en perspectiva de la cubierta de la Metamorfosis de Kafka con el filtro Walden a Instagram.
Lo que quiero decir con esto es que yo también soy de esas personas que se creen infinita, increíble, e intergalácticamente superior al resto de los bípedos por no ver Sálvame y Gran Hermano. Lo admito. ¡Apaleadme! ¡Lapidadme! ¡Vestidme de naranja!. Y ese es el motivo por el cual no le deseo el mal a los ilustrados. Solo les aconsejo que dejen de estar tan agobiados porque el resto del país veamos el fútbol, disfrutemos un par de horas del deporte y estemos, para variar, casi todos de acuerdo en algo. Aunque sea que once tíos detrás de una pelota metan un maldito gol.
Gracias Sara.
Besos.
Llevo sin aparecer por aquí más o menos el mismo tiempo que lleva Rajoy sin aparecer por el Congreso de los Diputados. Yo no he estado haciendo recortes ni representado a las Islas Salomon por lo largo y ancho de este mundo. Yo he estado haciendo una terapia. Sí, una terapia.
Este tiempo me he dedicado a tocar la guitarra, a cantar, a reírme y a beber cerveza. Ah sí, y también estoy de exámenes. Si a todo esto le sumamos que vivo enganchada a las películas de Marvel y la Eurocopa, pues nos da como resultado una ausencia prolongada como la que se puede apreciar en el calendario del blog.
Bien, no sé de qué hablar, porque siempre que me paso un tiempo sin entrar al blog no sé con qué abrir. Como cuando te pasas mucho tiempo sin ver a una persona y no sabes qué contarle primero y lo que haces es sacar el móvil como si te hubieran dado una noticia vital y mirarlo como si no hubiera mañana mientras caminas rezando por no tropezarte y tener que levantar la vista y así pasar desapercibida por el lado de la susodicha persona esquivada. Pero vaya, que ese es otro tema.
Así que voy a hablar de fútbol, que pega. Estamos jugando la Eurocopa de Polonia y Ucrania, hasta ahí todo bien. Es algo que todos sabemos. Estamos en semifinales después de que anoche acabásemos con Francia. Bien. Eso también lo debe saber todo el mundo. Igual el que juguemos contra Portugal el miércoles ya lo sabe el 80% de la gente. Y tal vez solo el 50% sepa que en el peor/mejor de los casos, llegar a una hipotética final con mucha probabilidad nos enfrentaría a Alemania, cosa mala.
¿Por qué hago este repaso estadísitico de primero de carrera? Pues bien. Porque me molesta un poco, ojo, solo un poco. Porque yo soy una persona muy pacífica y muy asertQUE ME TOCA LOS COJONES - respira - Lo que iba diciendo. Que con esto de twitter hay mucho ilustrado, mucho hijo de los Dioses - Ya creíais que iba a decir otra cosa ¿eh bandidos? - y mucho tocado por la mano divina. Parece que si ves el fútbol, lo vives y lo comentas, eres de una clase social y moral inferior que se preocupa por una pelota mientras España se hunde en la más absoluta de las miserias. Porque de todos es sabido, que si la gente que estamos viendo el fútbol estuvieramos todos sentados en el suelo de cara a la pared con la mirada perdida y balanceándonos sutilmente hacia delante y hacia atrás, España no conocería a la tal prima de riesgo, Rajoy no sería presidente, y Pilar Rubio no presentaría programas de televisión.
Esto no es un manifiesto para que los ilustrados dejen de criticar a los que vemos el fútbol. Pobrecitos, nosotros gritando, disfrutando con los amigos, teniendo alegrías deportivas, y ellos mientras encerrados en un sótano lúgubre haciendo interminables cálculos matemáticos y estadísticos para sacar a España del fango económico-social en el que se haya sumergida. O bueno, subiendo fotos en perspectiva de la cubierta de la Metamorfosis de Kafka con el filtro Walden a Instagram.
Lo que quiero decir con esto es que yo también soy de esas personas que se creen infinita, increíble, e intergalácticamente superior al resto de los bípedos por no ver Sálvame y Gran Hermano. Lo admito. ¡Apaleadme! ¡Lapidadme! ¡Vestidme de naranja!. Y ese es el motivo por el cual no le deseo el mal a los ilustrados. Solo les aconsejo que dejen de estar tan agobiados porque el resto del país veamos el fútbol, disfrutemos un par de horas del deporte y estemos, para variar, casi todos de acuerdo en algo. Aunque sea que once tíos detrás de una pelota metan un maldito gol.
Gracias Sara.
Besos.
lunes, 21 de mayo de 2012
Me estoy modernizando
He colonizado casi casi la última red social que me quedaba. ¡¡Y en buena calidad!!
http://soundcloud.com/roliebanas
Ah, y tengo un Mac. Soy una moderna de mierda.
http://soundcloud.com/roliebanas
Ah, y tengo un Mac. Soy una moderna de mierda.
viernes, 4 de mayo de 2012
Segundos primeros
Hola,
Vuelvo a estar aquí, en este muro junto a la vía del tren. La última ristra de vagones debe estar a punto de hacer su aparición. ¿En dos minutos? Tal vez menos. Da igual. Estoy con ella, y lo demás es irrelevante.
Llevo deseando tenerla así, a menos de un metro, más de cien días. Venga, sé valiente, ¿Por qué no ahora?. Solo tengo que inclinarme una distancia aproximada de diez centímetros. Soy demasiado cobarde, no lo haré. Suena el tren. ¿Ya son las once y media?, no, aún queda al menos un minuto para que pase por aquí. El tiempo se pasa demasiado rápido cuando es el sonido de su risa el que acompasa los segundos. Como ahora mismo. Y entonces ella se ríe y baja la mirada. Debo haber dicho algo gracioso y ni siquiera soy consciente.¡Pero bésala idiota! Si no notara el latido acelerado de mi corazón en los oídos tal vez podría pensar con claridad, o es ese ladrido intermitente de fondo lo que me distrae. Nada, no busques excusas, no eres capaz de pensar con claridad desde que descubriste el olor de su colonia. ¿Pero por qué?, eres una persona racional, díselo. Dile que te mueres por sonreír a milímetros de su boca; dile que toda la adrenalina que hay en este momento por tus venas lleva tu nombre cuando lo dice con su voz.
Aún sonríe bajando la mirada, y ni siquiera se imagina que he memorizado las trece líneas que se forman alrededor de sus ojos cuando lo hace. Ladran los perros otra vez. Pero los oigo lejos, casi sin hacerlo, y no he hecho el informe para mañana, ni para pasado. ¿Y ahora por qué pienso en eso? Si en realidad todo lo que hay fuera de la burbuja de las vibraciones de su piel es como arena en una rejilla. Hace un poco de frío. Se me ha erizado la piel. ¿Ella tendrá frío?. No lo sé. No me atrevo a preguntar por si deja de sonreír.
Ha llegado el tren. Son las once y media. Ella ha levantado la vista, ha mirado los vagones, después me ha mirado a mi. Aún sonríe. Como hace diez, treinta, y sesenta segundos. Sesenta segundos que a mi me han bastado para enamorarme.
Besos
Vuelvo a estar aquí, en este muro junto a la vía del tren. La última ristra de vagones debe estar a punto de hacer su aparición. ¿En dos minutos? Tal vez menos. Da igual. Estoy con ella, y lo demás es irrelevante.
Llevo deseando tenerla así, a menos de un metro, más de cien días. Venga, sé valiente, ¿Por qué no ahora?. Solo tengo que inclinarme una distancia aproximada de diez centímetros. Soy demasiado cobarde, no lo haré. Suena el tren. ¿Ya son las once y media?, no, aún queda al menos un minuto para que pase por aquí. El tiempo se pasa demasiado rápido cuando es el sonido de su risa el que acompasa los segundos. Como ahora mismo. Y entonces ella se ríe y baja la mirada. Debo haber dicho algo gracioso y ni siquiera soy consciente.¡Pero bésala idiota! Si no notara el latido acelerado de mi corazón en los oídos tal vez podría pensar con claridad, o es ese ladrido intermitente de fondo lo que me distrae. Nada, no busques excusas, no eres capaz de pensar con claridad desde que descubriste el olor de su colonia. ¿Pero por qué?, eres una persona racional, díselo. Dile que te mueres por sonreír a milímetros de su boca; dile que toda la adrenalina que hay en este momento por tus venas lleva tu nombre cuando lo dice con su voz.
Aún sonríe bajando la mirada, y ni siquiera se imagina que he memorizado las trece líneas que se forman alrededor de sus ojos cuando lo hace. Ladran los perros otra vez. Pero los oigo lejos, casi sin hacerlo, y no he hecho el informe para mañana, ni para pasado. ¿Y ahora por qué pienso en eso? Si en realidad todo lo que hay fuera de la burbuja de las vibraciones de su piel es como arena en una rejilla. Hace un poco de frío. Se me ha erizado la piel. ¿Ella tendrá frío?. No lo sé. No me atrevo a preguntar por si deja de sonreír.
Ha llegado el tren. Son las once y media. Ella ha levantado la vista, ha mirado los vagones, después me ha mirado a mi. Aún sonríe. Como hace diez, treinta, y sesenta segundos. Sesenta segundos que a mi me han bastado para enamorarme.
Besos
viernes, 27 de abril de 2012
(D)años luz
Hola,
1
Eran las ocho y diez y aún estaba terminando de recoger los escombros de las ganas que se habían derramado sobre las sábanas. En algún punto de los largos minutos que había durado aquella noche, todo se había hecho pedazos tan, tan pequeños, que se escurrían por las rendijas de sus pupilas, contraídas por el exceso de luz de aquel universo.
Giró su cabeza lo justo para asegurarse de que ella seguía allí, enredada entre las marañas de su pelo. Supuso que estaría dormida porque podía verla respirar, y le tranquilizó saber que no se había ahogado en sus propias lágrimas torrenciales ni había naufragado en su propia galaxia. Y así, terminó de recoger, se puso de pie y titubeó durante un segundo, dudando entre darle un último beso o marcharse sin más.
Él se acercó y rozó la constelación de los lunares de su espalda por última vez.
Ella comenzó a llorar cuando escuchó cómo se cerraba la puerta.
2
No se dio la vuelta cuando sintió cómo él se despegaba de su cuerpo como un cohete se separa de su lanzadera. Ahora ella flotaba en el espacio, impulsada por una fuerza invisible que la obligaba a no mover ni un ápice de su cuerpo por miedo a desintegrarse, a caer, a desaparecer.
Sabía que era el final y que no había perdices. Ni tan siquiera un triste filete de pollo. Él se marcharía, dejando tras de sí la estela de lo que habían soñado ser entre vigilias y distancias obligadas. Y aún así, no se movió. Aún sabiendo que él, de pie, delante de aquella cama que ahora era un agujero negro en su universo, la miraba sin saber si besarla o marcharse sin más.
Él se acercó como un asteroide incandescente y dejó un beso debajo de su nuca.
Ella comenzó a llorar cuando escuchó cómo se cerraba la puerta.
Besos.
1
Eran las ocho y diez y aún estaba terminando de recoger los escombros de las ganas que se habían derramado sobre las sábanas. En algún punto de los largos minutos que había durado aquella noche, todo se había hecho pedazos tan, tan pequeños, que se escurrían por las rendijas de sus pupilas, contraídas por el exceso de luz de aquel universo.
Giró su cabeza lo justo para asegurarse de que ella seguía allí, enredada entre las marañas de su pelo. Supuso que estaría dormida porque podía verla respirar, y le tranquilizó saber que no se había ahogado en sus propias lágrimas torrenciales ni había naufragado en su propia galaxia. Y así, terminó de recoger, se puso de pie y titubeó durante un segundo, dudando entre darle un último beso o marcharse sin más.
Él se acercó y rozó la constelación de los lunares de su espalda por última vez.
Ella comenzó a llorar cuando escuchó cómo se cerraba la puerta.
2
No se dio la vuelta cuando sintió cómo él se despegaba de su cuerpo como un cohete se separa de su lanzadera. Ahora ella flotaba en el espacio, impulsada por una fuerza invisible que la obligaba a no mover ni un ápice de su cuerpo por miedo a desintegrarse, a caer, a desaparecer.
Sabía que era el final y que no había perdices. Ni tan siquiera un triste filete de pollo. Él se marcharía, dejando tras de sí la estela de lo que habían soñado ser entre vigilias y distancias obligadas. Y aún así, no se movió. Aún sabiendo que él, de pie, delante de aquella cama que ahora era un agujero negro en su universo, la miraba sin saber si besarla o marcharse sin más.
Él se acercó como un asteroide incandescente y dejó un beso debajo de su nuca.
Ella comenzó a llorar cuando escuchó cómo se cerraba la puerta.
Besos.
sábado, 17 de marzo de 2012
La tocaya extraordinaria
Hola,
Llevo muchos días sin aparecer por aquí. He tenido una incorporación al segundo cuatrimestre digna de admirar y creo que he echado más horas de clase y de trabajo estas dos semanas que en todo el primer cuatrimestre. También he ocupado mi tiempo en beber cerveza, dormir, y conocer a cierta persona de la que ya si eso hablaré otro día, porque contar lo que he hecho estas dos semanas no es lo que me ha traído aquí.
Hoy es un día especial por muchos motivos. Podría decir que el motivo principal es que hace 22 años que me bautizaron, pero mentiría. Hoy es un día especial principalmente porque es el cumpleaños de una persona especial.
En esta vida puedes encontrarte tres tipos de personas. Personas que te afectaran y que no merecen la pena, personas que no van a afectarte ni para bien ni para mal y personas que no solo te van a afectar, si no que van a calarte la piel y los huesos, y se sentaran cómodamente en la salita de tu corazón a ver la tele y a comer palomitas. Y yo hoy voy a hablar de una de esas personas.
Ella llegó a mi vida y todavía no tengo muy claro cómo. No sé si por un foro, por una casualidad o por la alineación de los astros. Pero llegó. No sé cómo empezamos a hablar, ni por qué. No sé en qué momento nos hicimos "conocidas" para pasar a ser amigas ni tampoco recuerdo por qué esa noche de diciembre terminó por pasarme un vídeo de youtube que lo cambiaría todo en mí. Porque sí, ella es la culpable de mi amor por Boza. Ella y solo ella.
A veces la vida nos pone en el camino a personas increíbles simplemente para recordarnos la grandeza del ser humano. A veces deberíamos pararnos un segundo y valorar lo importante que es una carjacada con esa persona, un concierto a oscuras, una noche de conversación, un café mirando un lago y una cerveza entre risas.
Una de mis películas favoritas de todos los tiempos decía algo como esto: ella es una estrella fugaz, rodeada de estrellas ordinarias. Es muy brillante, y cuando pasa ilumina todo el cielo. Tanto, que las otras estrellas se detienen para mirarla. Casi nunca se ven, porque son muy muy extrañas. Y yo he visto una.
Ella me ha enseñado muchas cosas en muy poco tiempo. Muchas más de las que se imagina. Ella es todo lo que una persona debería ser y yo de mayor quiero ser como tú Ro. Muchísimas felicidades que espero poder desearte muchos años más.
Gracias por ser y estar.
Un beso
Llevo muchos días sin aparecer por aquí. He tenido una incorporación al segundo cuatrimestre digna de admirar y creo que he echado más horas de clase y de trabajo estas dos semanas que en todo el primer cuatrimestre. También he ocupado mi tiempo en beber cerveza, dormir, y conocer a cierta persona de la que ya si eso hablaré otro día, porque contar lo que he hecho estas dos semanas no es lo que me ha traído aquí.
Hoy es un día especial por muchos motivos. Podría decir que el motivo principal es que hace 22 años que me bautizaron, pero mentiría. Hoy es un día especial principalmente porque es el cumpleaños de una persona especial.
En esta vida puedes encontrarte tres tipos de personas. Personas que te afectaran y que no merecen la pena, personas que no van a afectarte ni para bien ni para mal y personas que no solo te van a afectar, si no que van a calarte la piel y los huesos, y se sentaran cómodamente en la salita de tu corazón a ver la tele y a comer palomitas. Y yo hoy voy a hablar de una de esas personas.
Ella llegó a mi vida y todavía no tengo muy claro cómo. No sé si por un foro, por una casualidad o por la alineación de los astros. Pero llegó. No sé cómo empezamos a hablar, ni por qué. No sé en qué momento nos hicimos "conocidas" para pasar a ser amigas ni tampoco recuerdo por qué esa noche de diciembre terminó por pasarme un vídeo de youtube que lo cambiaría todo en mí. Porque sí, ella es la culpable de mi amor por Boza. Ella y solo ella.
A veces la vida nos pone en el camino a personas increíbles simplemente para recordarnos la grandeza del ser humano. A veces deberíamos pararnos un segundo y valorar lo importante que es una carjacada con esa persona, un concierto a oscuras, una noche de conversación, un café mirando un lago y una cerveza entre risas.
Una de mis películas favoritas de todos los tiempos decía algo como esto: ella es una estrella fugaz, rodeada de estrellas ordinarias. Es muy brillante, y cuando pasa ilumina todo el cielo. Tanto, que las otras estrellas se detienen para mirarla. Casi nunca se ven, porque son muy muy extrañas. Y yo he visto una.
Ella me ha enseñado muchas cosas en muy poco tiempo. Muchas más de las que se imagina. Ella es todo lo que una persona debería ser y yo de mayor quiero ser como tú Ro. Muchísimas felicidades que espero poder desearte muchos años más.
Gracias por ser y estar.
Un beso
sábado, 3 de marzo de 2012
Proyectos
Hola,
Llevo unos días desaparecida. ¡Ajá! Es una bonita forma de decir que llevo unos días de resaca. Este ritmo no puede ser ¿eh? no puede ser. He ingerido más cerveza esta semana que lo que he podido ingerir en un mes y lo peor: tengo ganas de más. Sí, porque tengo ganas de fiesta oye. Y esta, junto con otras cosas acontecidas en estos últimos días...vaya, que estoy que no me reconozco.
Pero bueno eso no es lo que yo venía a contar hoy aquí. Lo que venía a contar es que he empezado una cosa que me gustaría compartir con vosotros. Al principio iba a ponerlo aquí en el blog. Pero al final he decidido crear un Tumblr solo para esto, porque así estará más ordenadito y bueno, vale, no os voy a engañar: porque queda la mar de bohemio.
La cosa es que yo soy muy fan del feedback - o lo que es lo mismo, que me encanta que me dejéis comentarios- y allí la cosa está bastante complicada. Por eso voy a enlazar el Tumblr a la imagen que hay arriba a la izquierda, la de Conocer(te)me. Si pincháis ahí os llevará directamente al Tumblr. Y si queréis comentar algo- que no os estoy presionando ni nada por el estilo ¿eh? a ver por quien me vais a tomar - podéis hacerlo en la última entrada que tenga yo aquí publicada, o bien mencionándome en twitter. Y si no queréis comentar nada no pasa nada, os querré igual - o no, quien sabe-
La dirección es igual que la del blog, solamente que en vez de ser blogspot es tumblr - parezco de Barrio Sésamo, perdonadme -
http://comoseryo.tumblr.com/
Besos
Llevo unos días desaparecida. ¡Ajá! Es una bonita forma de decir que llevo unos días de resaca. Este ritmo no puede ser ¿eh? no puede ser. He ingerido más cerveza esta semana que lo que he podido ingerir en un mes y lo peor: tengo ganas de más. Sí, porque tengo ganas de fiesta oye. Y esta, junto con otras cosas acontecidas en estos últimos días...vaya, que estoy que no me reconozco.
Pero bueno eso no es lo que yo venía a contar hoy aquí. Lo que venía a contar es que he empezado una cosa que me gustaría compartir con vosotros. Al principio iba a ponerlo aquí en el blog. Pero al final he decidido crear un Tumblr solo para esto, porque así estará más ordenadito y bueno, vale, no os voy a engañar: porque queda la mar de bohemio.
La cosa es que yo soy muy fan del feedback - o lo que es lo mismo, que me encanta que me dejéis comentarios- y allí la cosa está bastante complicada. Por eso voy a enlazar el Tumblr a la imagen que hay arriba a la izquierda, la de Conocer(te)me. Si pincháis ahí os llevará directamente al Tumblr. Y si queréis comentar algo- que no os estoy presionando ni nada por el estilo ¿eh? a ver por quien me vais a tomar - podéis hacerlo en la última entrada que tenga yo aquí publicada, o bien mencionándome en twitter. Y si no queréis comentar nada no pasa nada, os querré igual - o no, quien sabe-
La dirección es igual que la del blog, solamente que en vez de ser blogspot es tumblr - parezco de Barrio Sésamo, perdonadme -
http://comoseryo.tumblr.com/
Besos
martes, 28 de febrero de 2012
viernes, 24 de febrero de 2012
No more drama
Hola,
Siento mi prolongada ausencia. Estaba convirtiéndome en una persona de provecho sonriendo, bebiendo cerveza, comiendo como si no hubiera mañana, soltando carcajadas interminables, respirando oxígeno puro en la Sierra, echando las voces de mi cabeza, convenciendo a mi corazón de que la vida es maravillosa tal y como es, conociéndo(te)me, emocionándome,bailando, cantando a pleno pulmón montada en un coche por una carretera solitaria, despertándome siendo acosada por ellas, durmiéndome con una sonrisa en la cara y un "El señor de la nooooche" de fondo por el pasillo. En definitiva: siendo feliz.
Se han acabado los dramas, las lágrimas y el perder el tiempo. Se ha acabado el autocompadecederse, el culparse, y el arrepentirse de cosas que no se pueden cambiar. Se ha acabado dejarme a mí misma en segundo lugar, alimentar las malas asociaciones y pensar que merezco lo que me pase. Porque está llegando la primavera, cada día anochece más tarde y hace menos frío. Cada día que pasa me doy más cuenta de lo importantísima que es la gente que está a mi lado y la gente que se preocupa de verdad por mi felicidad y de lo afortunada que soy por tenerlas conmigo. Cada día quiero más a esas personas que ya saben quienes son si están leyendo esto y cada segundo que pasa soy un poco más feliz que el anterior.
No pienso desperdiciar ni un minuto más estando triste. Por nada ni por nadie. Con no rallarse, con no comerse la cabeza, con no darle vueltas a cosas incoherentes es más que suficiente. Voy a mirar las cosas buenas de la vida y me voy a agarrar a ellas. ¿Y las malas? Las que tenga que afrontar las afrontare. Las otras ya pueden ir desapareciendo porque no pienso hacerles caso.
Hace un tiempo me puso triste leer algo que hacía referencia a ser egoístamente feliz. Ahora lo entiendo y lo comparto. Es hora de ser egoísta en un sentido positivo. Es la única forma que tengo de ser feliz. Y me gusta.
Besos
Siento mi prolongada ausencia. Estaba convirtiéndome en una persona de provecho sonriendo, bebiendo cerveza, comiendo como si no hubiera mañana, soltando carcajadas interminables, respirando oxígeno puro en la Sierra, echando las voces de mi cabeza, convenciendo a mi corazón de que la vida es maravillosa tal y como es, conociéndo(te)me, emocionándome,bailando, cantando a pleno pulmón montada en un coche por una carretera solitaria, despertándome siendo acosada por ellas, durmiéndome con una sonrisa en la cara y un "El señor de la nooooche" de fondo por el pasillo. En definitiva: siendo feliz.
Se han acabado los dramas, las lágrimas y el perder el tiempo. Se ha acabado el autocompadecederse, el culparse, y el arrepentirse de cosas que no se pueden cambiar. Se ha acabado dejarme a mí misma en segundo lugar, alimentar las malas asociaciones y pensar que merezco lo que me pase. Porque está llegando la primavera, cada día anochece más tarde y hace menos frío. Cada día que pasa me doy más cuenta de lo importantísima que es la gente que está a mi lado y la gente que se preocupa de verdad por mi felicidad y de lo afortunada que soy por tenerlas conmigo. Cada día quiero más a esas personas que ya saben quienes son si están leyendo esto y cada segundo que pasa soy un poco más feliz que el anterior.
No pienso desperdiciar ni un minuto más estando triste. Por nada ni por nadie. Con no rallarse, con no comerse la cabeza, con no darle vueltas a cosas incoherentes es más que suficiente. Voy a mirar las cosas buenas de la vida y me voy a agarrar a ellas. ¿Y las malas? Las que tenga que afrontar las afrontare. Las otras ya pueden ir desapareciendo porque no pienso hacerles caso.
Hace un tiempo me puso triste leer algo que hacía referencia a ser egoístamente feliz. Ahora lo entiendo y lo comparto. Es hora de ser egoísta en un sentido positivo. Es la única forma que tengo de ser feliz. Y me gusta.
Besos
martes, 14 de febrero de 2012
viernes, 10 de febrero de 2012
Dicen que ser relativamente feliz es algo incompatible con ser un artista productivo
Tal vez a eso se deba mi ausencia.
martes, 7 de febrero de 2012
Elegir
Hola,
Las puertas las cerramos y las abrimos nosotros, y las ventanas, y la nevera, y el buzón del correo. Todo está en lo que hacemos o no hacemos. En lo que elegimos. Elegimos cómo queremos que nos llamen, cómo será nuestra firma o cómo vestir. Elegimos cómo llevar el pelo, dónde vivir, la posición de los muebles de nuestra habitación y el color de los calcetines todas las mañanas. Elegimos entre café con leche o sólo, o cortado, o leche manchada. Entre tostadas con aceite o tostadas con paté. Elegimos entre whisky, vodka, ron, ginebra o sobriedad. Entre abrigo con gorro, paraguas o gotas de lluvia cayendo por la nuca.
Elegimos lo que pensamos, lo que decimos y lo que hacemos. Elegimos enamorarnos. Entre dar un mordisco en el cuello o en el corazón. Elegimos sonreirle al conductor del autobús por las mañanas, decir buenos días al vecino del portal o ponernos mala cara ante el espejo. Elegimos mantenernos jóvenes o hacernos viejos. Ser buenas personas o no dejar salir antes de entrar en un edificio.
Somos el resultados de las decisiones que tomamos. Fruto de la casualidad no casual. Del destino no predestinado. Somos lo que queremos ser, sin excusas, sin dobleces ni medias tintas. Estamos donde hemos llegado con nuestros pasos e iremos dónde queramos llegar. Nadie triunfa esperando a la suerte. La suerte está detrás de las puertas que abrimos, de las cosas que decimos y de las oportunidades que no perdemos. Las cosas que nos dan miedo son las cosas que nos definen y nosotros somos quienes elegimos vencerlas o dejar que nos venzan.
Podemos vivir eligiendo o dejando que elijan por nosotros. Que pidan por nosotros en un restaurante, que elijan el color de las paredes o el nombre de nuestros hijos, nuestro coche, el trabajo que tendremos, y terminaremos dejando que elijan el color de nuestros calcetines por la mañana.
Seamos dueños de nuestras decisiones. Serán buenas o malas sí, pero serán nuestras. Serán tuyas. Y créeme, nadie va a quererte más que tú.
Besos
Las puertas las cerramos y las abrimos nosotros, y las ventanas, y la nevera, y el buzón del correo. Todo está en lo que hacemos o no hacemos. En lo que elegimos. Elegimos cómo queremos que nos llamen, cómo será nuestra firma o cómo vestir. Elegimos cómo llevar el pelo, dónde vivir, la posición de los muebles de nuestra habitación y el color de los calcetines todas las mañanas. Elegimos entre café con leche o sólo, o cortado, o leche manchada. Entre tostadas con aceite o tostadas con paté. Elegimos entre whisky, vodka, ron, ginebra o sobriedad. Entre abrigo con gorro, paraguas o gotas de lluvia cayendo por la nuca.
Elegimos lo que pensamos, lo que decimos y lo que hacemos. Elegimos enamorarnos. Entre dar un mordisco en el cuello o en el corazón. Elegimos sonreirle al conductor del autobús por las mañanas, decir buenos días al vecino del portal o ponernos mala cara ante el espejo. Elegimos mantenernos jóvenes o hacernos viejos. Ser buenas personas o no dejar salir antes de entrar en un edificio.
Somos el resultados de las decisiones que tomamos. Fruto de la casualidad no casual. Del destino no predestinado. Somos lo que queremos ser, sin excusas, sin dobleces ni medias tintas. Estamos donde hemos llegado con nuestros pasos e iremos dónde queramos llegar. Nadie triunfa esperando a la suerte. La suerte está detrás de las puertas que abrimos, de las cosas que decimos y de las oportunidades que no perdemos. Las cosas que nos dan miedo son las cosas que nos definen y nosotros somos quienes elegimos vencerlas o dejar que nos venzan.
Podemos vivir eligiendo o dejando que elijan por nosotros. Que pidan por nosotros en un restaurante, que elijan el color de las paredes o el nombre de nuestros hijos, nuestro coche, el trabajo que tendremos, y terminaremos dejando que elijan el color de nuestros calcetines por la mañana.
Seamos dueños de nuestras decisiones. Serán buenas o malas sí, pero serán nuestras. Serán tuyas. Y créeme, nadie va a quererte más que tú.
Besos
jueves, 2 de febrero de 2012
El puzzle
Hola,
Las piezas están esparcidas por todo el tablero de forma aleatoria. Bueno, en realidad no. Dentro de todo caos hay un orden lógico, aunque nadie más que el generador de dicho caos - mi persona - sea capaz de entenderlo. El cielo está empezando a ponerse gris, aunque gracias a Dios nos acercamos a la primavera y a las siete de la tarde todavía hay tonos naranjas en el cielo que me dicen que el sol se resiste a irse, que pide cinco minutos más.
Desde que hiciera mi pequeña reforma tengo una mesa pegada a mi ventana, encima del radiador. Y como si de una abuela y su mesa camilla se tratara, me paso las horas con las piernas pegadas al hierro notando como me quema la piel por encima de la tela de cuadros del pantalón de mi pijama. Duele. Pero lo encuentro patológicamente agradable.
Mil piezas dispersas en mis manos un Sábado por la mañana. Medio puzzle hecho el Jueves por la tarde. Mi hermana a veces pasa por mi puerta y me dice que soy una obsesiva. Y vale, puede que tenga razón.
Me siento delante de mi ventana, con las piernas ardiendo y disfruto del silencio absoluto de mi habitación. Solo lo rompe el sonido del tren que pasa a escasos metros de mi bloque. Odio el tren, es la frase que suena en mi cabeza cada vez que los vagones atraviesan mi campo visual y el sonido de las vías llega a mis oídos. Lo odio.
El sol de invierno - adoro el sol del invierno - ilumina toda mi mesa y casi puedo tocar la tranquilidad que estoy sintiendo en esos momentos. Apenas respiro, apenas me muevo. Mi cerebro se concentra en los tonos, en las formas y en odiar el tren. Y así el cielo se va poniendo gris y el sol del invierno refunfuña y pide cinco minutos más. Cinco minutos más que se acaban y la luz termina por desaparecer.
No soy capaz de ver nada, y la calefacción está en su punto álgido. Mis piernas tienen marcas rojas de las altas temperaturas a las que las expongo pero aún así no las retiro. El dolor me hace sentir extrañamente viva. Y me quedo en silencio, dejando que la oscuridad sea total a mis espaldas mientras miro por la ventana sin pestañear.
Hoy se aprecia mejor el dibujo del puzzle. Hoy quedan menos piezas en la caja que ayer.
Besos
Las piezas están esparcidas por todo el tablero de forma aleatoria. Bueno, en realidad no. Dentro de todo caos hay un orden lógico, aunque nadie más que el generador de dicho caos - mi persona - sea capaz de entenderlo. El cielo está empezando a ponerse gris, aunque gracias a Dios nos acercamos a la primavera y a las siete de la tarde todavía hay tonos naranjas en el cielo que me dicen que el sol se resiste a irse, que pide cinco minutos más.
Desde que hiciera mi pequeña reforma tengo una mesa pegada a mi ventana, encima del radiador. Y como si de una abuela y su mesa camilla se tratara, me paso las horas con las piernas pegadas al hierro notando como me quema la piel por encima de la tela de cuadros del pantalón de mi pijama. Duele. Pero lo encuentro patológicamente agradable.
Mil piezas dispersas en mis manos un Sábado por la mañana. Medio puzzle hecho el Jueves por la tarde. Mi hermana a veces pasa por mi puerta y me dice que soy una obsesiva. Y vale, puede que tenga razón.
Me siento delante de mi ventana, con las piernas ardiendo y disfruto del silencio absoluto de mi habitación. Solo lo rompe el sonido del tren que pasa a escasos metros de mi bloque. Odio el tren, es la frase que suena en mi cabeza cada vez que los vagones atraviesan mi campo visual y el sonido de las vías llega a mis oídos. Lo odio.
El sol de invierno - adoro el sol del invierno - ilumina toda mi mesa y casi puedo tocar la tranquilidad que estoy sintiendo en esos momentos. Apenas respiro, apenas me muevo. Mi cerebro se concentra en los tonos, en las formas y en odiar el tren. Y así el cielo se va poniendo gris y el sol del invierno refunfuña y pide cinco minutos más. Cinco minutos más que se acaban y la luz termina por desaparecer.
No soy capaz de ver nada, y la calefacción está en su punto álgido. Mis piernas tienen marcas rojas de las altas temperaturas a las que las expongo pero aún así no las retiro. El dolor me hace sentir extrañamente viva. Y me quedo en silencio, dejando que la oscuridad sea total a mis espaldas mientras miro por la ventana sin pestañear.
Hoy se aprecia mejor el dibujo del puzzle. Hoy quedan menos piezas en la caja que ayer.
Besos
lunes, 30 de enero de 2012
Te he llorado tanto que ya ni sé cómo es vivir sin hacerlo
Hola,
Porque la he llorado, Max. La he llorado mucho y, como siempre se llora, a demasiada distancia. Bajo la lluvia, mezclando mis lágrimas con las del cielo, desde el cierre derrotado de cualquier bar o bajo la media apertura de su ventana, da igual. La he llorado como nunca lloré a los que creía conocer. La he llorado por ese futuro que ya no tendremos. La he llorado por ese pasado que dejamos pasar. La he llorado hasta quedarme sin aliento. Y la sigo llorando por lo que pudo ser, incluso por lo que nunca será.
Que la muerte te acompañe - Risto Mejide
Besos
Porque la he llorado, Max. La he llorado mucho y, como siempre se llora, a demasiada distancia. Bajo la lluvia, mezclando mis lágrimas con las del cielo, desde el cierre derrotado de cualquier bar o bajo la media apertura de su ventana, da igual. La he llorado como nunca lloré a los que creía conocer. La he llorado por ese futuro que ya no tendremos. La he llorado por ese pasado que dejamos pasar. La he llorado hasta quedarme sin aliento. Y la sigo llorando por lo que pudo ser, incluso por lo que nunca será.
Que la muerte te acompañe - Risto Mejide
Besos
domingo, 29 de enero de 2012
Superheroe
Hola,
"Ojalá" se ha convertido en la palabra más usada de mi vocabulario.
Besos
"Ojalá" se ha convertido en la palabra más usada de mi vocabulario.
- Nosotras....No somos nada -
- No. Nosotras lo somos todo -
Besos
sábado, 28 de enero de 2012
Pacuare
Hola,
Ella escribió esta canción hace un tiempo. La escribió y no voy a contar su historia porque ella la cuenta en el vídeo que os pongo en esta entrada. Ella es Boza. Esa debería ser más que una tarjeta de presentación y aún así de todas formas voy a hablar de ella. Carmen Boza ha sido y es un chaleco salvavidas para mí. A riesgo de parecer una grupi desquiciada, he de admitir que la admiro, y que si llevara carpeta a la universidad probablemente pegaría sus fotos como ella misma nos aconsejó que hiciéramos en el concierto. Pero en lugar de eso tengo su EP firmado tal y como vino de Cádiz, como si de un trofeo se tratara puesto en la estantería de mi habitación.
Sinceramente, yo nunca he sido fan de nadie. Nunca me he considerado así, ni siquiera con toda la fiebre de OT en su día. Sin embargo, hace algo más de un año que sí que me considero fan de Boza. Por un motivo muy sencillo: ella es todo lo que yo amo de la música. He visto como ha ido sacando canción a canción, y he visto cómo ha creado de la nada un EP. Ha sido como ver crecer algo que quieres mucho, y a día de hoy todavía siento ese cosquilleo cuando me pongo a ver A la altura justa de tus ojos en youtube, en ese vídeo en blanco y negro en la que sale su cabeza medio cortada.
Yo soy una consumidora patológica de canciones. No es lo mismo que decir me gusta escuchar música, no. Yo las canciones las consumo. Llega un punto en el que se pegan a mis poros y no sé dónde acabo yo y dónde empiezan ellas, y en ese punto de fusión se encuentran unas pocas privilegiadas que las llevo conmigo sin necesidad de auriculares.
Hay muchas canciones que me han encantado a lo largo de mi vida. No sabría decir cual es mi favorita porque creo que para cada momento y para que estado de ánimo tenemos una canción que encaja mejor con nuestra escena. Pero aún así, después de mucha investigación y divagación por los confines de la tierra media, he encontrado la canción que se ha convertido en mi segunda piel.
Muchos podríais pensar que debería tratarse de una canción mía. Tal vez. Es un razonamiento lógico. Pero si tuviera que hablar de mis canciones, si tuviera que hablar por ejemplo de 14(Catorce) diría que más que una segunda piel es todo lo que queda debajo de ella.
Esta canción es mi impermeable. Es la armadura con la que me enfrento al mundo como si fuera un guerrero sin más defensa que el aguantar estoicamente los ataques. Como si me hubiera pintado la piel con cada letra y con cada palabra, y ahora todo doliera un poco menos. Aunque claro, todo eso son solo figuraciones mías.
Pacuare llegó a mí en un momento de mi vida en el que yo no era capaz de entenderla. Al menos no en toda su complejidad. Después fue mi paño de lágrimas en un Febrero triste y aún así tampoco me sentía totalmente identificada. Pasó mucho tiempo, muchos meses en los que sin saber por qué, dejé que mis oídos se acostumbraran al silencio. Y un día hace no demasiado tiempo saltó en mi iPod mientras iba andando por la calle. No recuerdo cómo fue, ni en qué momento empecé, pero sé que acabé llorando como si de pronto hubiera tenido una revelación. Y es que me pareció estar escuchándola por primera vez y todo tenía una significado nuevo para mí. Y dolía, vaya que si dolía. Pero a la vez fue maravilloso. No sé si alguien podrá entenderme.
Pacuare no es mi canción favorita, porque no la puedo incluir en ningún ranking. Pacuare es ya una parte de mi. Gracias Carmen por construirme un impermeable tan bonito.

(Sí, la ilustración es mía. Es lo que tiene ser una grupi con tiempo libre)
Besos
Ella escribió esta canción hace un tiempo. La escribió y no voy a contar su historia porque ella la cuenta en el vídeo que os pongo en esta entrada. Ella es Boza. Esa debería ser más que una tarjeta de presentación y aún así de todas formas voy a hablar de ella. Carmen Boza ha sido y es un chaleco salvavidas para mí. A riesgo de parecer una grupi desquiciada, he de admitir que la admiro, y que si llevara carpeta a la universidad probablemente pegaría sus fotos como ella misma nos aconsejó que hiciéramos en el concierto. Pero en lugar de eso tengo su EP firmado tal y como vino de Cádiz, como si de un trofeo se tratara puesto en la estantería de mi habitación.
Sinceramente, yo nunca he sido fan de nadie. Nunca me he considerado así, ni siquiera con toda la fiebre de OT en su día. Sin embargo, hace algo más de un año que sí que me considero fan de Boza. Por un motivo muy sencillo: ella es todo lo que yo amo de la música. He visto como ha ido sacando canción a canción, y he visto cómo ha creado de la nada un EP. Ha sido como ver crecer algo que quieres mucho, y a día de hoy todavía siento ese cosquilleo cuando me pongo a ver A la altura justa de tus ojos en youtube, en ese vídeo en blanco y negro en la que sale su cabeza medio cortada.
Yo soy una consumidora patológica de canciones. No es lo mismo que decir me gusta escuchar música, no. Yo las canciones las consumo. Llega un punto en el que se pegan a mis poros y no sé dónde acabo yo y dónde empiezan ellas, y en ese punto de fusión se encuentran unas pocas privilegiadas que las llevo conmigo sin necesidad de auriculares.
Hay muchas canciones que me han encantado a lo largo de mi vida. No sabría decir cual es mi favorita porque creo que para cada momento y para que estado de ánimo tenemos una canción que encaja mejor con nuestra escena. Pero aún así, después de mucha investigación y divagación por los confines de la tierra media, he encontrado la canción que se ha convertido en mi segunda piel.
Muchos podríais pensar que debería tratarse de una canción mía. Tal vez. Es un razonamiento lógico. Pero si tuviera que hablar de mis canciones, si tuviera que hablar por ejemplo de 14(Catorce) diría que más que una segunda piel es todo lo que queda debajo de ella.
Esta canción es mi impermeable. Es la armadura con la que me enfrento al mundo como si fuera un guerrero sin más defensa que el aguantar estoicamente los ataques. Como si me hubiera pintado la piel con cada letra y con cada palabra, y ahora todo doliera un poco menos. Aunque claro, todo eso son solo figuraciones mías.
Pacuare llegó a mí en un momento de mi vida en el que yo no era capaz de entenderla. Al menos no en toda su complejidad. Después fue mi paño de lágrimas en un Febrero triste y aún así tampoco me sentía totalmente identificada. Pasó mucho tiempo, muchos meses en los que sin saber por qué, dejé que mis oídos se acostumbraran al silencio. Y un día hace no demasiado tiempo saltó en mi iPod mientras iba andando por la calle. No recuerdo cómo fue, ni en qué momento empecé, pero sé que acabé llorando como si de pronto hubiera tenido una revelación. Y es que me pareció estar escuchándola por primera vez y todo tenía una significado nuevo para mí. Y dolía, vaya que si dolía. Pero a la vez fue maravilloso. No sé si alguien podrá entenderme.
Pacuare no es mi canción favorita, porque no la puedo incluir en ningún ranking. Pacuare es ya una parte de mi. Gracias Carmen por construirme un impermeable tan bonito.
(Sí, la ilustración es mía. Es lo que tiene ser una grupi con tiempo libre)
Besos
jueves, 26 de enero de 2012
Sal con una chica que lee (Por Rosemary Urquico)
Hola,
Hoy he leído esto, y me ha encantado. Lo dejo por aquí.
Sal con alguien que se gasta todo su dinero en libros y no en ropa, y que tiene problemas de espacio en el clóset porque ha comprado demasiados. Invita a salir a una chica que tiene una lista de libros por leer y que desde los doce años ha tenido una tarjeta de suscripción a una biblioteca.
Encuentra una chica que lee. Sabrás que es una ávida lectora porque en su maleta siempre llevará un libro que aún no ha comenzado a leer. Es la que siempre mira amorosamente los estantes de las librerías, la que grita en silencio cuando encuentra el libro que quería. ¿Ves a esa chica un tanto extraña oliendo las páginas de un libro viejo en una librería de segunda mano? Es la lectora. Nunca puede resistirse a oler las páginas de un libro, y más si están amarillas.
Es la chica que está sentada en el café del final de la calle, leyendo mientras espera. Si le echas una mirada a su taza, la crema deslactosada ha adquirido una textura un tanto natosa y flota encima del café porque ella está absorta en la lectura, perdida en el mundo que el autor ha creado. Siéntate a su lado. Es posible que te eche una mirada llena de indignación porque la mayoría de las lectoras odian ser interrumpidas. Pregúntale si le ha gustado el libro que tiene entre las manos.
Invítala a otra taza de café y dile qué opinas de Murakami. Averigua si fue capaz de terminar el primer capítulo de Fellowship y sé consciente de que si te dice que entendió el Ulises de Joyce lo hace solo para parecer inteligente. Pregúntale si le encanta Alicia o si quisiera ser ella.
Es fácil salir con una chica que lee. Regálale libros en su cumpleaños, de Navidad y en cada aniversario. Dale un regalo de palabras, bien sea en poesía o en una canción. Dale a Neruda, a Pound, a Sexton, a Cummings y hazle saber que entiendes que las palabras son amor. Comprende que ella es consciente de la diferencia entre realidad y ficción pero que de todas maneras va a buscar que su vida se asemeje a su libro favorito. No será culpa tuya si lo hace.
Por lo menos tiene que intentarlo.
Miéntele, si entiende de sintaxis también comprenderá tu necesidad de mentirle. Detrás de las palabras hay otras cosas: motivación, valor, matiz, diálogo; no será el fin del mundo.
Fállale. La lectora sabe que el fracaso lleva al clímax y que todo tiene un final, pero también entiende que siempre existe la posibilidad de escribirle una segunda parte a la historia y que se puede volver a empezar una y otra vez y aun así seguir siendo el héroe. También es consciente de que durante la vida habrá que toparse con uno o dos villanos.
¿Por qué tener miedo de lo que no eres? Las chicas que leen saben que las personas maduran, lo mismo que los personajes de un cuento o una novela, excepción hecha de los protagonistas de la saga Crepúsculo.
Si te llegas a encontrar una chica que lee mantenla cerca, y cuando a las dos de la mañana la pilles llorando y abrazando el libro contra su pecho, prepárale una taza de té y consiéntela. Es probable que la pierdas durante un par de horas pero siempre va a regresar a ti. Hablará de los protagonistas del libro como si fueran reales y es que, por un tiempo, siempre lo son.
Le propondrás matrimonio durante un viaje en globo o en medio de un concierto de rock, o quizás formularás la pregunta por absoluta casualidad la próxima vez que se enferme; puede que hasta sea por Skype.
Sonreirás con tal fuerza que te preguntarás por qué tu corazón no ha estallado todavía haciendo que la sangre ruede por tu pecho. Escribirás la historia de ustedes, tendrán hijos con nombres extraños y gustos aún más raros. Ella les leerá a tus hijos The Cat in the Hat y Aslan, e incluso puede que lo haga el mismo día. Caminarán juntos los inviernos de la vejez y ella recitará los poemas de Keats en un susurro mientras tú sacudes la nieve de tus botas.
Sal con una chica que lee porque te lo mereces. Te mereces una mujer capaz de darte la vida más colorida que puedas imaginar. Si solo tienes para darle monotonía, horas trilladas y propuestas a medio cocinar, te vendrá mejor estar solo. Pero si quieres el mundo y los mundos que hay más allá, invita a salir a una chica que lee.
O mejor aún, a una que escriba.
Besos
Hoy he leído esto, y me ha encantado. Lo dejo por aquí.
Sal con alguien que se gasta todo su dinero en libros y no en ropa, y que tiene problemas de espacio en el clóset porque ha comprado demasiados. Invita a salir a una chica que tiene una lista de libros por leer y que desde los doce años ha tenido una tarjeta de suscripción a una biblioteca.
Encuentra una chica que lee. Sabrás que es una ávida lectora porque en su maleta siempre llevará un libro que aún no ha comenzado a leer. Es la que siempre mira amorosamente los estantes de las librerías, la que grita en silencio cuando encuentra el libro que quería. ¿Ves a esa chica un tanto extraña oliendo las páginas de un libro viejo en una librería de segunda mano? Es la lectora. Nunca puede resistirse a oler las páginas de un libro, y más si están amarillas.
Es la chica que está sentada en el café del final de la calle, leyendo mientras espera. Si le echas una mirada a su taza, la crema deslactosada ha adquirido una textura un tanto natosa y flota encima del café porque ella está absorta en la lectura, perdida en el mundo que el autor ha creado. Siéntate a su lado. Es posible que te eche una mirada llena de indignación porque la mayoría de las lectoras odian ser interrumpidas. Pregúntale si le ha gustado el libro que tiene entre las manos.
Invítala a otra taza de café y dile qué opinas de Murakami. Averigua si fue capaz de terminar el primer capítulo de Fellowship y sé consciente de que si te dice que entendió el Ulises de Joyce lo hace solo para parecer inteligente. Pregúntale si le encanta Alicia o si quisiera ser ella.
Es fácil salir con una chica que lee. Regálale libros en su cumpleaños, de Navidad y en cada aniversario. Dale un regalo de palabras, bien sea en poesía o en una canción. Dale a Neruda, a Pound, a Sexton, a Cummings y hazle saber que entiendes que las palabras son amor. Comprende que ella es consciente de la diferencia entre realidad y ficción pero que de todas maneras va a buscar que su vida se asemeje a su libro favorito. No será culpa tuya si lo hace.
Por lo menos tiene que intentarlo.
Miéntele, si entiende de sintaxis también comprenderá tu necesidad de mentirle. Detrás de las palabras hay otras cosas: motivación, valor, matiz, diálogo; no será el fin del mundo.
Fállale. La lectora sabe que el fracaso lleva al clímax y que todo tiene un final, pero también entiende que siempre existe la posibilidad de escribirle una segunda parte a la historia y que se puede volver a empezar una y otra vez y aun así seguir siendo el héroe. También es consciente de que durante la vida habrá que toparse con uno o dos villanos.
¿Por qué tener miedo de lo que no eres? Las chicas que leen saben que las personas maduran, lo mismo que los personajes de un cuento o una novela, excepción hecha de los protagonistas de la saga Crepúsculo.
Si te llegas a encontrar una chica que lee mantenla cerca, y cuando a las dos de la mañana la pilles llorando y abrazando el libro contra su pecho, prepárale una taza de té y consiéntela. Es probable que la pierdas durante un par de horas pero siempre va a regresar a ti. Hablará de los protagonistas del libro como si fueran reales y es que, por un tiempo, siempre lo son.
Le propondrás matrimonio durante un viaje en globo o en medio de un concierto de rock, o quizás formularás la pregunta por absoluta casualidad la próxima vez que se enferme; puede que hasta sea por Skype.
Sonreirás con tal fuerza que te preguntarás por qué tu corazón no ha estallado todavía haciendo que la sangre ruede por tu pecho. Escribirás la historia de ustedes, tendrán hijos con nombres extraños y gustos aún más raros. Ella les leerá a tus hijos The Cat in the Hat y Aslan, e incluso puede que lo haga el mismo día. Caminarán juntos los inviernos de la vejez y ella recitará los poemas de Keats en un susurro mientras tú sacudes la nieve de tus botas.
Sal con una chica que lee porque te lo mereces. Te mereces una mujer capaz de darte la vida más colorida que puedas imaginar. Si solo tienes para darle monotonía, horas trilladas y propuestas a medio cocinar, te vendrá mejor estar solo. Pero si quieres el mundo y los mundos que hay más allá, invita a salir a una chica que lee.
O mejor aún, a una que escriba.
Besos
miércoles, 18 de enero de 2012
Te quiero
Hola,
Yo siempre seré tu casa.
Vuelve, que cada centímetro te echa de menos tanto que duele.
Besos
Yo siempre seré tu casa.
Vuelve, que cada centímetro te echa de menos tanto que duele.
Besos
lunes, 16 de enero de 2012
Cuasipotencialidad
Hola,
Existe la creencia popular de que hacerse mayor es convertirse en alguien potencialmente más sabio. Seguro que alguna vez os han dicho eso de cuando seas mayor lo entenderás, o ya me lo dirás cuando seas mayor. Pero como todas las cosas que nos dicen esas personas potencialmente más sabias que nosotros, nos lo tomamos como advertencias vacías o como amenazas sin fundamento. Como cuando tu madre te decía que no corrieras porque te caerías pero tú salías como una bala. Y claro, te caías y te hacías una de esas heridas en la rodilla que ahora es la cicatriz de aquella advertencia que ignoraste.
Tengamos la edad que tengamos, creemos que lo sabemos todo. Y pese a que esa también sea una de las frases favorita de las personas potencialmente más sabias, creo que en realidad sí lo sabemos todo. Tan solo debemos matizar: sabemos todo lo que debemos saber.
Obviamente no me refiero ni a conocimientos intelectuales, ni al conocimiento del ser espiritual que nos habita. Me refiero a las herramientas con las que nos toca vivir el momento presente de nuestra vida. Creo que en cada momento de nuestra existencia, tenemos las herramientas estrictamente necesarias para enfrentarnos a lo que se nos plantea. Lo que ocurre, es que cuando avanzamos un poco más en nuestra linea temporal, y vamos a Bricodepot con asiduidad comprando cosas nuevas, nos damos cuenta de lo fácil que habría sido solucionar cierto problema si hubiéramos tenido lo que tenemos ahora. Pero eso sería algo parecido a que el inventor del teléfono móvil estuviera martirizándose el resto de su existencia por haber usado en su momento un teléfono con cable.
Cuando yo estaba en ese momento de mi vida en el que recibía de forma más o menos regular las advertencias de las personas potencialmente más sabias que yo, creía que hacerse mayor era algo estupendo. Todo eran ventajas. La mejor de todas: que dichas personas dejarían de darme el coñazo y yo sería una de esas personas potencialmente más sabias que le daría consejos vacíos a niñas como yo. Por no hablar de la independencia, la libertad, y el equilibrio profesional y emocional que se consigue cuando te haces mayor.
Sin embargo, de forma inevitable creces y descubres que la realidad es otra. Hacerse mayor es tener delante cien caminos y no saber cual elegir por miedo a equivocarte y no poder rectificar. Y es tener la paciencia necesaria para aguantar allí, al filo del principio de todas las posibilidades y soportar la lluvia, el frío, el calor y lo más importante: las decepciones. Hacerse mayor es aprender que hay cosas que van a doler tanto como una puñalada y que habrá cosas que no podrás arreglar aunque te dejes la piel intentándolo.
Hacerse mayor es darse cuenta de que se puede querer a alguien con algo más que el hipotálamo y que esa idea utópica del amor para toda la vida puede ser verdad. Que las consecuencias de tus actos son mucho más dolorosas que un ya no me junto, o ya no eres mi amiga. Es ser capaz de arrepentirte ante tus equivocaciones y de aprender de tus errores. Es llorar sin motivo aparente porque en realidad los motivos no pueden explicarse con palabras.
Hacerse mayor no es ser mejor ni más listo. Es comprender que cada minuto que pasa es decisivo, que tal vez no existan segundas oportunidades y que las cosas que dejas escapar no siempre vuelven. Es querer a alguien más que a ti, preocuparte por alguien más que por ti, y construir para alguien que no eres tú y sin embargo saber que aunque las miles de razones que existen no os permitan estar juntos, cada minúscula partícula de tu cuerpo vive por ella mientras viven para ti a tiempo parcial.
Hacerse mayor no es cuestión de tiempo ni es un momento concreto de la vida. Nos hacemos mayores desde que nacemos, y seguiremos haciéndonos mayores hasta que muramos. Porque siempre nos quedaran cosas por aprender y cosas que querremos arreglar con lo que hemos aprendido, dándonos cuenta de que hacerse mayor no es otra cosa que ser consciente de lo que vamos dejando atrás y que eso nos importe.
Un persona potencialmente más sabia que yo me dijo lo difícil que era hacerse mayor. Para mí fue una advertencia vacía, una amenaza sin fundamento. Y ahora que he crecido y que vuelvo, ya no vuelvo con cicatrices en las rodillas si no en el corazón.
Besos
Existe la creencia popular de que hacerse mayor es convertirse en alguien potencialmente más sabio. Seguro que alguna vez os han dicho eso de cuando seas mayor lo entenderás, o ya me lo dirás cuando seas mayor. Pero como todas las cosas que nos dicen esas personas potencialmente más sabias que nosotros, nos lo tomamos como advertencias vacías o como amenazas sin fundamento. Como cuando tu madre te decía que no corrieras porque te caerías pero tú salías como una bala. Y claro, te caías y te hacías una de esas heridas en la rodilla que ahora es la cicatriz de aquella advertencia que ignoraste.
Tengamos la edad que tengamos, creemos que lo sabemos todo. Y pese a que esa también sea una de las frases favorita de las personas potencialmente más sabias, creo que en realidad sí lo sabemos todo. Tan solo debemos matizar: sabemos todo lo que debemos saber.
Obviamente no me refiero ni a conocimientos intelectuales, ni al conocimiento del ser espiritual que nos habita. Me refiero a las herramientas con las que nos toca vivir el momento presente de nuestra vida. Creo que en cada momento de nuestra existencia, tenemos las herramientas estrictamente necesarias para enfrentarnos a lo que se nos plantea. Lo que ocurre, es que cuando avanzamos un poco más en nuestra linea temporal, y vamos a Bricodepot con asiduidad comprando cosas nuevas, nos damos cuenta de lo fácil que habría sido solucionar cierto problema si hubiéramos tenido lo que tenemos ahora. Pero eso sería algo parecido a que el inventor del teléfono móvil estuviera martirizándose el resto de su existencia por haber usado en su momento un teléfono con cable.
Cuando yo estaba en ese momento de mi vida en el que recibía de forma más o menos regular las advertencias de las personas potencialmente más sabias que yo, creía que hacerse mayor era algo estupendo. Todo eran ventajas. La mejor de todas: que dichas personas dejarían de darme el coñazo y yo sería una de esas personas potencialmente más sabias que le daría consejos vacíos a niñas como yo. Por no hablar de la independencia, la libertad, y el equilibrio profesional y emocional que se consigue cuando te haces mayor.
Sin embargo, de forma inevitable creces y descubres que la realidad es otra. Hacerse mayor es tener delante cien caminos y no saber cual elegir por miedo a equivocarte y no poder rectificar. Y es tener la paciencia necesaria para aguantar allí, al filo del principio de todas las posibilidades y soportar la lluvia, el frío, el calor y lo más importante: las decepciones. Hacerse mayor es aprender que hay cosas que van a doler tanto como una puñalada y que habrá cosas que no podrás arreglar aunque te dejes la piel intentándolo.
Hacerse mayor es darse cuenta de que se puede querer a alguien con algo más que el hipotálamo y que esa idea utópica del amor para toda la vida puede ser verdad. Que las consecuencias de tus actos son mucho más dolorosas que un ya no me junto, o ya no eres mi amiga. Es ser capaz de arrepentirte ante tus equivocaciones y de aprender de tus errores. Es llorar sin motivo aparente porque en realidad los motivos no pueden explicarse con palabras.
Hacerse mayor no es ser mejor ni más listo. Es comprender que cada minuto que pasa es decisivo, que tal vez no existan segundas oportunidades y que las cosas que dejas escapar no siempre vuelven. Es querer a alguien más que a ti, preocuparte por alguien más que por ti, y construir para alguien que no eres tú y sin embargo saber que aunque las miles de razones que existen no os permitan estar juntos, cada minúscula partícula de tu cuerpo vive por ella mientras viven para ti a tiempo parcial.
Hacerse mayor no es cuestión de tiempo ni es un momento concreto de la vida. Nos hacemos mayores desde que nacemos, y seguiremos haciéndonos mayores hasta que muramos. Porque siempre nos quedaran cosas por aprender y cosas que querremos arreglar con lo que hemos aprendido, dándonos cuenta de que hacerse mayor no es otra cosa que ser consciente de lo que vamos dejando atrás y que eso nos importe.
Un persona potencialmente más sabia que yo me dijo lo difícil que era hacerse mayor. Para mí fue una advertencia vacía, una amenaza sin fundamento. Y ahora que he crecido y que vuelvo, ya no vuelvo con cicatrices en las rodillas si no en el corazón.
Besos
sábado, 14 de enero de 2012
Soy
Hola,
Ese mensaje a las dos de la mañana, ese beso en el ascensor, esa pintada en la puerta del baño, ese olor en las manos y en la ropa, esos trazos de rotulador sobre papel continuo, eso que ves en las constelaciones, esa colonia de una tienda, ese mes, esa estación del año, ese san valentín atípico, ese banco de la calle, esos gusanitos a medio día, ese helado ácido de limón, esos vaqueros rotos, esas natillas con cortezas, esos atardeceres de verano, ese efecto mariposa, ese concierto, esa tormenta bajo las mantas, ese lado de la cama, esa sudadera roja, esa caja, ese libro, ese viaje a Roma, ese jersey de rayas, esa noche en París, esas manos heladas, ese verano sin dormir, ese no me dejes nunca, esa tinta de bolígrafo en la piel, ese abrazo en las escaleras, esa pregunta en el cuarto de baño, ese kinder bueno, ese ataque de batman, ese Solo para ti en el coche, ese deseo a las estrellas, esas estrellas tras los ladrillos del residencial, esa canción al piano, ese silencio al mirarnos, ese te quiero entre besos. Ese futuro perfecto.
Besos
Ese mensaje a las dos de la mañana, ese beso en el ascensor, esa pintada en la puerta del baño, ese olor en las manos y en la ropa, esos trazos de rotulador sobre papel continuo, eso que ves en las constelaciones, esa colonia de una tienda, ese mes, esa estación del año, ese san valentín atípico, ese banco de la calle, esos gusanitos a medio día, ese helado ácido de limón, esos vaqueros rotos, esas natillas con cortezas, esos atardeceres de verano, ese efecto mariposa, ese concierto, esa tormenta bajo las mantas, ese lado de la cama, esa sudadera roja, esa caja, ese libro, ese viaje a Roma, ese jersey de rayas, esa noche en París, esas manos heladas, ese verano sin dormir, ese no me dejes nunca, esa tinta de bolígrafo en la piel, ese abrazo en las escaleras, esa pregunta en el cuarto de baño, ese kinder bueno, ese ataque de batman, ese Solo para ti en el coche, ese deseo a las estrellas, esas estrellas tras los ladrillos del residencial, esa canción al piano, ese silencio al mirarnos, ese te quiero entre besos. Ese futuro perfecto.
Besos
viernes, 13 de enero de 2012
A veces
Hola,
A veces me pregunto cómo va a ser mi vida a partir de ahora. Tengo la sensación de haber olvidado demasiadas cosas. Tengo la impresión de que vivir se ha convertido en una costumbre, en un hábito. En la rutina diaria de quien no puede desconectarse de la realidad.
A veces siento como si estuviera de paso. Como si vivir fuera un medio y no un fin. Como si todo lo que me ha traído hasta aquí no fuera más que el prólogo de lo que tengo que ser, lo que tengo que vivir, y lo que tengo que afrontar.
A veces mientras estoy sentada mirando por la ventana, pienso que en realidad no me conocía y no sabía cómo era. Me recuerdo y no me recuerdo. Soy una sombra de mi propio pasado y una incoherencia con mi presente.
A veces pienso que soy una buena persona y que como todas las buenas personas, merezco que me pasen cosas buenas. Otras simplemente me atormento pensando que las cosas malas que me ocurren me las merezco y que las buenas personas siempre son las que más sufren en las películas. Al menos me consuela saber que al terminar la trama, los buenos siempre terminan por conseguir el final feliz y los malos...bueno, los malos no me interesan demasiado.
A veces miro dentro de mí mientras estoy a oscuras en esos minutos previos a quedarme dormida y lo veo todo. Veo mi forma de sentir y de afrontar lo que me está pasando. ¿Y sabéis qué es? es amor. Y no amor en el sentido cursi de la palabra. No es un amor de esparcir pétalos de rosa, o susurrar a la luz de las velas. Es amor incondicional y sincero. De ese que perdonaría todo y aguantaría todo. De ese que a pesar de todo lo malo y todo lo llorado sigue ahí. Eso me hace preguntarme si algo podría destruirlo. Porque si no lo ha destruido ya, empiezo a pensar que se ha acomodado en cada átomo de mi piel como un okupa y no tiene intención ninguna de marcharse. Que se ha fusionado con mis propias moléculas y ya no somos dos elementos distintos si no uno completo.
A veces me paro a pensar qué significa eso. Creo que cuando queremos a alguien, cuando nos enamoramos, hay algo en nuestro cuerpo que ama a la otra persona. Algo que nunca había estado ahí. Unos lo llamarán mariposas en el estómago, otros la sensación de montaña rusa o puede que lo llamen notar como si se flotara. Todos hemos pasado por ahí. Pero eso se termina por perder en algún momento. Sin embargo yo no tengo ese algo. Yo soy ese algo.
A veces...A veces tan solo me pregunto si la querré toda la vida.
Besos
A veces me pregunto cómo va a ser mi vida a partir de ahora. Tengo la sensación de haber olvidado demasiadas cosas. Tengo la impresión de que vivir se ha convertido en una costumbre, en un hábito. En la rutina diaria de quien no puede desconectarse de la realidad.
A veces siento como si estuviera de paso. Como si vivir fuera un medio y no un fin. Como si todo lo que me ha traído hasta aquí no fuera más que el prólogo de lo que tengo que ser, lo que tengo que vivir, y lo que tengo que afrontar.
A veces mientras estoy sentada mirando por la ventana, pienso que en realidad no me conocía y no sabía cómo era. Me recuerdo y no me recuerdo. Soy una sombra de mi propio pasado y una incoherencia con mi presente.
A veces pienso que soy una buena persona y que como todas las buenas personas, merezco que me pasen cosas buenas. Otras simplemente me atormento pensando que las cosas malas que me ocurren me las merezco y que las buenas personas siempre son las que más sufren en las películas. Al menos me consuela saber que al terminar la trama, los buenos siempre terminan por conseguir el final feliz y los malos...bueno, los malos no me interesan demasiado.
A veces miro dentro de mí mientras estoy a oscuras en esos minutos previos a quedarme dormida y lo veo todo. Veo mi forma de sentir y de afrontar lo que me está pasando. ¿Y sabéis qué es? es amor. Y no amor en el sentido cursi de la palabra. No es un amor de esparcir pétalos de rosa, o susurrar a la luz de las velas. Es amor incondicional y sincero. De ese que perdonaría todo y aguantaría todo. De ese que a pesar de todo lo malo y todo lo llorado sigue ahí. Eso me hace preguntarme si algo podría destruirlo. Porque si no lo ha destruido ya, empiezo a pensar que se ha acomodado en cada átomo de mi piel como un okupa y no tiene intención ninguna de marcharse. Que se ha fusionado con mis propias moléculas y ya no somos dos elementos distintos si no uno completo.
A veces me paro a pensar qué significa eso. Creo que cuando queremos a alguien, cuando nos enamoramos, hay algo en nuestro cuerpo que ama a la otra persona. Algo que nunca había estado ahí. Unos lo llamarán mariposas en el estómago, otros la sensación de montaña rusa o puede que lo llamen notar como si se flotara. Todos hemos pasado por ahí. Pero eso se termina por perder en algún momento. Sin embargo yo no tengo ese algo. Yo soy ese algo.
A veces...A veces tan solo me pregunto si la querré toda la vida.
Besos
miércoles, 11 de enero de 2012
Clips
Hola,
Ya he comentado alguna vez que yo colecciono clips. Y no colecciono clips en el sentido de compra cajas y cajas, o buscar los clips más raros sobre la faz de la tierra, o traerme un clip de cada país al que voy. Yo colecciono los clips que me encuentro por la calle. Pensaréis ¿Pero hay clips por la calle?. Sí. Doy fe de que hay muchos, muchísimos y por todas partes.
Todo empezó porque alguien me dijo que los clips daban suerte, y en cierto modo los clips se han ido integrando en mi vida siendo ya una prolongación de mi persona. Para mí los clips no son simplemente clips. Son algo más. Y aunque he pasado una racha un poco, digamos, mala, y digamos también que dicha persona ha estado íntimamente relacionada con todo -racha y clips-, me he llegado a plantear seriamente dejar de recogerlos. Es más, hacía muchos días que no me encontraba ninguno - desde el día 3 de Enero concretamente - Y hoy, bajaba andando a la universidad cuando he visto un clip verde tirado en la acera. Esa persona decía que los clips de colores daban más suerte que los clips plateados. ¿Y cómo iba a dejar pasar un clip de color? ¿Y encima verde?. Así que lo he cogido y he pensado que sí, que tal vez siempre me acordaré de esa persona cuando coja un clip, pero que al fin y al cabo las experiencias que vivimos son las que nos convierten en quienes somos. Borrar el pasado equivale a arrepentirnos de vivir. Y no creo que nadie deba arrepentirse de las cosas que en algún momento le han hecho feliz, aunque ya no impliquen lo mismo.
Cada vez que le digo a alguien que colecciono los clips que me encuentro en la calle me dice lo mismo: ¿Pero en serio te encuentras clips por la calle?. Y yo siempre contesto lo mismo: Puedes creerme que los hay. Yo me he encontrado clips en todas partes y en cada lugar que he pisado. Me he encontrado un clip hasta en el suelo de Notre Dame. Tan solo tienes que fijarte, y el día que lo hagas te darás cuenta de que hay miles de clips en el suelo para ti.
La suerte está ahí, solamente hay que saber dónde buscarla.

Besos
Ya he comentado alguna vez que yo colecciono clips. Y no colecciono clips en el sentido de compra cajas y cajas, o buscar los clips más raros sobre la faz de la tierra, o traerme un clip de cada país al que voy. Yo colecciono los clips que me encuentro por la calle. Pensaréis ¿Pero hay clips por la calle?. Sí. Doy fe de que hay muchos, muchísimos y por todas partes.
Todo empezó porque alguien me dijo que los clips daban suerte, y en cierto modo los clips se han ido integrando en mi vida siendo ya una prolongación de mi persona. Para mí los clips no son simplemente clips. Son algo más. Y aunque he pasado una racha un poco, digamos, mala, y digamos también que dicha persona ha estado íntimamente relacionada con todo -racha y clips-, me he llegado a plantear seriamente dejar de recogerlos. Es más, hacía muchos días que no me encontraba ninguno - desde el día 3 de Enero concretamente - Y hoy, bajaba andando a la universidad cuando he visto un clip verde tirado en la acera. Esa persona decía que los clips de colores daban más suerte que los clips plateados. ¿Y cómo iba a dejar pasar un clip de color? ¿Y encima verde?. Así que lo he cogido y he pensado que sí, que tal vez siempre me acordaré de esa persona cuando coja un clip, pero que al fin y al cabo las experiencias que vivimos son las que nos convierten en quienes somos. Borrar el pasado equivale a arrepentirnos de vivir. Y no creo que nadie deba arrepentirse de las cosas que en algún momento le han hecho feliz, aunque ya no impliquen lo mismo.
Cada vez que le digo a alguien que colecciono los clips que me encuentro en la calle me dice lo mismo: ¿Pero en serio te encuentras clips por la calle?. Y yo siempre contesto lo mismo: Puedes creerme que los hay. Yo me he encontrado clips en todas partes y en cada lugar que he pisado. Me he encontrado un clip hasta en el suelo de Notre Dame. Tan solo tienes que fijarte, y el día que lo hagas te darás cuenta de que hay miles de clips en el suelo para ti.
La suerte está ahí, solamente hay que saber dónde buscarla.

Besos
sábado, 7 de enero de 2012
La estancia
Hola,
Hace tiempo que empecé una obra. De esas que dicen que son para dos semanas y se acaban alargando dos meses. No sabía dónde me metía sinceramente, pero bueno, aquello empezó de la manera que empezó, los tabiques empezaron a desaparecer y todo comenzó llenarse de obreros que a mi me parecían todos la misma persona. Pero es que había que poner un poco de orden ¿eh? yo lo admito. Cuando las cosas se hacen mal, se hacen mal, y eso pasa factura. Se construye con materiales que salen más baratos, se paga menos la mano de obra, se hace deprisa y corriendo y claro, las lluvias, los temblores de tierra, y el paso de los días acaban agrietando las paredes, levantando las baldosas y provocando humedades en el piso de abajo que te cuestan una discusión con la vecina del segundo y una llamada al seguro.
Así que sin apenas darme cuenta todo aquello estaba en ruinas, paredes con agujeros, muebles tapados con sábanas, suelos manchados de pintura, puertas descolgadas, baldosines amontonados y demás aparataje propio de cualquier reforma que se precie. Al principio pensé que sería algo rápido, y los primeros momentos los sobrelleve extrañamente bien. El ruido del pico a las ocho de la mañana no me molestaba, los gritos de los obreros no me alteraban, y tenerlo todo lleno de ese polvo blanco digno de maquillaje de mimo que me hacía salir como si fuera un boquerón enharinado no me incomodaba.
Sin embargo conforme fueron pasando los días empecé a mosquearme. La obra no avanzaba como yo me esperaba. Aquello hacía aguas y los obreros se quedaba viendo la ruleta de la suerte en lugar de continuar remodelando mi preciada estancia. Bueno, por unos días no pasará nada - me dije - Así que me amoldé al estilo de vida de mis trabajadores. Me comía mi bocata de calamares y mi cerveza a mitad de mañana, veía la ruleta de la suerte, y piropeada a las chicas monas que pasaban por delante de mi ventana. Y así, como quien ve pasar los trenes, se pasaron los meses.
Decidí irme un tiempo de allí, mientras terminaban la obra. Pensé que bueno, que tampoco pasaría nada por ausentarme unos días ¿no?. Craso error. Me fui unos días y cuando decidí volver, aquello estaba manga por hombro. Los obreros no sólo no habían avanzado, sino que me habían tirado el pilar de contención, el principal, el indispensable y mi techo tenía una grietas del tamaño de la falla de San Andrés. ¿Y ahora qué hacía yo? Me quedé tan impresionada que no pude ni echarles la bronca, al fin y al cabo, era yo la que se había ido unos días y los había dejado hacer lo que quisieran ¿no? Así que haciendo acopio de mis dotes para el diálogo, propuse que nos sentásemos, nos comiésemos un bocata de calamares con una cerveza, y debatieramos sobre el futuro de mi preciada estancia.
Allí nadie me daba soluciones, y el techo se empezaba a caer a trozos día tras día. A aquello le quedaba el mismo tiempo que un suspiro y yo no sabía qué hacer. Entonces, tras muchos días de reflexión y meditación profunda, decidí hacerme yo misma cargo de la obra.
Lo primero que hice fue cerciorarme de dónde estaban los problemas verdaderos, los problemas básicos. Los cimientos de aquella hecatombe. Revisé una y mil veces cada esquina, cada hueco, cada columna, hasta estar segura de que no dejaba nada sin asegurar. No quería tapar con cemento cosas que después se quedaran inacabadas.
Después, pinté las paredes de verde. El verde es el color de la esperanza y mi color favorito. Mis paredes siempre habían sido blancas. Paredes que no contaban nada, que no sentían nada. Pero eso ya era parte del pasado, parte de esa estancia que estaba remodelando desde sus raíces. Y no puse ningún cuadro, ni colgué nada en esas paredes, porque la esperanza adornada no es esperanza, si no utopía.
Tuve que elegir los muebles. ¿Para dos o para uno? Para dos, ¿no? Se supone que en eso consiste la vida, en acabar compartiendo la preciada estancia con alguien. Así que bueno, un armario grande, una cómoda con muchos cajones y una cama de 1,50 estaría bien.
Y así poco a poco aquello empezó a parecer algo habitable. Sin embargo había algo que todavía no estaba solucionado. El pilar de contención, ese que tiraron sin querer seguía sin estar. Y había zonas de la estancia de las que caían trozos de techo a diestro y siniestro y yo seguía sin saber qué hacer para solucionar ese problema. En realidad tenía muchas cosas que hacer y estaba empezando a cansarme de tener que estar preocupada de que aquello no se cayera a pedazos al mínimo temblor. Ya había hecho todo lo que estaba en mi mano. Había picado, echado cemento, pintado, limpiado y amueblado. ¿Qué más podía hacer? Me tumbé hecha un cuatro en aquella cama - para dos - durante ocho días y ocho noches tratando de encontrar una solución para que todo mi trabajo y todo mi esfuerzo no fueran para nada. No podría destruirse todo después de lo que había luchado por construirlo.
Así que me sequé las lágrimas, me levanté y cogí la escalera de detrás de la puerta. La puse debajo del punto donde debería estar el pilar de contención y me subí hasta el último peldaño. Fijé bien mis pies y respiré hondo. Levanté los brazos con las palmas de las manos extendidas, y las puse en el techo, sobre las grietas que se extendían más allá de donde alcanzaba mi vista. Y de pronto, como si aquello fuera suficiente, los trozos de techo dejaron de caer y aquel crujido preludiando el derrumbe inminente cesó.
Entonces fue cuando lo entendí todo. Fue cuando me di cuenta de que nunca hubo obreros y que por eso todos me parecían iguales: porque no tenían cara. Entendí que aquello lo destruí yo misma, que yo quité las paredes, y que yo tiré el pilar de contención. Entendí que la obra no avanzaba porque yo no avanzaba, porque yo no actuaba. Entendí entonces que no hablaba con nadie en aquellas reuniones de bocatas de calamares, si no que me hablaba a mí misma. Entendí que me esforcé por crear algo para dos, el mejor lugar que podría imaginarse, con paredes verdes que anunciaban la esperanza del futuro feliz que creía estar construyendo y entendí que sin embargo, al final de todo, no usaría esa cama para dos, ni esa cómoda para dos, ni ese armario para dos, porque tendría que ser yo el pilar que se quedara sujetando ese punto en el que todo se rompe y todo se derrumba. Y que tendré que quedarme ahí para siempre, para que cuando alguien venga a dormir a mi preciada estancia, jamás, jamás se le caiga el techo encima.
Besos
Hace tiempo que empecé una obra. De esas que dicen que son para dos semanas y se acaban alargando dos meses. No sabía dónde me metía sinceramente, pero bueno, aquello empezó de la manera que empezó, los tabiques empezaron a desaparecer y todo comenzó llenarse de obreros que a mi me parecían todos la misma persona. Pero es que había que poner un poco de orden ¿eh? yo lo admito. Cuando las cosas se hacen mal, se hacen mal, y eso pasa factura. Se construye con materiales que salen más baratos, se paga menos la mano de obra, se hace deprisa y corriendo y claro, las lluvias, los temblores de tierra, y el paso de los días acaban agrietando las paredes, levantando las baldosas y provocando humedades en el piso de abajo que te cuestan una discusión con la vecina del segundo y una llamada al seguro.
Así que sin apenas darme cuenta todo aquello estaba en ruinas, paredes con agujeros, muebles tapados con sábanas, suelos manchados de pintura, puertas descolgadas, baldosines amontonados y demás aparataje propio de cualquier reforma que se precie. Al principio pensé que sería algo rápido, y los primeros momentos los sobrelleve extrañamente bien. El ruido del pico a las ocho de la mañana no me molestaba, los gritos de los obreros no me alteraban, y tenerlo todo lleno de ese polvo blanco digno de maquillaje de mimo que me hacía salir como si fuera un boquerón enharinado no me incomodaba.
Sin embargo conforme fueron pasando los días empecé a mosquearme. La obra no avanzaba como yo me esperaba. Aquello hacía aguas y los obreros se quedaba viendo la ruleta de la suerte en lugar de continuar remodelando mi preciada estancia. Bueno, por unos días no pasará nada - me dije - Así que me amoldé al estilo de vida de mis trabajadores. Me comía mi bocata de calamares y mi cerveza a mitad de mañana, veía la ruleta de la suerte, y piropeada a las chicas monas que pasaban por delante de mi ventana. Y así, como quien ve pasar los trenes, se pasaron los meses.
Decidí irme un tiempo de allí, mientras terminaban la obra. Pensé que bueno, que tampoco pasaría nada por ausentarme unos días ¿no?. Craso error. Me fui unos días y cuando decidí volver, aquello estaba manga por hombro. Los obreros no sólo no habían avanzado, sino que me habían tirado el pilar de contención, el principal, el indispensable y mi techo tenía una grietas del tamaño de la falla de San Andrés. ¿Y ahora qué hacía yo? Me quedé tan impresionada que no pude ni echarles la bronca, al fin y al cabo, era yo la que se había ido unos días y los había dejado hacer lo que quisieran ¿no? Así que haciendo acopio de mis dotes para el diálogo, propuse que nos sentásemos, nos comiésemos un bocata de calamares con una cerveza, y debatieramos sobre el futuro de mi preciada estancia.
Allí nadie me daba soluciones, y el techo se empezaba a caer a trozos día tras día. A aquello le quedaba el mismo tiempo que un suspiro y yo no sabía qué hacer. Entonces, tras muchos días de reflexión y meditación profunda, decidí hacerme yo misma cargo de la obra.
Lo primero que hice fue cerciorarme de dónde estaban los problemas verdaderos, los problemas básicos. Los cimientos de aquella hecatombe. Revisé una y mil veces cada esquina, cada hueco, cada columna, hasta estar segura de que no dejaba nada sin asegurar. No quería tapar con cemento cosas que después se quedaran inacabadas.
Después, pinté las paredes de verde. El verde es el color de la esperanza y mi color favorito. Mis paredes siempre habían sido blancas. Paredes que no contaban nada, que no sentían nada. Pero eso ya era parte del pasado, parte de esa estancia que estaba remodelando desde sus raíces. Y no puse ningún cuadro, ni colgué nada en esas paredes, porque la esperanza adornada no es esperanza, si no utopía.
Tuve que elegir los muebles. ¿Para dos o para uno? Para dos, ¿no? Se supone que en eso consiste la vida, en acabar compartiendo la preciada estancia con alguien. Así que bueno, un armario grande, una cómoda con muchos cajones y una cama de 1,50 estaría bien.
Y así poco a poco aquello empezó a parecer algo habitable. Sin embargo había algo que todavía no estaba solucionado. El pilar de contención, ese que tiraron sin querer seguía sin estar. Y había zonas de la estancia de las que caían trozos de techo a diestro y siniestro y yo seguía sin saber qué hacer para solucionar ese problema. En realidad tenía muchas cosas que hacer y estaba empezando a cansarme de tener que estar preocupada de que aquello no se cayera a pedazos al mínimo temblor. Ya había hecho todo lo que estaba en mi mano. Había picado, echado cemento, pintado, limpiado y amueblado. ¿Qué más podía hacer? Me tumbé hecha un cuatro en aquella cama - para dos - durante ocho días y ocho noches tratando de encontrar una solución para que todo mi trabajo y todo mi esfuerzo no fueran para nada. No podría destruirse todo después de lo que había luchado por construirlo.
Así que me sequé las lágrimas, me levanté y cogí la escalera de detrás de la puerta. La puse debajo del punto donde debería estar el pilar de contención y me subí hasta el último peldaño. Fijé bien mis pies y respiré hondo. Levanté los brazos con las palmas de las manos extendidas, y las puse en el techo, sobre las grietas que se extendían más allá de donde alcanzaba mi vista. Y de pronto, como si aquello fuera suficiente, los trozos de techo dejaron de caer y aquel crujido preludiando el derrumbe inminente cesó.
Entonces fue cuando lo entendí todo. Fue cuando me di cuenta de que nunca hubo obreros y que por eso todos me parecían iguales: porque no tenían cara. Entendí que aquello lo destruí yo misma, que yo quité las paredes, y que yo tiré el pilar de contención. Entendí que la obra no avanzaba porque yo no avanzaba, porque yo no actuaba. Entendí entonces que no hablaba con nadie en aquellas reuniones de bocatas de calamares, si no que me hablaba a mí misma. Entendí que me esforcé por crear algo para dos, el mejor lugar que podría imaginarse, con paredes verdes que anunciaban la esperanza del futuro feliz que creía estar construyendo y entendí que sin embargo, al final de todo, no usaría esa cama para dos, ni esa cómoda para dos, ni ese armario para dos, porque tendría que ser yo el pilar que se quedara sujetando ese punto en el que todo se rompe y todo se derrumba. Y que tendré que quedarme ahí para siempre, para que cuando alguien venga a dormir a mi preciada estancia, jamás, jamás se le caiga el techo encima.
Besos
Archivo mental:
Crónicas,
la estancia,
Mis momentos,
yo misma
viernes, 6 de enero de 2012
Noche de Reyes
Hola,
Este año los Reyes me han traído tres cosas muy importantes:
Ah, y un telescopio paraperderme encontrarme entre las estrellas.
Besos
Este año los Reyes me han traído tres cosas muy importantes:
La seguridad de que no perderé oportunidades por miedo a arrepentirme
La tranquilidad de que por primera vez en mi vida estoy siendo plenamente consecuente con mis sentimientos.
La certeza de que seré feliz.
Ah, y un telescopio para
Besos
jueves, 5 de enero de 2012
Chaleco salvavidas
Hola,
Quería escribir una gran entrada, una gran dedicatoria, un texto largo, lacrimógeno, sentido y profundo. Quería escribir líneas y líneas contando nuestra historia, nuestra trayectoria, las cosas buenas y malas que hemos pasado juntas y todo lo que hemos compartido. Pero después de un rato escribiendo y borrando me he dado cuenta de que lo único que quiero hoy es darte las gracias.
Gracias porque hoy, cuando he llegado a casa y creía que me moriría de dolor y he pasado llorando media hora sentada sola en mi habitación, he sentido que sería contigo con quien me sentiría segura. Y me he armado de valor,y he hecho algo que no he hecho jamás: he llamado a tu puerta y me he metido en tu cama a llorar. Y tú me has abrazado, me has secado las lágrimas, y me has dicho que todo irá bien. Y te he creído.
¿Sabes? Yo solía pensar que realmente no necesitábamos a nadie de forma indispensable en nuestra vida. Entonces esta noche he dejado que todo lo que me consumía por dentro saliera mientras lloraba, y estando ahí, tumbada contigo, me he dado cuenta de que tú eres la persona que más quiero en este mundo, la totalmente indispensable, y que nada que me traigan los Reyes esta noche, ni ninguna otra noche del 5 de Enero, podrá nunca estar a la altura de estos momentos en los que mi hermana mayor se convierte en el chaleco salvavidas de mi corazón.
Te quiero
Besos
Quería escribir una gran entrada, una gran dedicatoria, un texto largo, lacrimógeno, sentido y profundo. Quería escribir líneas y líneas contando nuestra historia, nuestra trayectoria, las cosas buenas y malas que hemos pasado juntas y todo lo que hemos compartido. Pero después de un rato escribiendo y borrando me he dado cuenta de que lo único que quiero hoy es darte las gracias.
Gracias porque hoy, cuando he llegado a casa y creía que me moriría de dolor y he pasado llorando media hora sentada sola en mi habitación, he sentido que sería contigo con quien me sentiría segura. Y me he armado de valor,y he hecho algo que no he hecho jamás: he llamado a tu puerta y me he metido en tu cama a llorar. Y tú me has abrazado, me has secado las lágrimas, y me has dicho que todo irá bien. Y te he creído.
¿Sabes? Yo solía pensar que realmente no necesitábamos a nadie de forma indispensable en nuestra vida. Entonces esta noche he dejado que todo lo que me consumía por dentro saliera mientras lloraba, y estando ahí, tumbada contigo, me he dado cuenta de que tú eres la persona que más quiero en este mundo, la totalmente indispensable, y que nada que me traigan los Reyes esta noche, ni ninguna otra noche del 5 de Enero, podrá nunca estar a la altura de estos momentos en los que mi hermana mayor se convierte en el chaleco salvavidas de mi corazón.
Te quiero
Besos
miércoles, 4 de enero de 2012
Aprender
Hola,
Con el tiempo he aprendido que los amigos no son para siempre. Que las cosas que estudias de memoria se olvidan y que el pelo crece aunque creamos que siempre tendremos ese corte horrendo que nos hicieron en la peluquería.
He aprendido que las heridas se curan con el tiempo, las de la piel y las más profundas. Que las cicatrices se quedan, pero que algunas veces son el recordatorio de una buena historia o simplemente la marca de algo que nos importó lo suficiente.
He aprendido que un beso no siempre es algo feliz, sino que hay besos tristes, besos de despedida. Besos de los que se dan con los ojos abiertos para no perder ni un segundo de vista a la persona que probablemente se vaya para siempre. He aprendido que no todos los te quiero son bonitos, ni significan lo mismo. He aprendido que hay te quieros que significan déjame, te quieros que significan adiós.
Con los años he aprendido que madurar es algo que nos llega por obligación y no por decisión propia. Que los sentimientos se hacen mayores como nos hacemos mayores nosotros, y que la vida se complica a medida que la complicamos nosotros. He aprendido a diferenciar entre querer y amar. Entre desear y anhelar. He aprendido la diferencia entre vivir por mí y vivir por alguien.
Pero lo más importante que he aprendido a lo largo de mi vida, algo de lo que no había sido consciente hasta ahora que ha llovido tanto que las alcantarillas están a rebosar, es que después de luchar, de esforzarme y de llorar hasta quedarme dormida, merecer algo de forma sincera, es mucho, mucho más importante que a fin de cuentas, conseguirlo
Besos
Con el tiempo he aprendido que los amigos no son para siempre. Que las cosas que estudias de memoria se olvidan y que el pelo crece aunque creamos que siempre tendremos ese corte horrendo que nos hicieron en la peluquería.
He aprendido que las heridas se curan con el tiempo, las de la piel y las más profundas. Que las cicatrices se quedan, pero que algunas veces son el recordatorio de una buena historia o simplemente la marca de algo que nos importó lo suficiente.
He aprendido que un beso no siempre es algo feliz, sino que hay besos tristes, besos de despedida. Besos de los que se dan con los ojos abiertos para no perder ni un segundo de vista a la persona que probablemente se vaya para siempre. He aprendido que no todos los te quiero son bonitos, ni significan lo mismo. He aprendido que hay te quieros que significan déjame, te quieros que significan adiós.
Con los años he aprendido que madurar es algo que nos llega por obligación y no por decisión propia. Que los sentimientos se hacen mayores como nos hacemos mayores nosotros, y que la vida se complica a medida que la complicamos nosotros. He aprendido a diferenciar entre querer y amar. Entre desear y anhelar. He aprendido la diferencia entre vivir por mí y vivir por alguien.
Pero lo más importante que he aprendido a lo largo de mi vida, algo de lo que no había sido consciente hasta ahora que ha llovido tanto que las alcantarillas están a rebosar, es que después de luchar, de esforzarme y de llorar hasta quedarme dormida, merecer algo de forma sincera, es mucho, mucho más importante que a fin de cuentas, conseguirlo
Besos
martes, 3 de enero de 2012
Desde ninguna parte
Hola,
Por raro que parezca, sé que naciste de parto natural y lloraste la primera, la segunda y la tercera noche de tu vida. Creciste feliz, y tu primera palabra fue "patata" porque quisiste decir "Papá" y te hiciste un lío. También sé que fuiste una niña inquieta, o puede que el término exacto fuera inventora. Inventora de nada bueno, he de añadir. Tuviste una infancia divertida, como la gran mayoría de los niños. Los Reyes no siempre te traían lo que pedías pero no podías quejarte. Te hiciste mayor y lo más probable es que te metieras en algún lío, como fumar demasiado pronto. Mal hecho. Y tuviste una extensa lista de novios de esos con los que no hablabas por vergüenza.
Pasaron unos pocos años más y empezaste a notar que eras distinta ¿verdad?. Que había algo que no encajaba del todo a tu alrededor y no sabías qué era. No te gustaban las mismas cosas que a tus amigas y eso te hacía sentir un poco bicho raro. Mientras ellas estaban deseando ponerse tacones, maquillarse, y estar con algún chico, tú no tenías ningún tipo de interés en esos temas. Seguro que preferías quedarte en casa de una de tus amigas, ver una película y comer unas pizzas. Probablemente te llamaron sosa, y abuela. Pero yo sé que eso a ti no te importaba demasiado, porque siempre supiste que eras más feliz actuando coherentemente con lo que pensabas. Y entonces algo pasó, ¿cierto? conociste a alguien que de pronto resolvió tus dudas. Era una amiga tuya, es un clásico. Una amiga por la que sentías más que amistad. Eso explicaba muchas cosas, pero complicaba otras tantas.
Y así fue pasando el tiempo, poco a poco. Sin prisa. Y te fuiste haciendo mayor. Y si piensas como yo, de lo que estoy seguro, hoy ya poco queda de esa niña, de sus amigas y de su coherencia. Sé que cambiaste, que hiciste nuevas amigas y que te enamoraste. Que la cagaste, y que has hecho un camino muy largo hasta el día de hoy. Sé que estás enamorada, sí, de esa misma chica, y con ese amor incondicional que poca gente entiende. Lo sé porque nosotros somos iguales. Lo sé porque me paso las horas contigo mientras tú lloras sin mirar a ninguna parte. Lo sé porque ahora lato más despacio, más pesadamente y siento como me estuvieras dejando marchar. Por eso te escribo esto desde ninguna parte, porque tengo miedo de perderte y que me pierdas. Tengo miedo de romperme en pedazos tan pequeños que sea imposible arreglarme. Tengo miedo de tantas cosas...Pero sinceramente, nada temo más que el seguir viéndote llorar la primera, la segunda y la tercera noche del resto de tu vida.
Atentamente, tu Corazón.
Besos
Por raro que parezca, sé que naciste de parto natural y lloraste la primera, la segunda y la tercera noche de tu vida. Creciste feliz, y tu primera palabra fue "patata" porque quisiste decir "Papá" y te hiciste un lío. También sé que fuiste una niña inquieta, o puede que el término exacto fuera inventora. Inventora de nada bueno, he de añadir. Tuviste una infancia divertida, como la gran mayoría de los niños. Los Reyes no siempre te traían lo que pedías pero no podías quejarte. Te hiciste mayor y lo más probable es que te metieras en algún lío, como fumar demasiado pronto. Mal hecho. Y tuviste una extensa lista de novios de esos con los que no hablabas por vergüenza.
Pasaron unos pocos años más y empezaste a notar que eras distinta ¿verdad?. Que había algo que no encajaba del todo a tu alrededor y no sabías qué era. No te gustaban las mismas cosas que a tus amigas y eso te hacía sentir un poco bicho raro. Mientras ellas estaban deseando ponerse tacones, maquillarse, y estar con algún chico, tú no tenías ningún tipo de interés en esos temas. Seguro que preferías quedarte en casa de una de tus amigas, ver una película y comer unas pizzas. Probablemente te llamaron sosa, y abuela. Pero yo sé que eso a ti no te importaba demasiado, porque siempre supiste que eras más feliz actuando coherentemente con lo que pensabas. Y entonces algo pasó, ¿cierto? conociste a alguien que de pronto resolvió tus dudas. Era una amiga tuya, es un clásico. Una amiga por la que sentías más que amistad. Eso explicaba muchas cosas, pero complicaba otras tantas.
Y así fue pasando el tiempo, poco a poco. Sin prisa. Y te fuiste haciendo mayor. Y si piensas como yo, de lo que estoy seguro, hoy ya poco queda de esa niña, de sus amigas y de su coherencia. Sé que cambiaste, que hiciste nuevas amigas y que te enamoraste. Que la cagaste, y que has hecho un camino muy largo hasta el día de hoy. Sé que estás enamorada, sí, de esa misma chica, y con ese amor incondicional que poca gente entiende. Lo sé porque nosotros somos iguales. Lo sé porque me paso las horas contigo mientras tú lloras sin mirar a ninguna parte. Lo sé porque ahora lato más despacio, más pesadamente y siento como me estuvieras dejando marchar. Por eso te escribo esto desde ninguna parte, porque tengo miedo de perderte y que me pierdas. Tengo miedo de romperme en pedazos tan pequeños que sea imposible arreglarme. Tengo miedo de tantas cosas...Pero sinceramente, nada temo más que el seguir viéndote llorar la primera, la segunda y la tercera noche del resto de tu vida.
Atentamente, tu Corazón.
Besos
lunes, 2 de enero de 2012
Yo, que nunca lloré por nadie
<< [..] Entre tanta ida y venida, conocí casi todas las edades de la soledad, me salió un callo justo donde palpitan las emociones y me fue cada vez más difícil demostrar lo mucho que me dolía seguir sufriendo.
Un buen día, cuando ya había abandonado toda esperanza de sentir y hacer sentir que sentía, apareció ella. Ella, que todo lo hizo sin saber que lo hacía. Ella, que todo lo cambió sin querer. En cuanto la vi, automáticamente empecé a descubrir el sabor amargo y salado del llanto. Porque la he llorado, Max. La he llorado mucho y, como siempre se llora, a demasiada distancia. Bajo la lluvia, mezclando mis lágrimas con las del cielo, desde el cierre derrotado de cualquier bar o bajo la media apertura de su ventana, da igual. La he llorado como nunca lloré a los que creía conocer. La he llorado por ese futuro que ya no tendremos. La he llorado por ese pasado que dejamos pasar. La he llorado hasta quedarme sin aliento. Y la sigo llorando por lo que pudo ser, incluso por lo que nunca será.
Sé lo que estarás pensando. Que estoy enfermo. Que no la conozco de nada. Que no hemos cruzado más de dos palabras y un precio. Pero es que en ocasiones, la nostalgia es tan caprichosa que no necesita argumentos para doler. Se pueden echar de menos amores que jamás ocurrieron. Se pueden extrañar situaciones que no llegaron a pasar. De hecho, si nunca has querido por encima de tus posibilidades, tu corazón no ha pasado de ser un órgano muscular hueco que impulsa sangre.
Eso es lo que pasa Max. Que la echo de menos. En toda su ausencia. Hasta decir basta. Añoro esos paseos que nunca dimos por el parque, Añoro esos besos que jamás me dio. Esas risas tontas que no nos echamos. Esa canción que nunca escuchamos juntos después de hacer el amor.
Tengo que volver con ella antes de morirme del todo, Max.
Tengo que volver con ella hasta el punto en el que dejó de poder ser. Y volver a empezar juntos…Por primera vez. >>
Que la muerte te acompañe - Risto Mejide
Un buen día, cuando ya había abandonado toda esperanza de sentir y hacer sentir que sentía, apareció ella. Ella, que todo lo hizo sin saber que lo hacía. Ella, que todo lo cambió sin querer. En cuanto la vi, automáticamente empecé a descubrir el sabor amargo y salado del llanto. Porque la he llorado, Max. La he llorado mucho y, como siempre se llora, a demasiada distancia. Bajo la lluvia, mezclando mis lágrimas con las del cielo, desde el cierre derrotado de cualquier bar o bajo la media apertura de su ventana, da igual. La he llorado como nunca lloré a los que creía conocer. La he llorado por ese futuro que ya no tendremos. La he llorado por ese pasado que dejamos pasar. La he llorado hasta quedarme sin aliento. Y la sigo llorando por lo que pudo ser, incluso por lo que nunca será.
Sé lo que estarás pensando. Que estoy enfermo. Que no la conozco de nada. Que no hemos cruzado más de dos palabras y un precio. Pero es que en ocasiones, la nostalgia es tan caprichosa que no necesita argumentos para doler. Se pueden echar de menos amores que jamás ocurrieron. Se pueden extrañar situaciones que no llegaron a pasar. De hecho, si nunca has querido por encima de tus posibilidades, tu corazón no ha pasado de ser un órgano muscular hueco que impulsa sangre.
Eso es lo que pasa Max. Que la echo de menos. En toda su ausencia. Hasta decir basta. Añoro esos paseos que nunca dimos por el parque, Añoro esos besos que jamás me dio. Esas risas tontas que no nos echamos. Esa canción que nunca escuchamos juntos después de hacer el amor.
Tengo que volver con ella antes de morirme del todo, Max.
Tengo que volver con ella hasta el punto en el que dejó de poder ser. Y volver a empezar juntos…Por primera vez. >>
Que la muerte te acompañe - Risto Mejide
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